Opinión > COLUMNA/EDUARDO ESPINA

Mañana se acaba el mundo

Un filme notable, propicio para días de pandemia, retrata los sentimientos ante el final de la vida
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05 de septiembre de 2020 a las 05:02

Mientras escribo esta crónica, aquí en Texas, cerca del golfo de México, la temperatura a las cinco de la tarde supera los 43 grados Celsius. Hasta las palabras se sienten agobiadas. Debido a la falta de brisa y a un sol que raja las piedras, la sensación térmica debe de ser de tres o cuatro grados más. Estamos dentro de la caldera del diablo. La temperatura en esta época del año no debería superar como mucho los 38 grados, pues el verano agoniza. Cinco grados de diferencia térmica son mucho, sobre todo porque la tendencia a la alza se ha establecido de manera inamovible en los últimos años. Al calor insoportable se suma la pesadilla de la temporada de huracanes, a la cual le falta bastante para concluir. Días atrás, el huracán Laura hizo estragos, desencadenando un déjà vu de lo padecido en agosto de 2005 tras la llegada de Katrina. Ante lo que una mayoría considera el principio del fin, o la coincidencia de la realidad con un mundo posapocalíptico a la vuelta de la esquina, el presidente Donald Trump dijo en la escena de la catástrofe que en Texas siempre ha habido calor y huracanes. La simplificación de las cosas suele ser sinónimo de irresponsabilidad.  

Así pues, en este escenario de posibilidad catastrófica real, la pandemia en vigencia es solo un signo más del panorama negativo en ciernes que amenaza terminar con la existencia planetaria antes de que concluya el presente siglo. Para cualquier persona con cierta dosis de pensamiento crítico, la cuenta regresiva hacia la conclusión de la vida terrestre ya comenzó, y no hay camino de retorno. Lo más seguro es que este 2020 quede en los anales de la historia como el año en que todos tuvimos una mínima probadita de lo que serán los días antes del Juicio Final. 

El planeta se desmorona, y en la sensación de final irrevocable el cine ejercita la lucidez. Una película en particular, She Dies Tomorrow (Ella muere mañana), quedará asociada a lo que ha ocurrido –aunque falte aún mucho para que la pesadilla termine– en 2020. Es una obra maestra en miniatura, porque fue filmada por dos vintenes y, a pesar de su envoltura de indisimulable aspecto rudimentario, genera un suspenso extraordinario. La inclasificable She Dies Tomorrow (puede verse en Amazon Prime), es junto a Tenet y Pienso en el final (I’m Thinking of Ending Things), disponible desde esta semana en Netflix, uno de los tres mejores filmes estrenados durante la pandemia. 

She Dies Tomorrow es todo lo que no es: cine de terror, comedia, thriller, documental sobre ningún tema en particular, manifiesto existencialista sobre la agonía y la conciencia del fin. Es, antes que nada, un ejercicio de poesía cinematográfica en torno al tema más viejo de la humanidad: el miedo a la muerte. Su estreno viene a coincidir con un aspecto que otros notables filmes posapocalípticos, como La carretera, 4:44 Last Day on Earth y Melancolía, no tuvieron a su favor: el contexto dentro del cual la película se exhibe. Los tres filmes mencionados se estrenaron en una realidad mucho más esperanzadora que la actual. Con el planeta en crisis profunda debido a las altas temperaturas, a fenómenos climáticos devastadores, y a una pandemia que no amaina, She Dies Tomorrow actúa como metáfora del miedo colectivo que la humanidad padece. En este aspecto, puede incluso verse como documental carente de tema exclusivo, y guiado únicamente por pautas líricas, por una mirada poética no lineal que se interna en la mente humana para retratar su padecimiento, no para hacerle preguntas.

Como en esos días de tormenta cuando la destrucción se aproxima silenciosa y no sentimos nada hasta que nos damos cuenta de que estamos en el ojo del huracán sin poder salir, en el comienzo de She Dies Tomorrow tampoco ocurre demasiado. Si alguien busca entretenimiento a través de la coartada fácil de una narración lineal directa y comprensible sin dificultad, la película representa todo lo contrario a la gratificación inmediata. Los primeros 15 minutos requieren de concentración absoluta en un material visual lírico, con formato más propio de la primera película experimental de un director novato que de un filme como este, de poderosa resonancia metafísica. Sin embargo, esos minutos con apariencia de desecho, resultan claves al final, cuando hay que completar el rompecabezas y adivinar la frase después de los puntos suspensivos. La idea de rompecabezas no es casual, pues la película toda es un viaje por el interior de la cabeza, hasta las profundidades de la mente, cuando el pensamiento no puede quitarse de encima la idea de que el final de la vida es irremediable.

Aunque fue filmada y completada antes del estallido de la pandemia, She Dies Tomorrow parece estar basada en los sentimientos mundiales de estos momentos, en los que todo el mundo tiene la certeza de que la muerte es algo más real y cercano de lo que habíamos supuesto. 

El índice de mortalidad del covid-19 es bajo comparado con el de otras pandemias que afectaron a la humanidad. Pero, ¿qué pasaría si un día despertáramos con la noticia de que un virus con una mortalidad del 90 por ciento por caso se extiende por todo el planeta? ¿Cuáles serían los límites de la angustia y la desesperación? Aunque por todos los medios restringe su explicitud y el espectador debe conjeturar por qué la gente comparte la certeza de que mañana se acaba el mundo, She Dies Tomorrow genera un sentimiento de desolación muy infrecuente en cine. Las películas recién mencionadas se ocupaban de un asunto casi idéntico, pero esta presenta una variante notoria del pánico. Este, y la angustia, impide que pueda haber empatía con quienes están sufriendo lo mismo, por lo que las horas previas al final estarán marcadas por una soledad apabullante, que magnifica el padecimiento de la agonía. 

Hacía ocho años que Amy Seimetz (1981) no dirigía nada. Lo último había sido su primera película, el policial Sun Don’t Shine. Seguramente nunca imaginó que su nueva película iba a tener tanta relevancia debido a un virus que no estaba en el radar de nadie cuando la filmaron. Con apenas 84 minutos de duración, su segundo filme es una alegoría inclasificable sobre el sentido de la vida, mejor dicho, sobre el sentido que queremos encontrarle cuando el final se aproxima: llega mañana. Aquí nada es específico, salvo la certeza de que algo horrendo (en caso de que a la muerte pueda considerársela como tal) está por ocurrir. En el aire flotan ideas y al espectador corresponde la tarea de conectarlas y, una vez conectadas, encontrarles sentido. Aunque no tiene intención de completar un relato clásico, con principio y conclusión, el estilo fragmentario de She Dies Tomorrow propicia una experiencia caleidoscópica que nos permite estar “con” los personajes, sintiendo casi la misma desesperación que ellos, pues la película continúa luego de haber terminado. Es lo raro de los días actuales: nunca antes realidad y ficción habían trabajado de manera tan sincrónica. Al terminar la película en la pantalla, prosigue la película de la vida, en la cual cada uno de nosotros está luchando para que mañana no llegue el final.

“Cuando la epidemia terminó, ya iban rareando los casos mortales y de repente empezó la gente a morir de otra cosa”, leo en Memorial del convento, de José Saramago. En She Dies Tomorrow no sabemos si los personajes están en medio de una epidemia, o “mañana” van a empezar a morir por otra causa. El camino que recorren es el de la incredulidad. En este fascinante misterio, el del miedo ante algo que no sabemos bien qué es, se apoya la poética del filme, el cual, y ahí radica su grandeza, carece de un hilo argumental preciso: transcurre basado en los temores y sentimientos ocultos de los personajes al momento de comunicarlos. ¿Cuál es la causa del miedo profundo que los acecha? Para evitar el spoiler, no voy aquí a revelarlo. Solo esto: hacía tiempo, mucho, que no veía una película tres veces en la misma semana sin que el intrincado entramado sufriera desgaste o cayera en lo previsible. Cine de autor con reminiscencias del New American Cinema de la década de 1970, pero también con ecos de Imperio/Inland Empire (David Lynch) y El árbol de la vida (Terrence Malick), She Dies Tomorrow permanece con el espectador. Su acertijo emocional es difícil de resolver, pero está tan bien armado, tan secretamente presentado, que invita a no darnos por vencidos ante lo que no podemos comprender. Después de todo, la vida es así: un misterio blindado. 

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