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Misión cumplida

Tom Cruise y su pandilla reavivan la franquicia con su entrega más divertida en Misión Imposible: nación secreta
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30 de julio de 2015 a las 05:00

Hay varios momentos risibles durante las dos horas de duración de Misión Imposible: nación secreta, pero tal vez el más llamativo sea un simple diálogo brindado por un directivo de la CIA interpretado por Alec Baldwin. Al describir al agente Ethan Hunt, el personaje interpretado por Tom Cruise, Baldwin lo presenta como "la manifestación viva del destino", capaz de resolver y escapar de cualquier situación de peligro que se presente en su camino.

Con un primer plano sobre el rostro de Baldwin utilizado para enfatizar el significado del mensaje, esa línea es el elemento clave para entender el éxito y disfrute que se genera detrás de una película como Misión Imposible: nación secreta, que se estrena hoy en Uruguay. La quinta entrega de la saga de acción y espionaje iniciada en 1996 y protagonizada por Cruise tiene secuencias inverosímiles, pero eso no deja de convertirle en un filme sólido y entretenido.

Espías con chispa

Quien decida ir a ver la película dirigida y escrita por el estadounidense Christopher McQuarrie (Jack Reacher: bajo la mira), se encontrará con todo lo que busca en una película de Misión Imposible. Tom Cruise correrá, saltará, pateará, pegará, nadará y hasta morirá (por unos segundos) a través de diferentes ciudades del mundo como Londres, París y Casablanca, con solo algunas heridas superficiales como resultado de sus acrobacias increíbles.

Tal vez consciente de eso, el equipo de creadores detrás del filme –entre los que están Cruise y J.J. Abrams como productores– vuelve a retomar un componente que se hacía cada vez más presente en las últimas películas: el humor. Si no fuera por la amenaza constante de actos de terrorismo global, Misión Imposible: nación secreta bien podría calificarse como una comedia. En los descansos entre las secuencias de acción que el filme va recorriendo, la interacción entre sus personajes carga con cierta estela metanarrativa que los hace conscientes de lo irrealizable de sus tareas, pero jamás lo suficiente para echarse para atrás.

Gran parte de ese factor cómico, que Cruise hoy maneja con una sincronización digna, es ayudado por el resto del reparto. Al incluir previamente en la franquicia a los actores Jeremy Renner y Simon Pegg como el resto de los integrantes del equipo de la FMI (Fuerza Misión Imposible), la pandilla convierte sus intercambios en momentos de pura química actoral. Esto también se refleja en la edición de la película, que hace de sus momentos de más adrenalina una secuencia comprensible para el ojo poco acostumbrado.

Como si de un primo más divertido de James Bond se tratase, las historias de Ethan Hunt no tienen temor en repetir sus recursos más populares. Los mensajes que se autodestruyen, las máscaras de alta tecnología capaces de transformar a una persona en otra y artefactos mortales en objetos cotidianos. Todos están presentes si sirven para avanzar la trama. De hecho, ya ni es necesario explicar cómo todas las tabletas de los agentes de la FMI son capaces de manipular aviones, bóvedas y autos con solo deslizar unos dedos. Simplemente no hay tiempo para esos tecnicismos mientras Cruise cuelga de la puerta de un avión en pleno despegue.

Nueva amenaza

La película retoma el relato donde lo dejó la anterior, Misión imposible: protocolo fantasma. Hunt se encuentra en la búsqueda de El Sindicato, una organización encubierta que funciona como una versión malvada de la FMI, con agentes igual de adiestrados y recursos económicos ilimitados.

Aunque resulta refrescante para una película de esta estirpe que no sea una bomba de alcance nuclear la principal amenaza a detener, la teoría conspirativa que se esconde detrás del origen y los propósitos de El Sindicato y sus miembros se vuelve un poco cansina y repetitiva. Hasta el antagonista interpretado por Sean Harris no resulta memorable, pues es construido con elementos ya vistos en otros villanos.

De todas formas, eso no hace que tanto Cruise como la película frenen siquiera unos minutos. Mientras que uno imagina al Bond de Daniel Craig tomando un descanso para tomarse un Martini (revuelto, no agitado) y seducir a la dama de turno, el Hunt de Cruise ya no parece tener tiempo para tales placeres mundanos dentro del mundo del espionaje. Incluso si tiene que aguantar su respiración bajo el agua durante tres minutos, en una de las escenas mejor logradas del filme, lo hará sin chistar.

Por eso es que si, en caso de aceptar ir a ver Misión Imposible: nación secreta en la salas de cine, uno deberá aceptar que los tiros imposibles y los artilugios inverosímiles son solo parte de la maquinaria que han hecho de Cruise y su franquicia una de las más carismáticas del cine contemporáneo. Y si durante el final de la película, mientras suena la clásica banda sonora, uno no se queda con ganas de más, entonces ha entrado en la sala equivocada. Siempre se puede esperar a una nueva y cada vez más irreal Rápido y Furioso en la gran pantalla cada equis cantidad de meses.

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