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Nueva normalidad, clases online y la muerte de un hombre en la calle

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20 de julio de 2020 a las 05:01

 “La nueva normalidad” podría significar un retorno a lo de siempre, pero con algún leve remiendo. Esto último es una lógica de fierro. Volver al sistema imperante cuya base es la economía de consumo: el comprar, tirar, comprar, es la ruta a seguir y de allí nadie se va a apear. Es el grito de la gente. 

La nueva normalidad y la teoría del decrecimiento 

Pero, ciertamente, a lo largo de los tiempos y en especial luego de la segunda guerra mundial, tenemos algunas voces que han plasmado al papel determinadas opciones como para que la humanidad no siga encaminada hacia lo que la periodista estadounidense Elizabeth Kolbert definía en su libro La Sexta Extinción: una segura y penosa agonía de nuestro hogar común, la Tierra. Por algo su obra tiró miles de ediciones e innumerables reconocimientos, entre ellos el Premio Pulitzer. 

Ante ello existe la seguridad de que las clases políticas mundiales todavía creen en la posibilidad de crecer económicamente contaminando menos. Y lo que han bautizado como “desarrollo sostenible” es la premisa que rige actualmente, pero sus resultados señalan una progresión acusada hacia la continuación del dominio de la ortodoxia consumista. 

La economía reina por sus respetos y ata de pies y manos a las elites políticas globales en un histórico círculo de acero; ya lo decía el marxista Eduardo Hughes Galeano: “Hace 40.000 años el ser humano eligió un camino”. 

Por ende cualquier leve intención de modificar sustancialmente esta realidad se verá detenida con precisos “lomos de burro” establecidos por una línea política de tirar la pelota para adelante. Ello se ha visto en las sucesivas conferencias cumbres organizadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU), donde, justamente, en 1987 nace el término “sostenible”, una elíptica frase utilizada a la que se recurre muy eficazmente para sofrenar la búsqueda de un acuerdo mundial hacia un más inteligente manejo de evitar lo que parece inevitable a mediano plazo. 

“La idea de progreso, según nuestra opinión, tiene que estar vinculada a la idea de equilibrio de los efectos. Progreso en la medida en que las consecuencias o efectos del mismo se equilibran de tal forma que puedo realizar progresos sin anular los efectos del primero”. Esto lo sostiene el geopolítico católico argentino Alberto Buela, con su trazo vigoroso. 

Y nos habla de la teoría del “decrecimiento”, de cómo se puede cambiar sustancialmente la idea dominante de que el crecimiento económico es la solución a todos los problemas del día a día. Es lo que el sociólogo francés Serge Latouche define como “avanzar retrocediendo”.

En su libro decimonónico La apuesta por el Decrecimiento, Latouche nos rubrica la necesidad de intentar dejar de lado los insensatos objetivos que dicen que la sociedad de consumo es una necesidad natural de las sociedades. Y subraya el dominio totalitario que el progresismo economicista sostiene sobre el hombre. 

Para ello, por falta de espacio, señalamos que lo suyo se basa en lo que define como las ocho erres: reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar y reciclar. Estas son las bases para salir de lo que define como ideología dominante. Sin nihilismos, ni quijotadas, pero con voluntad iconoclasta, Latouche fundamenta todo en la educación que debe ser interpretada como el factor social determinante para llevar adelante, con algún cierto suceso, un método que implique ir saliendo del círculo vicioso del “poderoso caballero”.

Decrecimiento para desintoxicar aquello del amontonamiento materialista ya imposible de ocultar; para salir de una lógica fatal. Si hoy una infinitesimal partícula viral ha puesto en juego nuestro sistema de vida, no quedaría mayor remedio que poner las barbas en remojo y abrir las mentes hacia alguna forma potable de ser más acordes con la aturaleza.

En esto, Latouche, y varios otros intelectuales, simplemente señalan alguna ruta a seguir. “El sistema económico desarrollista ha sido la mayor arma de destrucción masiva inventada por el hombre; así lo ha demostrado el ‘estilo de vida norteamericano’ y así lo comprobaremos con la catástrofe planetaria que China nos prepara.” Esto lo suscribió en 2006, y se podrá estar de acuerdo o no, pero vaya si esa frase no posee una dolorosa actualidad.

Alejandro Bertocchi Moran 

¿Por qué no pensar en clases online como nuevo método ? 

La pandemia llegó como eso que jamás esperábamos, quizás estábamos prontos para otros avances desopilantes en las ciencias y tecnologías pero nunca para algo que sacudiera el mundo más que un terremoto. El mundo dio un giro inexplicable.

¿Qué tan tecnológicos éramos si el hecho de tener reuniones, clases, encuentros vía internet nos parecía algo nuevo y un tanto incómodo? ¿Qué tan acostumbrados estábamos a mirar tanto tiempo las pantallas? 

Siempre salieron artículos en los que se hablaba de cómo el desarrollo de las nuevas tecnologías hacía que las personas nos volviéramos adictas y como consecuencia de ello dejáramos de lado las relaciones humanas, el encuentro “mano a mano”. Pero ¿qué tan cierto era eso? ¿De verdad prepandemia estábamos tan en nuestras pantallas? 

Como cliché de alguien que quiere sacarle lo positivo a lo negativo pienso: hace años la tecnología está presente en nuestras vidas y creo que se podrían implementar nuevas formas de aprendizaje a través de ella. No estoy diciendo nada que no hayamos vivido en estos primeros meses del año. 

La educación presencial siempre va a ser lo más conveniente y práctico, pero no todos tienen la posibilidad de asistir a clases siendo que vivimos en un país donde el foco de estudio está principalmente en Montevideo. 

Igualmente ha habido avances y tenemos universidades en el interior, pero ¿por qué no implementar las clases online como un nuevo método de estudio más allá de la situación extraordinaria que nos tocó vivir? 

Quizás la pandemia nos abrió esa ventana para que repensemos formas de educar y de ser mas inclusivos permitiendo a todos la posibilidad de asistir a clases sin necesidad de realizar gastos que no se pueden enfrentar, como los boletos de ómnibus, alquileres, y todo lo que conlleva trasladar tu vida a otra ciudad. 

La educación online en un mundo como el de hoy tendría que ser una realidad práctica y accesible. Es muy sencillo plantear la idea pero claramente hay muchos aristas en el tema. 

No todos los que quieren estudiar tienen una computadora, o no viven en lugares con buena conexión. Entonces la cuestión es mas diversa, se necesita un verdadero cambio y evaluar muchas situaciones. 

El tema planteado es en base al derecho a la educación; que tiene que ser amparado como todo derecho humano con la importancia que merece y actualizado con los tiempos que corren.

En conclusión, la idea es tratar de crear los ambientes y estructuras necesarias para lograr que todos accedamos a una educación de calidad de la forma que sea: remota o presencial.

Agustina Segú

La muerte de un hombre en la calle y la falta de sentido común 

Lamentablemente, hace pocos días una persona en situación de calle falleció por hipotermia, luego de concurrir a un refugio dependiente del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) en busca de cobijo. Sabemos que fue rechazado por falta de cupo, llevado a una seccional policial y devuelto a la calle, en el contexto de frío polar y alerta meteorológica naranja. 

Esto culminó con la muerte anunciada y evitable de una persona, que solicitó ayuda, no le fue otorgada y le quitó la posibilidad de sobrevivir a una situación que quizás él presagió y tomó acciones para evitar su desenlace. 

Este hecho nos interpela a todos, a la clase política, actores sociales, autoridades y a la sociedad en su conjunto. Esa mañana, enterada del hecho, me interesó profundamente el abordaje y las declaraciones de las autoridades y de la prensa.

Ambas me decepcionaron y me preocuparon. La prensa por su tibieza y las declaraciones del Mides, a mi entender, buscaron diluir el hecho en la generalidad del tema. 

Aquí lo central no es la problemática general de las personas en situación de calle, que tiene muchas aristas. Lo concreto es que una persona en situación de calle solicitó ayuda y no se le brindó ninguna solución, condenándolo a la muerte. 

Esto deja en evidencia: 

1) la falta de sentido común de las personas e instituciones implicadas en el evento,

 2) la falta de empatía y de sensibilidad humana. 

Me pregunto, ante la ausencia real de cupo: ¿a nadie se le ocurrió dar una solución a esa situación puntual?, ¿nadie pensó que dejaba a una persona expuesta a pasar la noche a la intemperie bajo temperaturas extremas?, ¿nadie pensó en las implicancias de esto?, ¿no pudieron visualizar la gravedad de la situación?, ¿que esa persona podía morir por hipotermia?, ¿no hubo negligencia por parte de uno o todos los participantes de este periplo?.

Para finalizar, quisiera realizar algunas precisiones:

1) soy una ciudadana común, no he participado de organizaciones sociales ni he tenido actividad política. 

2) opino como persona común, como integrante de una sociedad a la que pertenezco, brindo la visión de una ciudadana consternada, perpleja ante este hecho.

3) no es mi intención realizar críticas político partidarias y pido no se politice mi opinión y mucho menos la muerte de una persona. Esto es algo que trasciende la política partidaria.

4) solicito se respete mi opinión y mi derecho a expresarme ante un hecho que siento es de una brutalidad pocas veces vista, que no debe pasar inadvertido como sociedad y tampoco diluirlo dentro de una generalidad. 

Es un caso muy particular, enmarcado en una generalidad como es la problemática de las personas en situación de calle, pero que lo diferencia en la solicitud de ayuda para ingresar a un refugio para pasar la noche y salvar su vida. 

Lo más preocupante es la falta de sentido común, la indiferencia y la falta de piedad. Solemos decir que para la delincuencia la vida humana no vale nada (opinión que comparto) pero me pregunto: a nosotros, como sociedad, ¿nos interesan todas las vidas humanas?

Alicia Panzacchi

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