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Obdulio del alma

El próximo miércoles el legendario capitán de la selección uruguaya cumpliría cien años
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16 de septiembre de 2017 a las 05:00
Sus compañeros de equipo lo trataban de usted. Hablaba poco porque lo que decía era sentencia. Ordenaba el equipo en la cancha, desde el punto de vista táctico, estratégico y anímico. Daba instrucciones precisas, de acuerdo a su lectura del momento del juego.

Algunas de esas máximas quedaron para siempre en la memoria colectiva de la nación, como la orden que dio luego del primer gol de Brasil, en la final del mundo de 1950: "Ahora sí, a estos japoneses les ganamos".

Esa decisión, la de ganar ese partido, había tomado forma cuando vio la tapa del diario del domingo, el domingo 16 de julio de 1950, en un kiosco de Río de Janeiro. Ahí estaba formado el equipo brasileño y el título era "Estos son los campeones del mundo". Entonces intuyó que el diario del lunes sería muy distinto. Y el gol de Brasil, que parecía confirmar lo evidente, para él no era más que un detalle dramático, necesario para que los suyos dieran vuelta el destino.

Porque esos 200 mil que gritaban como si fueran un solo monstruo eran "de palo", eran una mentira tan clara como la tapa del diario del domingo, como el consuelo de que los uruguayos habrían "cumplido" si recibían menos goles que los suecos o los españoles, en el camino triunfal de Brasil.

Obdulio Varela pasó a la historia como el líder de los rebeldes, los que no se resignan a perder sin pelear, pero lo curioso es que la tradición indicaba –tal como él lo entendía muy bien– que Uruguay era el grande, el que había ganado tres veces, invicto en torneos mundiales. Su rebeldía, en todo caso, era negarse a admitir que eso ya había pasado; que ahora, en 1950, el mundo pertenecía a Brasil, el gigante que se despertaba.

El capitán celeste tenía razón. Uruguay ganó y continuó su racha de campeón durante el mundial siguiente, hasta que Varela se desgarró en el partido de cuartos de final contra Inglaterra, que Uruguay ganó, y no estaría para la derrota en el alargue en la semifinal contra Hungría, el día que Uruguay perdió su invicto en campeonatos mundiales.

Fuera de la cancha, Obdulio Varela también es recordado como un peleador, líder de la huelga de siete meses entre octubre de 1948 y mayo de 1949, que cambió para siempre la relación entre los jugadores y sus clubes.

En ese ámbito, el de luchador social, también tuvo sus momentos míticos. Los clubes dieron pelea y el campeonato uruguayo se suspendió durante meses. Empezó a ser difícil sobrevivir. En una asamblea en la que otro jugador explicaba la necesidad de terminar con la huelga, y hablaba de forma emotiva de la familia a la que tenía que alimentar, Obdulio se paró y dijo: "Bueno, me voy, que mañana tengo planchada". Se refería a que estaba trabajando como albañil, él, el capitán del Club Atlético Peñarol.

La huelga se ganó, tal como al año siguiente el mundial. Después el mundo cambió y cambió el fútbol, que se hizo el deporte más seguido y más lucrativo en el mundo entero. Uruguay llegó a semifinales en 1970 y esta vez perdió con Brasil, que se quedó con la copa Jules Rimet que Uruguay tuvo dos veces prestada.

A partir de entonces se empezó a decir que la herencia de Maracaná le había hecho muy mal a Uruguay, que habíamos perdido la humildad –la capacidad de aprender– acaso para siempre. El propio Obdulio daba a entender que compartía esa opinión: "Todos mejoran menos nosotros", dijo.

Yo me permito discrepar. Creo que la herencia de Maracaná y en especial el ejemplo de Obdulio Varela, nos inspira, como patria futbolera, de una forma difícil de imaginar en otras culturas. Creo que le da una ventaja competitiva, a cada jugador uruguayo y al equipo, que inspira respeto a los rivales.

Respeto y gratitud se le deben en esta tierra a ese gran hombre que fue Obdulio Varela.

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