Inés Guimaraens

Obesidad, hipertensión y conocimiento: el por qué del reclamo de control de etiquetado

Mientras algunos productos todavía no tienen incluidos los sellos pese a tener exceso de azúcares, sodio o grasas, profesionales de la salud reclaman que se efectivicen los controles

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14 de marzo de 2020 a las 05:03

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Mientras el primer día de marzo gran parte de los uruguayos estaba pendiente de la asunción presidencial, otro acontecimiento –por qué no, histórico– sucedía en las góndolas. Porque ese mismo día entró en vigencia el decreto N° 272/018 que regula el etiquetado de alimentos, por lo que varios de los productos envasados que se ofrecen en los supermercados lucieron logos octogonales de color negro y borde blanco que indican que ese alimento tiene grasas, azúcares y sodio en exceso.

Pero llegar hasta este punto llevó su tiempo.

A fines de 2017 desde el gobierno de Tabaré Vázquez se informó que se implementaría de forma gradual el etiquetado de alimentos. Y en ese momento, fue cuando las autoridades correspondientes comenzaron a trabajar en el decreto que está hoy vigente porque, entre otras alarmas a nivel de salud pública, las cifras de obesidad y sobrepeso se encontraban por encima del promedio del continente.

Pero en todo el proceso, el palo en la rueda siempre vino del lado de la industria. Porque a ninguna empresa que venda ultraprocesados le sirve que sus productos tengan un sello que no invita a su consumo y porque reformular la composición de los alimentos para que esos excesos sean controlados y rediseñar los envases también requiere de tiempo. Pero las reglas del juego se presentaron con anticipación. Porque desde que el decreto fue publicado (agosto de 2018) se estableció un plazo de 18 meses para que la industria se adecuara a la normativa.

“Las grandes corporaciones se oponen porque quieren seguir actuando como lo hicieron hasta ahora. Buscan que el consumidor sea ignorante, mientras siguen invadiendo la publicidad y todo lo que es el entorno infantil para seguir impulsando la venta de productos no saludables”, sentenció el nutricionista Miguel Kazarez.

Sin embargo, aunque ahora el rotulado frontal es obligatorio varios productos que deberían tener el octógono no lo tienen. Y las garantías en torno a los controles todavía no están dadas. En una nota publicada en El Observador a fines de febrero, la Cámara Industrial de Alimentos (Ciali) informó que ciertas empresas no habían colocado los octógonos porque estaban a la espera de la posible flexibilidad que pudiera otorgar el gobierno. A su vez, trascendió que el control del nuevo etiquetado no sería una prioridad de este gobierno. 

Fuentes del Ministerio de Salud Pública (MSP) dijeron a El Observador esta semana que Daniel Salinas está de acuerdo "conceptualmente" con el decreto y pretende ejercer los controles correspondientes. De todas formas, esta semana el gobierno decidió postergar por 120 días el plazo dispuesto en la obligatoriedad del etiquetado de alimentos.

“La medida empezó a regir y confío en que se respete. Hablaría muy mal del gobierno si no se controla y significaría que el lobby de la industria alimenticia tiene influencias bastante considerables como para desarticular una medida que se tomó pensando en el bienestar poblacional. Quiero creer que eso no va a pasar”, opinó Kazarez.

La nutricionista especializada en enfermedades no transmisibles (ENT), Raquel Sánchez, manifestó la preocupación que existe en la Asociación Uruguaya de Dietistas y Nutricionistas (Audyn) ante la falta de respuestas del gobierno en torno a si se efectivizarán los controles sobre etiquetado. 

La profesional insistió en que esta, junto a otras posibles medidas son esenciales para avanzar en la prevención y tratamiento de las ENT, que son la principal causa de muerte en Uruguay.

Inés Guimaraens

Las ENT tienen entre sus principales cuatro factores de riesgo al consumo de tabaco, el consumo nocivo de alcohol, el sedentarismo y la alimentación no saludable. Desde 2005 en Uruguay se impulsaron políticas públicas antitabaco con las que, por ejemplo, se prohibió fumar en espacios cerrados, la publicidad fue restringida –antes mostraba en pantalla a personas, aparentemente saludables, felices con su cigarro en mano– y el packaging tuvo que incluir potentes imágenes. También se aplicaron políticas que influyeron sobre el consumo de alcohol, como los limites de horario de venta y la tolerancia cero en el tránsito.

Pero aunque se aprobó la ley 19.140 de 2014 sobre alimentación saludable en centros educativos, se logró un acuerdo para que se redujera la sal en panificados y se aprobó el proyecto de ley que regula la comercialización de los sucedáneos de la leche materna, no se aplicó en los últimos años ninguna política pública fuerte para limitar el consumo de productos ultraporcesados.  

Pese a ser factor de riesgo de una de las principales causas de muerte en Uruguay y pese a que las cifras de obesidad y sobrepeso se dispararon en las últimas dos décadas, hasta hace un tiempo, los alimentos no saludables no parecían entrar en el radar de posibles amenazas para el sistema de salud pública.

Y los datos caen por su propio peso. Según informes de la OPS y la OMS; entre 1999 y 2013 la venta de bebidas azucaradas se triplicó mientras se duplicó la venta de otros productos con exceso de azúcares, sal y grasas. En 2015, la OPS alertó que entre el 2000 y el 2013 Uruguay fue el país latinoamericano que registró el mayor aumento en las ventas de ultraprocesados (un 146%). Durante el mismo período, el sobrepeso en adultos en Uruguay pasó de 52,5% a un 64,9%. En tanto el MSP registro que el 39% de niños y adolescentes presenta exceso de peso.

A su vez, la y 2ª Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de ENT evidenciaron un incremento en la prevalencia de hipertensión arterial con respecto a 2006. Raquel Sánchez citó además un informe reciente de la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular en la que se sostiene que el 40% de los niños entre 10 y 13 años presenta sobrepeso y de ellos, el 22% son hipertensos. “Esto significa que ENT que antes eran propias de los adultos, en la actualidad se diagnostican con mayor frecuencia a niños y adolescentes”, alertó la profesional.

En ese sentido, la nutricionista Raquel Villegas agregó que “la obesidad a edades tempranas provoca muchas más secuelas y da lugar a adultos jóvenes con más enfermedades y peor calidad de vida, lo que además generará un gran gasto en sanidad”.

Entonces, el decreto que regula el etiquetado se convierte en la primera medida estatal que intenta atajar un problema –que es el consumo indiscriminado de productos ultraprocesados de pésima calidad– que viene desde hace años. Se trata de una herramienta para que el común denominador de los uruguayos pueda elegir de forma más consciente los alimentos que compra. Y es también un manto de transparencia sobre ciertas estrategias de marketing que buscan confundir a los consumidores haciéndoles creer que un producto es más sano de lo que en realidad es.

¿Es efectivo el rotulado?

Kazarez entiende que la lectura del rotulado estimula el aprendizaje y una mejor selección del producto por parte del consumidor. Según citó el profesional, hay estudios que establecen que el etiquetado nutricional influye en la elección de los productos de mejor calidad.

Para Villegas, el color negro y la forma de los sellos colaboran en el impacto a la hora de elegir los productos y resaltan nutrientes no saludables que antes requerían de una lectura detenida del etiquetado trasero para ser captados. La elección del estilo de rotulado frontal está basada en el modelo chileno, que demostró ser en cierto sentido efectivo.

El país andino se convirtió en un referente en el continente por su adopción de medidas para combatir la obesidad. Porque además de implementar el etiquetado frontal, prohibió la publicidad dirigida a los niños en alimentos con octógonos y prohibió la comida chatarra en escuelas. Y cuatro años después de que se implementaran esas medidas, el consumo de bebidas endulzadas se redujo en más de un 24%.

De todas formas, los datos de Chile y los posibles resultados a largo plazo en Uruguay dependen de múltiples factores. Los nutricionistas consultados insisten en que son varias las medidas que se pueden implementar para, junto con el etiquetado, intentar ganarle la batalla a los alimentos de paquete de pésima calidad.

Kazarez consideró que en toda la dinámica comercial, las más afectadas terminan siendo las personas con bajos recursos. Porque, por ejemplo, se implementan mecanismos de producción y comercialización que atentan contra la salud ambiental y humana y generan productos de muy mala calidad con bajos costos y amplios márgenes de ganancia para quienes los venden. Por eso para el nutricionista las medidas como las del etiquetado no van a ser suficientes si no se acompañan con programas que busquen reducir el costo de los alimentos saludables y modifiquen la alimentación escolar.

Cocina en la escuela

Una de las posibles soluciones que propone el profesional es que se cargue de impuestos a los ultraprocesados y con parte de ese excedente se recaude para financiar el descenso de precio de “comida de verdad” como frutas y verduras. Además, propone generar campañas de concientización y opina que cocina y nutrición deberían formar parte de la currícula en escuelas y liceos. Sánchez agregó que se debería cargar con mayores impuestos a las bebidas azucaradas, regularizar la publicidad de productos no saludables y fomentar el consumo de alimentos naturales, entre muchas otras medidas posibles.

En tanto Villegas cree necesario que se subvencionen los cultivos locales, que se concientice sobre el “terrorismo de supermercado” y que se prohíba colocar productos no saludables en las cajas y a fácil acceso de los más chicos. Y “establecer el rotulado frontal es muy importante poder porque puede motivar a caminar hacia otras adaptaciones que sin dudas son necesarias y posibles”, afirmó la profesional.

Qué quiere decir "exceso de"
Los alimentos para los cuales la normativa exige el rotulado nutricional deben llevar un octógono si: un 20% del valor calórico total o tres de cada 100 gramos del producto contiene azúcares, si se superan los 8 miligramos de sodio por una kilocaloría o los 500 miligramos en 100 gramos, si las grasas exceden el 35% del valor calórico total o si las grasas saturadas llegan a representar el 12% de las calorías totales.
Pero, ¿por qué se eligió alertar solo sobre el exceso de grasas, azúcares y sodio?, y, ¿cómo se determina el parámetro para considerar los excesos? La elección de alertar sobre estos nutrientes y no otros se debe a que su consumo excesivo o desequilibrado está directamente asociado con el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles.
Villegas explicó que el sodio se encuentra comúnmente en la sal y que, si bien muchos alimentos lo contienen de forma natural, el problema surge cuando se consume agregado en gran cantidad. La nutricionista ejemplificó que este exceso puede estar en productos como las galletas al agua o algunas integrales –que suelen pensarse como saludables– y en refrescos (aunque el sodio cada 100 mililitros es poco, si se consume mucha cantidad de esa bebida a lo largo del día el consumo final sería de una gran cantidad). “El exceso de este mineral está asociado con un mayor riesgo de sufrir hipertensión arterial, lo que puede empeorar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, que son el primer motivo de muerte a nivel mundial”, detalló la especialista.
Pixabay
En cuanto a los azúcares, existen varios tipos pero esta legislación consideró a algunos como la sacarosa extraída de azúcar, de caña o remolacha azucarera, azúcar crudo o morena, azúcar blanco, azúcar cande, melaza de caña, lactosa y jarabe de almíbar. 
Villegas alertó que el consumo elevado de azúcares ricos en energía y pocos o ningún nutriente (lo que se conoce como calorías vacías) está asociado a la obesidad y puede provocar problemas a la salud como la diabetes, el hígado graso o la cirrosis no alcohólica.
Y en materia de grasas, que ya de por sí en exceso son contraproducentes, se tiene consideración aparte con las saturadas porque su exceso está directamente relacionado con un mayor riesgo de tener complicaciones a nivel cardiovascular.

De paseo por el supermercado

Pasear por estos días por las góndolas locales resulta un baldazo de agua fría para varios que se confiaron en ciertos productos por estar avalados por asociaciones como la de diabéticos o la de celíacos o por venderse como saludables (por ejemplo los jugos “de fruta, las galletas al agua, las barritas de cereal, algunas granolas, cereales, algunos panes y algunas galletas de salvado). Quizá también resulte útil para los padres que buscan evitar los excesos de nutrientes de mala calidad en sus hijos.

Pero recorrer ahora un supermercado también da lugar para la confusión. Porque todavía hay productos que no fueron rotulados. Entonces, si yo dejo de consumir “x” alimento porque tiene un sello y elijo otro de la misma categoría que no tiene ninguno, ¿cómo sé que el que no tiene ningún sello es porque es más sano y no porque la empresa que lo vende no cumplió con la normativa? Además, ¿quién le garantiza a las empresas que sí se adaptaron al decreto que no serán víctimas de una competencia desleal?

La mayoría de las veces que se les dedica alguna de estas páginas a las problemáticas en torno a la alimentación, los intereses de la industria alimentaria  aparecen de fondo. Cuando se escribe sobre la importancia de consumir productos naturales salta de costado el cuestionamiento sobre los altos costos. Cuando se recomienda limitar el consumo de ultraprocesados, el contraargumento es que, además de ser menos costosos, se adaptan por su practicidad a los tiempos que corren. Cuando se fomenta la comida saludable en niños cualquier padre podría decir que en la escuela o colegio al que va su hijo la cantina ofrece comida chatarra. Y es que no, el consumidor solo no puede.

Por estas razones es que crecen los reclamos de implementación de políticas públicas que apunten al consumo alimenticio consciente, sin las cuales las cifras de obesidad y sobrepeso y la alta tendencia a contraer enfermedades no transmisibles desde temprana edad no van a bajar. Y esto, además de perjudicar a las personas, genera costos sanitarios importantes–según coinciden los nutricionistas consultados– a largo plazo.

“La industria alimentaria es un gran motor económico a nivel mundial. Subvenciona eventos y hospitales, paga congresos de salud, paga sueldos en diferentes asociaciones con sellitos asociados a lo saludable y regala productos a los más necesitados. Es difícil limitar de forma drástica su actividad”, dice Villegas. La nutricionista sostiene que el poder lo tienen las familias, porque si estas no compran un producto, no se fabrica. Pero insiste en que para eso hay que darles la información de forma clara y concisa para que tengan las herramientas de decidir de forma imparcial.  Es ahí cuando el rotulado frontal adquiere sentido.

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