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Para aumentar la concentración, también es útil distraerse

Con estímulos constantes como WhatsApp o Facebook, el primer paso es reconocer los límites de la atención
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24 de octubre de 2018 a las 05:01

Concepción de León - New York Times News Service

Para empezar, acompáñenme a hacer algunos cálculos. Si el libro nuevo de Chris Bailey, Hyperfocus: How to be More Productive in a World of Distraction, tiene 215 páginas y yo puedo leer 40 páginas por hora, ¿cuánto debí haber tardado en leer el libro? Respuesta: un fin de semana. Realidad: tres semanas.

No es culpa de Bailey. Escribió un libro cautivador acerca de cómo administrar tu atención puede hacerte más productivo, pero cada vez que intentaba sentarme a leer, me sentía atraída en otra dirección, casi siempre hacia mi teléfono: Instagram, correo electrónico, más correo electrónico, Facebook, WhatsApp; en ocasiones simplemente deslizaba el dedo por la pantalla sin ningún objetivo. 

Hyperfocus les enseña a los lectores a controlar su limitada capacidad de concentración y a procesar las cosas en el momento, algo que él llama nuestro “espacio de atención”. Resulta que la memoria operativa es demasiado pequeña y solo puede manejar un puñado de tareas a la vez. Cuando una de ellas es compleja (como cuidar a un niño pequeño) esa cantidad se reduce a una o dos tareas.

Bailey escribió que el problema consiste en que nuestro cerebro está predispuesto a la distracción: en promedio vaga un 47%  del tiempo que tenemos diario. Quienes nos sentamos frente a una computadora, por lo general trabajamos solo 40 segundos antes de distraernos o ser interrumpidos. En consecuencia, nuestro espacio de atención se llena constantemente, lo cual desacelera nuestro ritmo de trabajo.

Bailey divide su libro en dos secciones: una se centra en la “hiperconcentración”, que es el estado en el que dedicas toda tu atención a una tarea compleja, y la otra se enfoca en la “disperconcentración”, el estado en el que le permites a tu cerebro, de forma intencional, vagar para relacionar las ideas, planear el futuro y recargarse. Mientras que la hiperconcentración es la clave para la productividad, la disperconcentración fomenta la creatividad.

Bailey enseña cómo volver a analizar tus tareas, establecer tus prioridades y reducir las interrupciones. Nosotros mismos perpetuamos nuestras distracciones más arteras, como las preocupaciones personales que nos molestan a lo largo del día o las constantes consultas a nuestro teléfono celular. Para solucionarlo, Bailey invoca la obra de David Allen Getting Things Done, un libro sobre productividad publicado durante la primera década del siglo que presenta un método para gestionar el tiempo basado en la noción de que nuestro cerebro está diseñado para tener ideas, mas no para retenerlas. Allen llama “circuitos abiertos” a estos pensamientos, tareas o proyectos inconclusos, y Bailey arguye que estos carcomen nuestra atención.

“Cuando reúnes las tareas, proyectos y otros compromisos en un solo lugar, eres capaz de dejar de pensar en ellos y concentrarte en el resto del trabajo”, escribió Bailey. Una vez que has escrito todos los pensamientos que te distraen, te ofrece algunas recomendaciones para modificar tu entorno o hábitos con el fin de reducir las distracciones por adelantado, como poner tu teléfono en modo avión.

Pero puede ser útil que tu mente divague: es ahí donde entra la disperconcentración. “Cuando nuestra intención es concentrarnos, soñar despiertos puede acabar con nuestra productividad. No obstante, soñar despiertos tiene una potencia increíble cuando nuestra intención es resolver problemas, pensar de forma más creativa, hacer lluvia de ideas nuevas o recargarse”, afirmó Bailey. Pero debemos hacerlo “con un propósito”. 

Saber que mi cerebro solo puede procesar una tarea compleja a la vez elimina la presión de manejar múltiples tareas y llenar cada momento con todo lo que sea posible.
 

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