Peñarol tiene ese particular mandato de la historia. Su forma de ser y sentir el fútbol se transmite de generación en generación. Y es algo que el paso del tiempo fue incapaz de terminar. Siempre habrá un portador de ese reglamento que no está escrito en ningún lado, pero que se respeta como ley.
La historia dice que cuando Omar Caetano fue a buscar al botija aquel de pelo largo que deslumbraba en alguna cancha de baby fútbol, jamás imaginó lo que le tenía deparado el destino.
Tampoco lo sabía Pablo Bengoechea cuando al chiquilín lo ascendieron y lo adoptó como una especie de padrino.
Pablo cerraba todos los entrenamientos rematando penales con el juvenil al lado, mirando y escuchando.
Solo los clubes que respetan su pasado se brindan determinados lujos. Antonio Pacheco se formó, creció y forjó su propia historia en el club. Hoy está a punto de superar a quien lo ayudó a empezar a recorrer el camino.
“Soy malo para las estadísticas pero debo andar entre los jugadores con más partidos clásicos en la historia”, se animó a disparar Pacheco luego del triunfo clásico.
Y no está mal encaminado. El destino puso a Pacheco a tres partidos de superar a quien fue su primer maestro. Omar Caetano, que lo llevó al club, tiene 57 partidos clásicos, y Pacheco con el del domingo alcanzó los 54.
Pero eso no es todo. Por el campeonato Uruguayo, Nacional es uno de los clubes a los que el 8 le marcó más goles.
Y nadie puede determinar quién vendrá detrás de Pacheco en esta historia donde los propios jugadores, por mandato del pasado, se encargan de transmitir y dejar sus enseñanzas a los que vienen.
Pacheco vivió un domingo completo. Hace un año y ocho meses atrás pensó que no jugaría más en el club. Lo despidieron. Fue tal la revolución social que se armó que la propia gente lo devolvió a la institución, no los dirigentes, algunos de los cuales ya ni siquiera están. “Esto lo compartí con mi corazón, porque así siento a Peñarol”, expresó para reflejar su sentimiento por la camiseta.
Y al margen de que vaya a saber uno qué le tendrá preparado el destino a Tony Pacheco, su imagen, sus brazos abiertos, su boca llena de gol y el número 8 quedarán para siempre en la historia del club. Porque si hay algo contra lo que nadie puede es contra el sentimiento del pueblo futbolero. Durante años en este país se vendió la camiseta número 9, la de Morena. Después el símbolo pasó a ser el 10 de Bengoechea y las últimas generaciones llevarán para siempre adherido a la espalda el 8 de Pacheco. Para el pueblo, lo que es del pueblo.
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