Peñarol bicampeón del Super Rugby Américas, porque construyó su identidad

Fue el premio al mejor equipo del torneo. Porque este año Peñarol se separó del resto: con una base local de Los Teros que se prepara para el Mundial, aprovechando que Argentina dividió sus fuerzas en dos equipos, que Selknam bajó notoriamente su rendimiento, el aurinegro dio un paso al frente, y se mostró como el mejor con distancia. Pero más allá de los rivales, lo hizo respecto a sí mismo: fue una versión mucho más completa en el juego: en la defensa, en el ataque, en las formaciones fijas, que en los años anteriores.

Para los hinchas, para los que se acercaron por la camiseta amarilla y negra, el objetivo en sí mismo era este: la copa levantada. Para los jugadores en parte también, porque uno no invierte horas y horas de un semestre, aunque sea profesionalmente, para que los objetivos le sean indiferentes. Por eso el festejo, el enorme desahogo del final de jugadores y de hasta los entrenadores, casi siempre de perfil bajo. En parte porque la final se complicó al extremo, al punto que un 17-0 al descanso terminó siendo una victoria 23-17 defendiendo in extremis en la última pelota.

Por eso la alegría de todos, que además ratifica esa historia de éxitos en los que se ha embarcado el rugby uruguayo en los últimos tiempos. Que tiene un sello: trabajo serio y obsesivo, a cada detalle, en cada aspecto. Que no asegura resultados, pero da la plataforma ideal para lograrlos.

Pero el objetivo final del rugby uruguayo no es este, sino el de setiembre: el Mundial de Rugby. Y ahí es donde hay que ir a buscar las conclusiones más importantes de esta consagración en el Super Rugby Américas. 

Lo más relevante: el equipo pudo desarrollar, durante casi un semestre entero, una gama de opciones de juego con una regularidad que pocas veces se le había visto antes. Es cierto que una cosa es el nivel del Super Rugby Américas y otro el del rugby internacional, donde Los Teros sí han tenido chispazos de ese juego, pero lógicamente le cuesta más imponerlo. Pero el entorno profesional para hacerlo durante varios meses es una gran noticia pensando en Francia 2023.

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En la final ese juego sólido duró 40 minutos, como ya había pasado en la semi. Peñarol se fue al descanso 17-0, merced a que dominó todo en ese arranque: ahogado por una defensa que salió a buscarlo siempre arriba,optó por jugar agrupado, al viejo pick and go. Porque si algo demostró este Peñarol es que puede usar cada herramienta disponible para jugar. Así llegó al primer try, y al segundocon con un line y maul, lo que sumado a un penal construyó la ventaja de 17-0. ¿El resto? Defensa sólida, gran uso del pie para salir de su zona defensiva, gran nivel de su medioscrum Santiago Álvarez para conducir el juego, en una noche en la que a su apertura Felipe Etcheverry le costaba más aparecer porque estaba muy marcado.

Pero en el segundo tiempo el equipo volvió a caer. Como ante Yacaré, el rival quemó las naves y salió a buscarlo. Y le impuso la kryptonita que ya había encontrado Pampas, el único rival que lo pudo vencer (las dos veces): complicarle cada jugada en el breakdown, lo que anuló el juego rápido con el que Peñarol suele hacer daño. Eso, y un scrum extrañamente dominado cuando fue uno de los bastiones en todo el torneo, lo obligaron al equipo de Pablo Bouza a defender. Y en defensa se cargó de penales, con lo que Dogos aprovechó para acercarse: 7-17

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Peñarol fue solo respuesta, nunca propuesta, y una enorme cantidad de errores de manejo, al punto que en un momento Dogos tenía 9 scrums a favor y Peñarol 2. Entonces solo pudo responder con un drop de Etcheverry de media cancha, para el 20-7, y luego otro penal de Felipe para el 23-14 luego de que Dogos llegara a su segundo try: más confiado, apostando a largarse  a jugar de todos, lados, aprovechando que no tenía nada para perder (es un equipo casi juvenil, contra la base de Los Teros mundialistas) y llegando a un penalty try desde el maul. 

Lo peor de Peñarol estuvo en ese lapso: maniatado, nervioso, hasta fallando tackles, que generaron 2 quiebres ofensivos de Dogos, raros en un torneo donde la defensa fue una de las mayores virtudes. Un penal más puso a los argentinos a tiro 23-17. Y tuvieron la última, otra vez tras penal, line y maul, que terminó en pelota trabada.

Si nos ponemos exigentes, los dos segundos tiempos de Peñarol en la semifinal y en la final fueron muy malos, y no estuvieron acorde a un equipo mundialista, contra una oposición que no esta ni de cerca de la que Los Teros encontrarán en el Mundial.

Pero también hay que ser realista y ponerle contexto a las cosas: este equipo se jugaba mucho desde lo mental en estas semifinales. Tuvo que poner en jeugo la corona y jugar con el favoritismo. Y en la definición, sin algunos jugadores clave: Gastón Mieres y Matías Benitez lesionados, Manu Diana (el tryman y mayor tackleador) afuera de la final porque se casa mañana. Esas también son pruebas mentales que el equipo afrontó este semestre, y por el cual creció. Ante todo, se miró al espejo y encontró muchas respuestas, aún en los errores.

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Peñarol festejó, Dogs se fue con la frente alta. Sudamérica pudo ratificar una tercera temporada de su competencia profesional, en crecimiento. Pasó el sacudón de la pandemia, que casi liquida al torneo, y tuvo su primera edición de ida y vuelta. Y se colocó en una posición esperanzadora pensando en los próximos años de esta competencia que ayudó a elevar el nivel de la región. Otro motivo para cerrar este Super Rugby Américas con semblante positivo.