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Polvo de cemento: problema sanitario

Todo el proceso del cemento tiene potencial para ser ambientalmente destructivo
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16 de febrero de 2014 a las 19:33

Todo el proceso del cemento tiene potencial para ser ambientalmente destructivo: desde la extracción de la materia prima hasta la combustión de los hornos. Muchas etapas de su fabricación generan y liberan polvo al ambiente y los hornos, sin filtros adecuados, expiden humos cargados de tóxicos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) aceptó que tanto la exposición de corto y largo plazo a partículas puede afectar la salud y que la exposición crónica aumenta la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón. Y, por supuesto, las cementeras son grandes productoras de partículas: por la emisión rutinaria desde las plantas y los depósitos secundarios en suelo, en construcciones, en agua, en sedimentos de ríos y lagos y en organismos vivos (incluidas personas expuestas) a partir de los cuales se consolidan nuevas rutas de diseminación.

“Nada de lo emitido por los hornos de las cementeras hacia el aire de la comunidad es seguro para respirar. Cero emisiones es el único nivel seguro de contaminación”, afirman Adriana Cousillas, Nelly Mañay y Laura Pereira, investigadoras de la cátedra de Toxicología e Higiene Ambiental de la Facultad de Química, en un documento sobre los riesgos sanitarios del cemento portland al que tuvo acceso El Observador.

El dúo químico
Los hornos emiten dióxido de carbono (gas de efecto invernadero), gases ácidos, óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, metales pesados (como plomo, mercurio y cromo); pero la generación de humos puede traer aparejado al dúo químico tóxico más conocido por la ciencia: dioxinas y furanos. Estos son químicamente persistentes y su origen es enteramente responsabilidad del ser humano.

Dioxinas y furanos ingresan a las personas por el agua y los alimentos contaminados, pero también cuando inhalan partículas. Entre sus efectos se mencionan toxicidad dérmica, inmunotoxicidad, daño hepático, efectos en la reproducción, alteraciones durante el desarrollo embriológico, perturbación endócrina y propiedades oncogénicas.

Al menos cuatro trabajos científicos han analizado la relación existente entre dioxinas y cáncer, en particular para los cánceres estomacal, colorrectal, hepático y pulmonar. En 2007, un estudio italiano reveló que la exposición a dioxinas procedentes de incineradores aumenta el riesgo de sarcoma. Según la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), la dioxina TCDD es cancerígena.

Si las plantas cementeras de Uruguay quemaran residuos peligrosos, las emisiones de dioxinas serían 21 veces más altas. Según la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA, por su sigla en inglés), el nivel en el polvo de hornos sería 11.667 veces más alto.

ANCAP y Cementos Artigas queman fuel oil y cáscara de arroz. La estatal también utiliza aceites de descarte. No obstante, el combustible principal para la cementera privada es el coque de petróleo.

El problema del coque del petróleo es que es un residuo de la refinación del combustible fósil y, de acuerdo a estudios químicos, contiene la mayor parte del azufre, nitrógeno, metales pesados y moléculas pesadas del petróleo. La quema de estos complejos químicos genera una cantidad importante de contaminantes.

El contrarresto de la cáscara de arroz es que reduce las emisiones de gases de efecto invernadero.

Humos y polvos
El dúo problemático no se va solo con el humo, sino que está contenido en el llamado “polvo de los hornos”, un subproducto de la industria. Una parte se recicla en la cadena de producción y otra es enviada a rellenos. Y como compañía tienen al óxido de calcio y varios metales tóxicos.

Adriana Cousillas explicó a El Observador que los polvos menores a 100 micras (una micra es la millonésima parte de un metro) penetran hasta la nariz y la boca; mientras que los menores a 25 micras son capaces de llegar hasta la laringe y los de 5 micras hasta la región alveolar. De esta clasificación, la experta indicó que la fracción más importante a controlar es la última “por su mayor penetración en el organismo y, por tanto, mayor riesgo de desarrollo de un efecto adverso”.

El riesgo más común es la irritación de ojos y garganta. Pero el material particulado lleva todo lo malo de sus componentes. “Tiene sícile cristalina que es cancerígena; además de todo lo que son metales”, apuntó la experta. Por citar algunos ejemplos, el cromo VI es un cancerígeno para humanos conforme al IARC y a la EPA, el manganeso daña el sistema nervioso; mientras que el plomo −el más conocido− puede afectar la mayor parte de los órganos y sistemas, en particular el nervioso.

Los niños son los más vulnerables. El documento entregado a El Observador expone que los más pequeños pasan más tiempo en el exterior y están más cerca del suelo, donde se concentran más elementos contaminantes del aire. Al mismo tiempo, no tienen completamente desarrollado su sistema inmune, sus riñones e hígado que constituyen el primer escudo contra muchos químicos.

Como medidas de prevención y mitigación del riesgo sanitario, las investigadoras recomiendan el uso de la última tecnología en materia de filtrado, áreas verdes alrededor de las industrias y responsabilidad ambiental.

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