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Por qué los hombres matan y por qué Valverde debe casarse

La relación estadística entre hombres jóvenes y delito es indiscutible
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18 de enero de 2020 a las 05:02

¿Viste a Valverde contra el Atlético?

–Qué momento para esa patada, por favor. Y salió elegido MVP igual.

–Los jugadores de los últimos años son otra cosa.

–Es una generación distinta. Valverde, Josema, Torreira… son jugadores completos.

–No es solo eso. Están concentrados, son profesionales. Yo creo que son los clubes que los obligan a casarse y sentar cabeza–.

–¿Vos decís?

–Y, claro. Escuchame, ningún millonario superestrella se casa a los veinte años. Los clubes saben que si tienen familia se portan mejor, se concentran en el fútbol y viven más tranquilos. Ganan todos. A la larga los pibes también.

Mientras mi peluquero descomponía en detalle los beneficios de la vida de casado, mi mente agradecía el final de las vacaciones y se embarcaba en una reflexión sobre las implicaciones que su argumento tenía para la seguridad pública.

En el Uruguay de hoy, la noción de que el comportamiento masculino puede o debe ser refrenado por las mujeres –o peor aún, por el matrimonio– resulta anticuada y prehistórica. Dependiendo de cómo se mire, puede ser incluso insultante. Y, sin embargo, que la premisa sea políticamente incorrecta no impide que sea también uno de los postulados de mayor consenso dentro de la criminología moderna. De hecho, la asociación entre el compromiso matrimonial y el desistimiento del delito ha sido reconocida desde hace tiempo en la literatura y es coherente con varias de las teorías criminológicas más elementales.

Tal vez el estudio más robusto y conocido sea uno publicado en 2006, cuando un grupo de criminólogos buscó determinar qué factores eran más influyentes a la hora de evitar la incursión en el delito1. Para ello, estudiaron durante 45 años la trayectoria de vida de mil adolescentes de estratos socioeconómicos bajos en la ciudad de Boston. Concluyeron que había dos factores determinantes: el acceso a un empleo estable y la unión en matrimonio con una mujer. Manteniendo otras variables incambiadas, tres de cada cuatro solteros habían incursionado en el crimen, frente a solo un tercio de los casados. En un ambiente en el que pocos hombres jóvenes logran escapar del delito, la unión en matrimonio se asociaba a una reducción aproximada de 35 por ciento en las probabilidades de incidencia.

Por supuesto que este estudio deja varias interrogantes abiertas. ¿El matrimonio aleja a los hombres del delito? ¿O es que los criminales son menos propensos a contraer matrimonio? ¿Es la unión que desincentiva el crimen, o es que la probabilidad de encontrar una pareja aumenta cuando los hombres no se apartan de la legalidad? ¿Las nupcias son determinantes, o tiene el mismo efecto la convivencia en pareja? Aunque siempre hay limitaciones y evidencia contradictoria, la gran mayoría de los estudios realizados coinciden en el veredicto: la unión en matrimonio –y no solo el noviazgo– suele tener un efecto disuasorio significativo sobre la conducta delictiva de los hombres2.

Hay dos teorías que nos pueden ayudar a explicar este efecto. Por un lado, según la teoría del control social, el matrimonio supondría la inserción duradera del potencial delincuente en un nuevo organismo de contención, donde la pareja, su familia y sus amigos pueden jugar un rol determinante a la hora de mantener al nuevo miembro a raya. Por otro lado, la teoría del aprendizaje social evocaría que el casamiento conlleva rutinas, actividades y lazos prosociales que pueden inducir a un comportamiento legítimo y reducir las posibilidades de incurrir en comportamientos criminógenos. En otras palabras: hay obligaciones familiares que son incompatibles con el alcohol, las drogas o las malas influencias, lo que termina revirtiendo en nuevas amistades y posibilidades de empleo. Como no faltan hombres jóvenes, solteros y sin antecedentes penales, es evidente que esta no es una máxima categórica. Estar soltero, casado o en pareja no determina ningún comportamiento. Sin embargo, la relación estadística entre hombres jóvenes y delito es indiscutible. De hecho, si existe un elemento en el que todos los criminólogos parecen estar de acuerdo es que los hombres cometen más crímenes que las mujeres, son más propensos a la reincidencia y se involucran en delitos más graves y violentos. Este fenómeno no tiene excepciones: se ha demostrado válido en todas las sociedades, culturas y épocas estudiadas, y su mayor vigencia se constata entre los 15 y los 29 años de edad3.

Las estadísticas actuales lo corroboran. El informe de 2019 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) reporta que más del 90% de los homicidios a nivel mundial son cometidos por hombres, quienes a su vez suponen más del 80% de las víctimas. La diferencia es aún mayor en América Latina, donde la proliferación de pandillas deriva en que más del 95% de los homicidas sean hombres4. Lamentablemente, los datos disponibles sobre otros crímenes violentos tienen grandes limitaciones, pero la tendencia parece ser la misma. En general, los delitos violentos son cosa de hombres, y esto aplica también a nuestro país, donde las mujeres suponen menos del 10 por ciento de la población reclusa.

¿Por qué los hombres son más propensos al crimen y la violencia? Aquí el consenso científico se diluye y las explicaciones son diversas. Habiendo factores biológicos, psicológicos y culturales en juego, no es posible dar una respuesta satisfactoria en dos párrafos. Sin embargo, el hecho de que en la mayoría de las especies los machos sean más agresivos, de que los hombres ya sean más violentos que las mujeres en la primera infancia, y que las diferencias arriba planteadas se registren en todas las sociedades y épocas estudiadas, sugiere que las diferencias biológicas básicas entre los sexos son especialmente pertinentes.

La historia de nuestra especie está marcada por los incentivos de los hombres para competir por parejas sexuales y por los incentivos de las mujeres para evitar riesgos y cuidar su descendencia. Por ello no sorprende que exista también una correlación entre criminalidad y niveles de testosterona, la hormona sexual que se asocia a la agresividad, la competición y el apareamiento. Con relación a las mujeres, los hombres producen niveles mucho mayores de testosterona antes de nacer y tras el inicio de la pubertad. Niveles que luego se reducen considerablemente cuando los hombres se asientan y forman una familia. Y curiosamente, son numerosos los estudios que demuestran que las disminuciones comienzan poco tiempo después del matrimonio5. Desde una perspectiva evolutiva, estos cambios tienen sentido, porque implican una compensación entre los esfuerzos de apareamiento y paternidad: Los descendientes de aquellos individuos que mostraban estas variaciones tenían más probabilidades de sobrevivir.

Evidentemente, el estado civil no forma parte del sistema de justicia criminal y tampoco hay razones que justifiquen un esfuerzo estatal en una u otra dirección. Sin embargo, las correlaciones entre amor, emparejamiento, compromiso, agresividad y delincuencia sugieren que el establecimiento de lazos afectivos duraderos tiene consecuencias positivas para la seguridad pública. Los jóvenes en general, pero sobre todo los jóvenes en situación de riesgo y aquellas personas que ya cayeron en la delincuencia, son los beneficiarios más evidentes. En el sistema penitenciario hay lugar para políticas que eviten el aislamiento y favorezcan la creación y mantenimiento de lazos afectivos. 

Según mi escritor de cabecera, Steven Pinker, hace tiempo que nuestra especie viene tomando medidas al respecto, aunque no sea de forma intencional6. De acuerdo con la hipótesis de auto-domesticación, las transformaciones sociales que vienen dándose en el último milenio han hecho que la selección natural fuese reduciendo gradualmente los niveles de testosterona de hombres y mujeres, con el fin de poder enfrentar mejor conyunturas en las cuales la violencia es cada vez menos necesaria. El resultado es que los seres humanos tenemos hoy niveles de testosterona mucho menores que nuestros antepasados, aun cuando en ciertos aspectos pareciera que todavía existe margen de mejora. Mientras esperamos, que Valverde vaya buscando anillo. 

Diego Sanjurjo es doctor en Ciencia Política, especialista en políticas de seguridad y armas. Investigador Postdoctoral en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR.

@dsanjurjogarcia

[email protected]

 

1Sampson, Robert J., John H. Laub, and Christopher Wimer. 2006. “Does Marriage Reduce Crime? A Counterfactual Approach to within-Individual Causal Effects.” Criminology 44 (3): 465–508.

2Craig, Jessica M., Brie Diamond, and Alex P. Piquero. 2014. “Marriage as an Intervention in the Lives of Criminal Offenders.” In Effective Interventions in the Lives of Criminal Offenders, edited by John A. Humphrey and Peter Cordella, 19–37. Springer.

3Ellis, Lee, Kevin Beaver, and John Wright. 2009. Handbook of Crime Correlates. Oxford: Elsevier.

4UNODC (United Nations Office on Drugs and Crime). 2019. Global Study on Homicide 2019. Vienna: United Nations.

5Cromie, William J. 2002. “Marriage Lowers Testosterone: Hormones Range Less on the Homestead.” The Harvard Gazette, August 2002. 

6Pinker, Steven. 2011. The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined. New York: Penguin Books.

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