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Por un pacto ganadero

El marco externo del negocio de la ganadería es el mejor de todos los tiempos
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21 de septiembre de 2019 a las 05:03

Algo que me desagrada de la política es la presión a confrontar. Una especie de exacerbación de las diferencias, que por momentos se sale de cauce y saca lo peor de personas que, una vez pasada la contienda electoral serán menos agresivos. El esfuerzo por encontrar el error en lo que dice el integrante de otro partido, el rival, cuando no el enemigo. Ejemplos sobran y no vale la pena mencionarlos.

Por eso es destacable la reunión que mantuvo el director de la Oficina de Planeamiento con el Secretariado Uruguayo de la Lana, donde quedó claro que la visión de prospectiva no es que las fibras sintéticas le ganen a la lana. Tienen un futuro brillante los productores laneros y también los industriales. La lana es energía solar pasada por plantas que termina en tejidos reciclables. No puede perder.

Debería aprovecharse el envión para asegurar una actitud similar al conjunto de la ganadería y los productores ganaderos. Nuestro principal negocio de energía solar, convertida en alimentos y textiles. Porque si se le da un envión de confianza, la ganadería está llamada a ser protagonista de una reactivación económica  que no puede venir solo por UPM II.

Muchos todavía no lo saben. Uruguay ha ganado un 5 de Oro. El marco externo del negocio  de la ganadería es  el mejor que alguna vez haya habido. Dos cambios culturales, uno en Oriente y otro en Occidente, generan este marco tan favorable. Y son dos cambios que están destinados a permanecer por bastante tiempo. 

En China se han juntado el azar y la necesidad. Los chinos se han enamorado de la carne y de Uruguay como país, particularmente a partir del Mundial de Sudáfrica en el que la melena dorada de Forlán gritando goles, la picada loca de Abreu y la potencia goleadora de Suárez  junto a todo el plantel, enamoraron a los asiáticos y pusieron al país como el héroe  épico David enfrentando a  los gigantes de igual a igual.

Los chinos se han enamorado de nuestros alimentos y hasta de partes de nuestra cultura y eso es una oportunidad mayúscula. Y en plena luna de miel gastronómica, una epidemia llamada la Fiebre africana de los cerdos arrasa con su producción interna de carne, centrada en los suinos. Millones de cerdos perecen, no hay vacuna. Pasarán años antes de que recompongan su producción interna y para entonces la migración de preferencias, el vuelco a la carne vacuna habrá sido importante y parcialmente irreversible. Mientras, seguimos con el fútbol ganando China Cups, y en los próximos días mandamos a los teros a Japón para reforzar la imagen país desde el rugby. 

Nos cuesta cobrar ese 5 de Oro porque nos encuentra con la menor cantidad de novillos desde que empezamos a medirlo, en 1974. Años de declive en la población de ganado faenable, con una perspectiva favorable a futuro. Vienen muchos terneros en camino y tenemos mucho para ganar si logramos que la ganadería exprese todo su potencial.

A la revolución cultural de los asiáticos ávidos por nuestra producción se suma el cambio cultural de Occidente. Es la era de la ecología, la humanidad está en peligro, los niños lo reclaman. La ganadería uruguaya es única en el mundo. Una base mayoritaria de campo natural,  que como ha dicho Gerardo Evia es “nuestra Amazonia”.

Las multitudes saliendo del petróleo y de la ganadería realizada en zonas selváticas y nuestra ganadería justo es un negocio de energía solar sobre pastizales nativos biodiversos y otros sembrados, ambos albergando polinizadores y con capacidad de sacar carbono del aire y ponerlo en el suelo, aumentando la fertilidad mientras ayuda a amortiguar el cambio climático. Con nuestros problemas ambientales por solucionar pero con un camino clarísimo de diferenciación. Y mientras nosotros somos esos, Brasil, Bolivia, Paraguay son incendios. Argentina no dejó ni 10% de campo natural. Somos únicos y en el mundo muchos ya lo saben.

Somos lo que Oriente ansía y somos lo que Occidente pide. La ganadería, sea para producir carne, lana o lácteos en Uruguay, es un negocio éticamente defendible y diferenciable. Energía solar que pasa por una pastura y luego se convierte en músculo o fibra. Decenas de productores están volcándose al pastoreo racional. Es el único sistema de producción de alimentos capaz de convivir con la vida silvestre.  Y el pastoreo rotativo con energía solar, debe multiplicarse como nunca antes. Lo mismo los compartimentos ovinos donde se asegura un diferencial sanitario.

El partido de gobierno debería pronunciarse con claridad. Cuánto escuchará a los sectores que proclaman la lucha de clases. Invertir requiere de confianza. La propuesta de “oligarquía o pueblo” lleva a una contradicción terrible. Para quienes creen que un ganadero de tamaño medio o grande es “oligarquía” El eventual éxito de un ganadero sería una derrota conceptual: fortalecer al enemigo, ayudarlo  a ser más “poderoso”. De modo que al ganadero hay que ningunearlo siempre, sea por convencimiento o sea “para la tribuna”. Dejarle un puente hundido 8 meses en Sarandí del Yi, ningunearlo en una protesta cívica, cobrarle una multa que nunca se ha cobrado a los que rompen vidrieras o pintarrajean, decirle que el tiempo de pegarle con facón a los trabajadores ya pasó, que mejor árboles que ganado y cuando plantean ideas respetuosamente catalogarlos de altaneros. No es la primera vez que hablar con desprecio de minorías da rédito político. Inclusivos con algunos, pero no con otros. Y los ganaderos son una minoría cada vez más acorralada. Entre julio de 2018 y de 2019 quedaron 1.367 por el camino. Casi cuatro por día. Cifras oficiales.

El problema es que con 5% de déficit fiscal y un discurso de ese tipo, el escenario de suba de impuestos  a la ganadería, si prima un criterio de lucha de clases, es altamente probable. Es difícil decirle a alguien: invertí, oligarca. El ecosistema de la inversión requiere claridad de las reglas, estabilidad y también amabilidad. 

Dejar que la bonanza suceda, cambiar el discurso, dar reglas estables y claras lo antes posible permitiría frenar la hemorragia de productores y trabajadores rurales. Y permitiría en cinco años un salto en la producción muy fuerte y cuyo efecto, se ha estudiado y medido, tiene un impacto multiplicado sobre el conjunto de la economía. Un Uruguay que pase de 2,8 a 3,5 millones de terneros y de 6 a 10 o 12 millones de ovinos, es un país vibrante, desde las zonas más remotas a la capital, pasando por todos los centros urbanos. Arriba de eso va software, blockchain, drones, robots. También la ganadería de este siglo, se transforma velozmente.

En el último año 1.367 ganaderos menos, datos oficiales. Tamberos, ovejeros, criadores, invernadores. Tiraron la toalla. Justo ahora, cuando la oportunidad es máxima. No es justo. Y puede ser una tremenda oportunidad desaprovechada.

Si se le pudo dar una señal a los productores laneros luego de una frase tal vez mal interpretada, se puede dar una señal por parte de todos los partidos políticos al conjunto de la ganadería. En ese caso los próximos cinco años pueden ser  una revolución ganadera, sinérgica para un pequeño país gourmet, boutique, turístico y tecnológico. 

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