La norma vigente ordena a los estudiantes por sus notas.

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Primaria tiene que cambiar el reglamento de abanderados y revive una vieja discusión

Las modificaciones en las calificaciones escolares obliga a las autoridades de Primaria a meterse con un tema tabú: ¿adiós a los abanderados por notas?
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06 de septiembre de 2023 a las 13:04

En la escuela uruguaya puede cambiar el menú que se sirve en el almuerzo, puede suprimirse la repetición, pueden modificarse los programas, las calificaciones y la enseñanza de idiomas. Pero hay algo que —por tradición, por presión política o simple pereza en la elección de las batallas— no se puede tocar: el reglamento de abanderados.

Primaria está ahora en una cuenta contrarreloj porque tiene que cambiar ese reglamento. No es una expresión de deseo ni un mandato divino. Es la simple normativa: “Se elegirán nueve niños de quinto año (o doce en aquellas escuelas que lleven nombres de países) cuyas calificaciones oscilen promedialmente, en los cinco años, entre el Sobresaliente y el Muy Bueno…”. Pero, tras la transformación curricular, en la escuela no existe el “Sobresaliente ni el Muy Bueno”. Las notas son del uno al diez.

Este pasaje del reglamento podría solucionarse con una breve modificación que incorpore una tabla de equivalencias: ¿qué calificaciones del Deficiente al Sobresaliente se corresponden con los números del uno al diez? Ahí los inspectores ya tienen una postura que se aplica en la reválida de los niños que vienen del extranjero: estar entre el Muy Bueno y el Sobresaliente significa una nota mayor a siete.

Pero la obligada necesidad de meterse con el “tabú” de los abanderados reaviva una vieja discusión: si la escuela es inclusiva y cambió su paradigma, ¿tiene sentido seguir “premiando” a quienes obtienen mejores notas?

Entre los inspectores de Primaria casi no hay dos posturas: tal como está redactado este reglamento es “obsoleto” y en lugar de privilegiar el “mérito” se termina estimulando a quien menos lo necesita. Para decirlo más sencillo: puede que alguien haya nacido con cierta predisposición genética en que los ejercicios cognitivos le sean fáciles, se haya criado en una “cuna de oro” en la que no le faltó la alimentación, ni el afecto, ni los padres presentes que le dedicaban tiempo y aprendizaje. Puede que no haya tenido que faltar a clase porque nunca tuvo que quedarse a cuidar un hermanito ni le hacía la diferencia si llovía o no para llegar a la escuela. Y puede que haya obtenido mejores calificaciones que un compañero de clase cuyo esfuerzo y “mérito” haya sido más notorio.

Para complejizar todavía más el escenario, los inspectores entienden que una modificación incorporada hace pocos años suma “actitudes perversas”. Refieren a que entre aquellos mejor calificados se abre una elección de sus compañeros de clase. Entonces empiezan las estrategias “sucias” como en las campañas políticas: la madre que lleva a los niños a un Mc Donald´s para que voten a su hijo, la queja de otro padre porque “Fulano tal cosa”, y así…

Por eso hace un lustro, la otrora inspectora Técnica Milka Shannon propuso un cambio que no tuvo eco en las autoridades políticas: si la democracia y no la meritocracia es la guía del sistema político uruguayo, “todo alumno pueda ser elector y elegible".

Tabaré Vázquez había faltado a clase 123 días. Jorge Batlle se escapaba de las maestras para ir a ver las prácticas de Wanderers. Luis Alberto Lacalle era un alumno "de mitad de tabla para abajo". Y su hijo Luis Lacalle Pou no era de estudiar mucho, cuenta uno de sus compañeros de colegio. Ninguno de ellos hubiese sido presidente de la República si el mérito de serlo se juzgase como el reglamento de abanderados escolares.

Shannon propuso la elección se haga en la primera quincena de marzo con todos los escolares que llegaron a sexto; sin importar sus notas ni su asistencia. Los alumnos votan y en base a los resultados se genera el ordenamiento.  Luego se reparten las banderas y se rotan en los distintos actos patrios.

Aquella idea fue acompañada por la mayoría del cuerpo inspectivo, por la mesa permanente de la asamblea técnica de los docentes, y la directora Irupé Buzzetti. Pero otras autoridades políticas y, sobre todo, las ATD de las escuelas no quisieron dar el paso.

La inspectora Shannon se retiró de su cargo y llegó Selva Pérez Stábile. Era parte de la misma filosofía "rupturista" y, aprovechando que durante un período de la pandemia se habían quitado las calificaciones, quiso insistir con la necesidad de cambiar el régimen de abanderados. Pero no estaba dado el ambiente político y su opinión quedó reducida a un capítulo que publicará en un próximo libro.

El consejero político Juan Gabito, uno de los defensores de la meritocracia y que se oponía a la eliminación del régimen actual, sí está dispuesto a que la selección no esté sujeta a las calificaciones. "Puede que sea con una evaluación más cualitativa, valorativa de los docentes como es el espíritu de las evaluaciones formativas, y no necesariamente por un número". Como sucede en el baby fútbol, hay que "reconocer el esfuerzo de los estudiantes y que opere como motivación para una mejora general de los rendimientos del grupo y para que se valore la empatía y el buen compañerismo".

En tanto, en la actual Inspección Técnica todavía, bajo el comando de Ivonne Constantino, el tema todavía no fue abordado en profundidad. Sucede que "otras prioridades" no dieron lugar a una discusión que, tarde o temprano, la administración tiene que dar.

El filósofo Jeremy Bentham, dentro de su tratado de los sofismas políticos, describía la categoría sofisma dilatorio: “dilatar en el tiempo las decisiones para así no aprobar”, definió el coordinador del Plan Educativo Cultural de la ANEP, Horacio Bernardo. Eso, reconocen por lo bajo en Primaria, podría estar pasando con la discusión de abanderados. ¿Por qué? Una fuente que prefirió el anonimato remató: “Este es año electoral”

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