Esta historia comenzó en 1989 en Saint-Emilion, una pequeña ciudad ubicada cerca de Burdeos, en Francia. Jean-Luc Thunevin, un discjockey devenido en enólogo, compró un poco más de media hectárea de viñedo y comenzó a producir vino de alta calidad a pequeñísima escala. Sin recetas, olvidando por completo las reglas que imponía la centenaria tradición francesa en la elaboración de vinos, este veterano utilizó el garage de un amigo como bodega. Además de recoger muchos elogios, el estilo de Jean-Luc Thunevin inspiró a enólogos de varias partes del mundo.
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