Opinión > COLUMNA/LUIS ROUX

Quemo las naves

O quiebro una lanza u ofrezco mi reino por un caballo, lo que sea necesario para librar una guerra de palabras
Tiempo de lectura: -'
03 de febrero de 2018 a las 05:00
"Cada día quemo las naves", dijo un amigo mío, con la intención de que se entendiera que su compromiso era serio. A partir de entonces se abrió paso la paradoja. La gracia de quemar las naves es que ya no hay más naves, que ya no podemos retroceder por el mar. Quiere decir que solo nos queda conquistar.

Por eso las naves se queman una sola vez. Si al otro día vuelvo a quemar las naves, entonces quiere decir que las naves se reproducen y, por ende, dejan de ser naves para convertirse en monstruos. Monstruos que hay que quemar día a día para sobrevivir.

Pronto, quienes escuchamos la declaración de mi amigo, comprendimos las posibilidades de la tragedia: las naves del día siguiente serán aún más grandes y poderosas que las que ardieron, de tal manera que a cada incendio la flota se hará más fuerte.

Da la impresión de que, en ese caso extremo, hay que obrar de la misma manera que cuando estamos en un callejón sin salida: hay que salir por la entrada. Vale decir: hay que abandonar la lucha y regresar a casa.

Creo que este amigo equivocó las palabras. Lo que quiso decir fue que había quemado las naves y que luchaba cada día su batalla a brazo partido.

La expresión se le suele endilgar a Hernán Cortés, quien, allá por 1521, comandaba a sus tropas a la conquista de México y, ante una amenaza de motín, hizo hundir la mayoría de sus barcos, para cortar la retirada a los cobardes.

Sin embargo se dice que el origen de la maniobra es muy anterior y tal vez Cortés lo sabía. Alejandro Magno, en el siglo III antes de Cristo, al llegar a la costa fenicia, se percató de que el enemigo lo triplicaba en número, y decidió el camino heroico: quemar las naves y batirse hasta la victoria o la muerte.

Yo quiebro una lanza por mi amigo, el que quema las naves a diario. Y cuando digo "quiebro una lanza" me refiero a que lo defiendo de tal manera que estoy dispuesto a batirme en una justa medieval y quebrar mi lanza en el pecho de quien se atreva a contradecirme.

Así se hacía en esos otros tiempos, después de Alejandro pero antes de Cortés.

Porque tal vez mi amigo dijo lo que quería decir. Cada día quemo las naves y cada día la flota es más tremenda. Nada cuesta imaginar que tal vez no es que las naves sean más grandes o más numerosas sino que son cada vez más tenebrosas, de tantas veces que fueron quemadas.

La expresión "quemar las naves" se le suele atribuir a Hernán Cortés, quien, allá por 1521, comandaba a sus tropas a la conquista de México y, ante una amenaza de motín, hizo hundir la mayoría de sus barcos, para cortar la retirada a los cobardes

Jorge Luis Borges diría: mi amigo, que ya no es mi amigo sino un rey de los ciclos del Indostán, sabe que las naves son ilusorias, al igual que la lanza que le pesa en la mano y él mismo y toda su vida pretérita y los vastos dioses y el universo. (Vale la pena leer la pieza titulada Un problema, del libro El hacedor.)

La guerra es el escenario que mejores figuras retóricas engendra. Las naves surcan los mares pero en la tierra manda el caballo. Así lo dice con voz fuerte y clara Ricardo III, uno de los héroes trágicos de Shakespeare: "Mi reino por un caballo".

Es todo lo contrario que "caballo regalado". Es famoso el episodio en el que los griegos les regalan un caballo gigantesco de madera a sus enemigos los troyanos, quienes lo ven como un símbolo de victoria. Durante la noche, los guerreros que estaban escondidos dentro del caballo toman la ciudad.

El primero que se refiere al asunto es Homero, en La Odisea, en tanto que luego hablaría del episodio Virgilio, en La Eneida y a él lo seguirían centenares de autores a través de los siglos, fascinados por el engaño monumental.

Lanzas, naves y caballos fueron instrumentos de muerte y de conquista. El tiempo los convirtió en instrumentos retóricos y como tales siguen al acecho, heroicos y eternos, en la imaginación de los hombres.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...