Ya llegó el Pícnic! de esta semana, este que hacemos juntos, vos y yo, para detenernos un rato a pensar o tan solo respirar o tan solo soñar o tan solo planear todo lo bueno que podemos hacer en esta vida. Digo que esta newsletter de alguna manera la hacemos juntos porque son muchos los lectores que me escriben todas las semanas con comentarios, recomendaciones y aliento, que agradezco siempre. Soy Carina Novarese y siempre te leo si me contestás este mail.
¿El mundo se divide entre extrovertidos e introvertidos? Ojalá que el mundo no estuviera dividido por tantas divisiones, pero los humanos tenemos máster en crear fronteras y frenos, incluso si no son necesarios. Casi cualquier persona que me conoce dirá que soy extrovertida y todo indica que lo soy: hablo mucho y rápido, me río a las carcajadas, tengo pocas vergüenzas y suelo ser el molesto centro de atención. En todo eso pensaba mientras que escuchaba con atención una conferencia encantadora de Susan Cain, que explica en 20 minutos por qué no hay que intentar que una persona introvertida sea expansiva y por qué nos hace tan bien que los introvertidos sean como son.
Nunca pensé en mí misma como una persona con una parte introvertida hasta que escuché a Cain y me reconocí en varias de las características que describe esta abogada de profesión y escritora por opción. De mí también se reían un poco cuando elegía un libro antes que una conversación aparentemente jugosa. O el silencio antes que la farra. O la soledad antes que las muchedumbres. Pero siempre disimulé muy bien -ahora me doy cuenta- mi faceta introvertida, tal vez porque me gusta que sea solo para mí, egoísta y perfecta como todos los tiempos hermosos pero desafiantes en los que el único interlocutor es uno mismo.
En una cultura en la que ser sociable y extrovertido se valora sobre todo lo demás, resulta difícil, incluso doloroso, ser introvertido. Pero, como argumenta Cain, las personas introvertidas brindan extraordinarias habilidades y talentos al mundo, y por ello se las debe motivar y celebrar y dejarles hacer lo que saben hacer a su modo. A fin de cuentas, el introvertido cultiva un ingrediente fundamental para la creatividad: la soledad.
En esta escala en la que no hay blancos y negros, ¿reconocés tu parte introvertida? ¿O no existe? Si permitimos que todos los estilos florezcan, seguro que el jardín será mucho más hermoso.
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