Salud republicana

Lo imprevisto siempre genera nuevos escenarios  y la decisión del presidente de brindar con lujo de detalles la información exacta de lo que le habían descubierto lo fue. El silencio entre los periodistas luego que terminó de dar la noticia y el impacto en la opinión pública fue enorme. Los medios extranjeros hablaron de conmoción en Uruguay. Precisamente por eso resultó fundamental y un alivio observar en las horas inmediatas posteriores al triste anuncio la reacción de sus colegas políticos y de la opinión pública en general.

Vázquez se alejará de su cargo por un par de días para efectuarse estudios complementarios. De ahí en más será junto al doctor Mario Zelarayán de la Presidencia con quien decidirá el tratamiento a seguir. El presidente también sostuvo que de tenerse que efectuar algún tratamiento será en Uruguay porque “tenemos un cuerpo médico de excelencia, tecnología médica de avanzada que nos coloca dentro de los primeros países del mundo”.

Se pueden hacer varias lecturas de lo sucedido, pero la primera es la valentía y el coraje del presidente de dar la cara e informar personalmente de la noticia a la ciudadanía. Es indudable que actuó como un jefe de Estado con mayúscula, anteponiendo el interés general al propio. Solo imaginar escuchar el anuncio de la potencialmente cruel enfermedad y además de tener que asimilarlo, pensar en cómo enfrentar una conferencia de prensa, habla del peso de la responsabilidad que bien llevó adelante el mandatario.

Casi simultáneamente al anuncio de Vázquez, en otro lugar de Montevideo tres expresidentes, Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle y José Mujica, presentaban un libro sobre uno de los mejores periodistas de la historia del Uruguay recientemente fallecido: Claudio Paolillo. 
Si bien en apariencia los episodios no tienen mucho en común, si lo tienen en el actual contexto de descalabro regional. Los uruguayos damos por sentado que pueden estar reunidos en una mesa tres expresidentes de colectividades históricamente enfrentadas presentando un libro de un periodista que criticó con dureza a los tres. Lo que para otros países es imposible, ocurre en Uruguay.  Ahí estaban los tres en una imagen de profunda solidez republicana y democrática.

Es tan buena la señal como lo hecho por el presidente demostrando la estatura necesaria para estar al frente del país. No menor fue la reacción de los principales políticos –muchos en campaña para suceder al propio Vázquez– alentándolo, reconociéndole su valentía y deseándole fuerza y pronta recuperación. Pese a la triste noticia, el martes 20 de agosto será también una fecha en que los uruguayos volvimos a sentir orgullo de nuestros principales líderes y a alimentar la esperanza de que cuando los políticos asumen su papel pensando en el país y en el futuro le podemos dar lecciones al mundo entero.  No hay duda que de imitar diariamente ejemplos así, el porvenir de la patria podría ser mucho mejor de lo que se pronostica.