Opinión > Editorial

Saludable ocaso de Correa

Lo ocurrido en Ecuador es otra loza en el sepulcro del socialismo del siglo XXI
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19 de febrero de 2018 a las 07:35
Lo ocurrido en Ecuador es otra loza en el sepulcro del socialismo del siglo XXI como disfraz del absolutismo autocrático. Durante los años exuberantes de Hugo Chávez, cuando el coronel venezolano desparramaba a manos llenas sus petrodólares para comprar respaldo regional a sus confusiones socialistas, el presidente Rafael Correa se enroló en el bloque de la revolución bolivariana, completado por el boliviano Evo Morales y el nicaragüense Daniel Ortega. A lo largo de sus 10 años en el poder, compartió con esos gobernantes el recurso al autoritarismo y a la restricción de libertades civiles, incluyendo la de expresión, usando el respaldo popular para disimular el quebrantamiento del estado de derecho. Antes de abandonar la Presidencia por exigencia constitucional, tuvo en 2015 la precaución de hacerse aprobar una ley que permitía la reelección indefinida, como vía de retornar en forma eterna al manejo personal del país.

A la espera de ese momento, dejó al frente del gobierno a su vicepresidente Lenin Moreno, confiado en que le devolvería sin chistar el sillón presidencial luego de un interregno servil. Pero Moreno sorprendió gratamente, dentro y fuera del país, cuando demostró estar dispuesto a reencauzar a Ecuador por el camino democrático. Empezó a revertir leyes represivas y promovió cerrarle la puerta al retorno de su antiguo jefe y aliado con un referéndum para derogar la funesta ley de reelección sin límite. El resultado de la consulta fue sorprendente. El exautócrata, que jamás había perdido una elección, recibió el apoyo de apenas el 36% de los votantes, mientras el 64% rechazó su vuelta al gobierno. Tan importante como haber sellado el ocaso de Correa, que queda imposibilitado de volver a postularse a la Presidencia, es el vasto voto de confianza de los ecuatorianos a las políticas instituidas por Moreno.

El actual presidente defiende la libertad de los mercados y de la prensa, así como el normal funcionamiento de todos los partidos políticos, sin las cortapisas que les había impuesto el aliado de la Venezuela chavista. Moreno tiene todavía por delante un largo camino de ordenamiento interno. Pero cuenta con elementos valiosos para alcanzar sus objetivos. Está por un lado el vasto apoyo popular reflejado en el referéndum, que incluyó incluso a gran parte del movimiento sindical, todos ellos desencantados con una década de mal gobierno. Por otro, lo respalda la mayor parte de la estructura partidaria y del sector productivo privado, blancos de los desmanes autoritarios de Correa.

Es incierto aún hasta dónde podrá llegar Moreno o cuándo podrá completar sus objetivos de restablecer el estado de derecho y el bienestar social, en un país con una larga historia de turbulencias políticas y pobreza gubernamental. Pero los ecuatorianos han dado ya un paso decisivo con el resultado abrumador de la consulta popular contra Correa, que queda imposibilitado de volver a postularse a la Presidencia y está siendo indagado por la Justicia a raíz de turbios negocios petroleros con China y Tailandia. Es una nueva constatación irrefutable de que la etiqueta del socialismo es un pobre escondite de la ineficiencia, la corrupción y el empobrecimiento de cualquier sociedad.

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