Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial la palabra democracia dejó de ser la definición de un tipo específico de sistema político, para transformarse en una calificación de sistema político: ser demócrata es estar con el bien, no serlo es estar con el mal. Ello, más la evolución de la humanidad en cuanto a derechos y garantías, conlleva a que haya muchas definiciones de democracia, inclusive algunas opuestas entre sí. Y además definiciones que apuntan a diversas categorías: económicas, sociales, sobre libertades civiles o nuevos derechos, sobre equidad o proporción de géneros, etnias, religiones, lenguas, culturas. Lo que todas tienen en común es un punto de partida: todo tipo de sistema político que pretenda caracterizarse como democracia, al menos como democracia política, debe estar basado en la decisión del pueblo. Si el pueblo de alguna manera no elige o no decide, por los procedimientos y las vías establecidas previamente, no hay posibilidad alguna de calificarla como democracia.
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