Transformate en un curioso coleccionista de adaptaciones

Economía y Empresas > EMILIO OTEIZA

Si está atado con alambre, miralo

Algunos trucos para salir del paso pueden ser pequeñas ideas brillantes que resuelven una falencia no descubierta
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12 de junio de 2022 a las 05:02

Con un palillo de ropa cuelgo mis camisas para secar. Pero también mantengo cerrado el paquete de yerba o de condimentos. O me pinzo el pantalón para que la cadena de la bicicleta no lo engrase. A raíz de una necesidad, adapté un producto que era para otra cosa.

Ya casi no uso efectivo, pero a veces puedo precisar. Pero no me lo quiero gastar, así que pongo un billete de mil detrás del celular, adentro de la funda. Si tengo una emergencia, lo uso. Si tengo un antojo, no, porque el billete es “muy grande”.

Con lo que tenía me armé un “seguro de acceso al efectivo que mitiga el riesgo de gasto por impulso”. 

Estos life hacks o trucos se observan y comparten muchas veces entre risas divertidas y exclamaciones de admiración amistosa, y luego se olvidan. No se le da mucha importancia a la anécdota.

Prendé el radar

Para el proceso de innovación estos trucos son importantes porque pueden indicar que falta algo y que el usuario se lo fabricó por sí mismo, con lo que tenía a mano.

Estas son las adaptaciones. Y es importante que tengas prendido el radar para verlas, para preguntar por ellas, no descartarlas y ver qué es lo que están señalando.

Pueden indicar también que el cliente te compra algo pero lo usa de manera distinta a lo que pensaste. 

¿Sabés exactamente cómo tus clientes usan tus productos o servicios? Investigá. Puede ser que encuentres usos no previstos y eso te dé ideas nuevas para llevar al mercado.

No es ruido, es dato

Para eso, observá y preguntá, y transformate en un curioso coleccionista de adaptaciones. 

Alguien que dio vuelta un cajón y se sentó, y desde allí vende en su puesto. Las personas que usan a los choferes de los ómnibus como centros de información. O al quiosquero que está cerca de la parada, que se sabe todos los ómnibus que pasan por allí, y para dónde van. En vez de decir “qué rara es la gente, je je je” o peor aún “qué boba, ¿por qué no usa una aplicación para eso?”, fíjate lo que está pasando.

La persona quizás no quiera sacar el celular porque teme que se lo roben. O la información no le queda tan cómoda. O tiene las manos entumecidas, o tiene dificultades para ver, o tiene poco tiempo para decidir qué ómnibus tomar. Entonces, el mejor “servicio” que tiene a mano, es preguntar de pie en la calle al chofer.

También puede suceder con los servicios. Por ejemplo yo puedo tener más de una cuenta bancaria y pagar distintas cosas de distintas cuentas, porque “me ordena la cabeza”. 

En realidad podría tener una sola y llevar el registro en un archivo o en un cuaderno, pero me resulta mejor así, aunque parezca irracional. Miro los saldos de las distintas cuentas bancarias, y me da una noción de donde estoy parado y una sensación (esperemos) de control.
Y si parece irracional, probablemente lo sea. Lo que no significa que no sea real. Adaptamos las cosas a nuestra comodidad, que no es sólo física y lógica, sino también emocional.

Así que prestá atención a cómo viven tus productos y servicios en la jungla de la realidad y encontrá estas “anomalías”. Podés aprender un montón.

 Anotalas, pensá cómo las podés aprovechar para innovar. Y mientras juntalas con un palillo de ropa para no perderlas.

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