El tema de la imprescindible y urgente reforma de la Seguridad Social vuelve una y otra vez a la agenda política por más que muchos políticos, de ambos bandos del espectro tienen un instinto de patear el tema para adelante. Para adelante, no significa para el año próximo sino para el próximo gobierno. Es como una papa caliente a la que se quiere sacar de la escena con un poderoso puntapié. Y ello es relativamente fácil porque la urgencia de la reforma no se ve ni se palpa. Si se ve y se palpa el índice de inflación, la tasa de desempleo, el crecimiento del PBI, las exportaciones, el valor del tipo de cambio. También se palpa la inseguridad pública ya sea que se mida por número de homicidios o de hurtos o rapiñas. Los problemas de la Seguridad Social no se ven: la gente se jubila, los jubilados cobran a fin de mes, las jubilaciones se incrementan anualmente por el Indice Medio de Salarios, como establece la Constitución, después de la reforma de 1989.
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