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Si porteás a tu bebé, le estás regalando de todo

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09 de julio de 2021 a las 05:01

Por Federica Cash

Cuando empezamos a investigar en cuestiones de apego y desarrollo humano, me sorprendí al ver la importancia decisiva que tiene el contacto físico en el sano despliegue de los bebés.

Hay varias investigaciones que dan cuenta de esta necesidad esencial, que demuestran que el calor, la comodidad, la proximidad y protección son sensaciones críticas en el desarrollo de un apego seguro.

El porteo de bebés es un sistema de transporte que permite justamente el contacto continuado entre el bebé y su cuidador, ofreciendo múltiples beneficios. Sobre esta práctica tan favorable para el vínculo inicial, que tiene carácter decisivo y configurador, conversamos con Flor Basaldúa, especialista en apego, desarrollo infantil y vínculos humanos.

¿Qué beneficios se obtiene cuando porteamos a nuestros bebés?

Una de las conductas más presentes en los bebés y niños pequeños es la búsqueda de la proximidad con su cuidador, mamá, papá, el adulto que en ese momento lo está cuidando. Y esta búsqueda de proximidad tiene que ver con garantizarse la familiaridad, la protección de cualquier amenaza o peligro. En otras palabras, si les preguntaran a los bebés dónde quisieran estar y ellos tuvieran palabras para decirlo, dirían: “lo más cerca de mamá o papá posible, lo más cerca de mi cuidador”. Entonces el porteo ha sido a lo largo de la historia la respuesta natural que como especie hemos encontrado para responder a esa necesidad innata que tienen los niños de estar en contacto permanente con sus figuras de apego.

Aparte de eso, recordemos que nuestra condición de mamíferos nos hace especialmente inclinados al contacto físico nutritivo, todo lo que tiene que ver con ser “bien tocados”. El sentido del tacto es el primero que se desarrolla en el útero cuando somos apenas un humano muy incipiente, y los niños que no reciben contacto físico y nutritivo no pueden desarrollarse. Sin dudas, el porteo responde a la necesidad de los niños de permanecer cerca y de recibir ese calorcito nutritivo.

¿Qué otras necesidades se satisfacen con el porteo?

El porteo responde a varias necesidades a la vez: de calor, de movimiento, de contacto, de estimulación visual. Los cerebros están cableados para percibir y procesar toda la información que viene de su entorno, principalmente la información que aparece en los rostros de las otras personas. Entonces cuando porteamos un bebé lo colocamos a la altura necesaria para que mire a los ojos de otros seres humanos y eso es increíblemente estimulante. La experiencia visual es totalmente diferente cuando se los lleva en un carrito, acceden a un campo visual distinto al nuestro. Cuando los porteamos ellos ven lo mismo que nosotros, así empieza a aparecer en el bebé una estimulación visual mucho más interesante y rica.

Por otra parte, la necesidad de movimiento proviene desde nuestra gestación. Cuando estamos siendo gestados, estamos siendo permanentemente mecidos en el vientre de nuestra mamá. Y cuando los bebés apenas nacen, una de las cosas que no les gusta es la quietud, por eso lloran cuando los dejamos en la cuna. Portearlos les garantiza ese movimiento. Claro que se entiende que uno no puede portearlos todo el tiempo, pero cuando se puede está muy bueno hacerlo.

¿Cómo se vive esta necesidad en nuestra cultura?

En la cultura occidental, algunas costumbres que tienen que ver con el contacto físico continuo han ido cayendo en desuso en el siglo XX por muchas razones. Una puede ser la salida de la mujer al campo de trabajo en condiciones no aptas para ir en compañía de sus bebés, entonces las familias han tenido que ir buscando sucedáneos de la mamá y aparecen elementos como el huevito, el coche, el chupete, la cuna, un montón de cosas que tienen que ver con espacios para el bebé cuando su mamá no está.

Agregado a eso, en nuestra cultura occidental ha ido surgiendo una cosmovisión en la que aparece como idea fundamental, la independencia de los bebés o niños pequeños como un valor a conseguir. Y cuando la independencia se vuelve un valor en la crianza, una de las cosas que suceden es que se instala la idea de que debemos enseñarle a nuestros hijos a no necesitarnos. Entonces todas las prácticas de crianza que implican la dependencia natural del bebé, van adquiriendo una connotación negativa. De esta manera aparecen ideas equivocadas como que si tomamos mucho en brazos al bebé lo malcriamos, de que el bebé cuyo llanto es respondido enseguida nos está tomando el tiempo, entre tantas otras cosas que se escuchan. Todas estas ideas provienen de este modo de pensar basado en la idea de que dañamos a los niños si respondemos a sus necesidades emocionales, haciéndolos más débiles y vulnerables.

Por lo tanto, el porteo es una práctica que queda reservada a culturas en donde no está esta idiosincrasia que sostienen estos valores de independencia. Por eso es que nuestra cultura lo ha ido perdiendo, porque venimos de muchas décadas que nuestras madres nos han aleccionado sobre no tener a los bebés a upa, para que no estemos todo el tiempo en contacto con ellos, para que no les permitamos dormir en nuestra proximidad.

Pero hoy, gracias al boom de las neurociencias, todo este proceso se está revirtiendo. La posibilidad de tener a mano el mapeo del cerebro deja la evidencia clara que para el sano despliegue del ser humano, el contacto físico, la repuesta sensible, la proximidad con su cuidador, son cosas críticas. La independencia desde el desarrollo deja de ser un valor y empezamos a entender que lo esencial es la interdependencia, es decir, la posibilidad de crecer y desplegarse de tal forma que los niños puedan tener un desarrollo emocional sano que les permita estar en contacto consigo mismos y con los demás. Por eso el porteo es una práctica beneficiosa, necesaria e importante.

Podés leer más sobre estos temas en el blog Mamás Reales.

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