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Sobre educación y sostenibilidad

Sobre educación y sostenibilidad. Por Renato Opertti
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12 de enero de 2023 a las 05:03

Esencialmente la sostenibilidad implica nuevas maneras de entender y bregar por la vida humana en armonía tensional y dinámica con la naturaleza. No es cuestión solo de encarar los desafíos de la sostenibilidad asociados al cambio climático y a la biodiversidad sino también de captar la complejidad de sus dimensiones entrelazadas que hacen a la reproducción y al desarrollo de la especie humana bajo marcos de convivencias democráticos, justos, inclusivos y pacíficos.

Renovados marcos de convivencia implican imaginarios de sociedad que tengan por finalidad última redefinir los supuestos, las bases y los alcances del bienestar y desarrollo individual y colectivo para cimentar y gozar de sociedades de cercanías múltiples a su interior y entre las mismas. Bajo este entendimiento, la educación es un base fundamental e insoslayable para idear y concretar imaginarios de sociedad que apunten a la sostenibilidad en el marco de visiones sistémicas, transformacionales y progresistas sobre los propósitos y contenidos educativos.

En 2015, los Estados Miembros de Naciones Unidas aprobaron 17 Objetivos como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (referenciados de ahora en más como ODS). En el marco de la misma, se visualiza a la educacióncomo ventana de oportunidades, puerta de entrada, articulador y sostén de los ODS en su conjunto, a saber,: (i) la educación contribuye a reducir la pobreza y a aumentar los ingresos (ODS 1; 4; 8); (ii) la educación contribuye a mejorar la salud de las personas (ODS 2; 3; 6); (iii) la educación cimenta crecimiento sostenible (ODS 9; 11); (iv) la educación suma a la protección del planeta (ODS 7; 12; 13; 14; 15); (v) la educación previene la desigualdad y las injusticias (ODS 5; 10; 16); y (vi) la educación implica la colaboración y alianzas entre varios actores procedentes de diferentes sectores (ODS 17; UNESCO et al., 2015; Global Partnership for Education, 2017).

Se puede por tanto aseverar que el espíritu y la materia de la Agenda 2030 se sustenta en la visión de laeducación entendida como política ciudadana, cultural, social, económica y comunitariaarticulada alrededor de tres funciones básicas:

  1. Bienestar individual y colectivo van de la mano implicando el desarrollo integrado y balanceado de las personas que resulta de la interacción e integración de aspectos volitivos, valóricos, actitudinales, emocionales y cognitivos;
  2. Sienta bases fundamentales de conocimientos y competencias que dan cuenta del desarrollo y de los estilos de vida individuales y colectivos en términos de su sostenibilidad política, cultural, social y económica considerados en su conjunto; y
  3. Contribuye a desarrollar de manera armónica competencias requeridas para la promoción de los valores de libertad, inclusión, justicia, tolerancia, cohesión, paz y excelencia.

Asimismo, la agenda de sostenibilidad, liderada por el sistema de Naciones Unidas, se inscribe en contextos permeados por la irrupción, desarrollo e impactos de la cuarta revolución industrial. En el campo específico de la educación, dicha revolución pone en jaque las visiones y las prácticas fragmentadas en saberes disciplinares que resultan crecientemente irrelevantes y disfuncionales para encarar desafíos que implican necesariamente conectar con sentido diversas piezas del conocimiento. Asimismo, esta fragmentación lleva a disociar los conocimientos, encapsulados en contenidos, de las voluntades, valores, emociones, actitudes y conductas que los sustentan y dan sentido, así como se amplifica a través de los silos que conforman, en general,los niveles, los ambientes de aprendizaje y las ofertas educativas.

Ya no solamente una agenda potente de sostenibilidad tienen que asumir la necesidad de entenderla educación en clave de una política pública integral, interinstitucional e intersectorial, así como también responder a los desafíos que plantea la cuarta revolución industrial en cuanto a fortalecer las competencias y los conocimientos requeridos para asumir la complejidad de los fenómenos humanos y naturales. Esencialmente se trata, como señala la investigadora en ciencias de la educación, Nathanaël Wallenhorst, de posicionar en el corazón de la formación de las nuevas generaciones, las interrelaciones entre saberes biológicos, geológicos y físicos – conocido en francés como “biogéophsique” -  centrados principalmente en el estudio de la tierra y sus ambientes, y los saberes sociopolíticos del Antropoceno – esto es, una nueva época geológica caracterizada por las modificaciones durables de habitabilidad de la tierra - con el objetivo precisamente de transformar la educación (Wallenhorst, Revista Sciences Humaines, 2022).

Refiriéndose a la situación educativa en Francia, Wallenhorst asevera, a título de un comentario general, que ningún estudiante al completar el liceo es capaz de realizar un estado de situación del sistema tierra, o bien de explicar las interacciones entre el sistema climático, la biósfera y las sociedades. Estos temas figuran poco o nada en los programas de estudio que de alguna forma no toman nota de la necesidad que las nuevas generaciones tomen conciencia de los límites planetarios y los riesgos inherentes al crecimiento económico per se sin un direccionamiento claro.

El propio presidente Emmanuelle Macron, se ha referido recientemente (agosto 2022) a “la fin de l’abondance” en Francia en el marco del Consejo de Ministros en el entendido que “lo que estamos en tren de vivir es del orden de un gran punto de inflexión o de un gran alteración que lo asocia a las alteraciones energéticas, consecuencias directas de la guerra de Ucrania, y al desajuste climático” (traducción propia). Ciertamente este tipo de reflexión de alto nivel político estratégico, encuadrada en una visión más global, tendría que estimularnos a repensar nuestras maneras de producir, consumir y distribuir así como poner la mirada en los bienes globales comunes que son patrimonio de la humanidady que debemos velar por sudesarrollo, resguardo y democratización.

La discusión no tendría que reducirse a quedar empantanados entre enfoques procrecimiento o decrecimiento, sino de darle contenido sustancial y proyección a entendimientos y visiones de calidad de vida y de bienestar que aspiramos para forjar sociedadesmas sostenibles con menos brechas y más igualdad. Si en realidad los discursos y las prácticas de políticas públicas, así como los análisis económicos y sociales que las permean, se engloban en ponderar el crecimiento como el factor fundamental, aunque lógicamente el único, que hace al  bienestar de las poblaciones y comunidades, estaremos reproduciendo visiones de mundo que dejan a las generaciones más jóvenes sin un planeta que habitar y gozar, y del cual hacerse responsable por su desarrollo y permanencia.

Tenemos razones para ser optimistas de un cambio de paradigma desde la educación. En un contexto promisorio marcados por la Pre-Cumbre (París, 29-30 junio del 2022) y Cumbre sobre “Transformación de la Educación” (Nueva York, 16-17 y 19 de setiembre del 2022; Naciones Unidas, 2022; UNESCO, 2022; Guterres, 2022), cabe preguntarse sobre los sentidos y los alcances de la transformación que se persiguen en diversos contextos y regiones. Si, en efecto, las mismas van a tener denominadores comunes que hacen al rol insoslayable que la educación tendría que cumplir en cimentar nuevos estilos de vida civilizatorio que implique un reacomodo profundo de la vida humana en armonía tensional y dinámica con la naturaleza tal cual se ha mencionado. Se trata de generar un nuevo tipo de relacionamiento estético y ético con la naturaleza como señala la productora y periodista Juliette Volcler (2022).

Uno de los riesgos mayores yace en cuando uno entra en el análisis de los detalles de los procesos de transformación educativa, en aspectos institucionales, pero principalmente curriculares, pedagógicos y docentes que informan los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación, uno puede constatar que seguimos, en general, atrapados en enfoques disciplinares que por sí mismos y sin diálogos inter y transdisciplinares profundos, poco aportan a entender y actuar en la época del Antropoceno.

Las discusiones no debieran girar en solo proteger las identidades insulares de niveles, ambientes, ofertas, áreas de aprendizaje o disciplinas sino de qué manera las mismas puedan servir a entender la complejidad humana a través de mentalidades y pensamientos unitarios como señala Edgar Morin (2022). Al decir del periodista francés Laurent Testot(Revista Sciences Humaines, 2022), urge pensar en conjunto la economía, las sociedades, la geopolítica, los valores, el ambiente y la tecnología, para que efectivamente podamos ambicionar y concretar un mundo pospandémico mejor que el que teníamos en prepandemia.

Los detalles son precisamente aquellos que reflejados en los planes y programas de estudio, nos puedenembretar en visiones de mundo y de planeta sin brújula y contenidos interrelacionados y vinculantes. Si por ejemplo, formamos a las nuevas generaciones sin un entendimiento comprehensivo y unitario de STEAM (por sus siglas en inglés Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemática) en el marco de un enfoque humanístico de fuerte raigambre ética, o bien, formamos en economía sobre los supuestos, las categorías y los instrumentos sustentados en paradigmas que argumentan porel crecimientoy un consumo infinito y sin límites.

Las concreciones de visiones transformacionales no se abordan en profundidad solo por establecer iniciativas valiosas tales como espacios de coordinación y diálogos entre las disciplinas y/o bien confiriendo espacios autónomos de formación a los centros educativos, sino implican primariamente una visión de la educación, como forjadora de renovados estilos de vida civilizatorio que permea los espacios de formación desde la infancia a la adultez bajo la máxima de formación a lo largo y ancho de toda la vida. El rol de un estado proactivo, generador y garante de oportunidades para todas y todos por igual, que promueva un contrato social de amplia base convocando a diversidad de actores e instituciones (Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación , UNESCO, 2021), es clave para forjar estilos de vida sostenible.

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