la educación superior tiene que preguntarse sobre qué conocimientos y competencias requieren desarrollar los jóvenes para liderar y gerenciar un renovado contrato social ecológico de puertas vaivenes entre sistema político, sociedad y educación

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Sobre los futuros de la educación superior

Tuvimos el gusto de participar como panelista donde planteamos siete puntos ante la pregunta de ¿Cómo le gustaría que fuera la educación superior en el futuro?
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15 de noviembre de 2022 a las 05:04

Recientemente la UNESCO organizó una conferencia internacional para celebrar el 30 aniversario de las Cátedras de la UNESCO titulada “Transformando el conocimiento para futuros justos y sostenibles en su sede central de París (3-4 noviembre). Esencialmente las cátedras, que son más de 850 en todo el mundo, son una fuente surtidora de pensamiento y acción en formación, investigación y extensión, que nutre la agenda programática de la UNESCO en los planos de la educación, la cultura, las ciencias sociales y naturales, la información y la comunicación.

En el marco de dicha conferencia, IESALC, que es el “Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe con la misión de contribuir al mejoramiento de la educación superior en los Estados miembros” (IESALC, 2022), armó una mesa redonda para intercambiar sobre los futuros de la educación superior convocando a especialistas de diferentes regiones del mundo. Tuvimos el gusto de participar como panelista donde planteamos siete puntos ante la pregunta de ¿Cómo le gustaría que fuera la educación superior en el futuro? Veamos cada uno de ellos.

En primer lugar, aspiramos a que la educación superior esté más orientada hacia promover e integrar con sentido de presente y futuro el pensamiento y la investigación sobre las complejidades, oportunidades, riesgos y desafíos de la vida humana y sus relaciones con la naturaleza como partes integrantes de un mismo ecosistema. No basta sólo con generar y discutir los hallazgos e implicancias de la investigación que puedan eventualmente responder más a intereses corporativos y de desarrollo académico que a las propias necesidades que desde fuera de los recintos universitarios, se puedan plantear. Sin desmerecer en absoluto el valor de la investigación, se trata de jerarquizarla a la luz de nutrir el pensamiento que pueda guiar y apoyar a múltiples instituciones y actores, en cimentar futuros que sean a la vez más sostenibles, justos, democráticos, inclusivos, cohesivos y pacíficos.

En tal sentido, la educación superior, y en particular las universidades, tienen que fortalecer su mandato ético como referentes insoslayables de la sociedad, superando mentalidades y prácticas insulares y auto referenciadas, y comprometiéndose en respuestas colectivas que hagan sostenible al planeta. Al decir del filósofo Bruno Latour, se trata de desconfinar nuestros imaginarios, proponer otros modos de vida y actuar localmente a partir del aquí y del ahora (Lacroix, 2022). Esencialmente, la educación superior tiene que preguntarse sobre qué conocimientos y competencias requieren desarrollar los jóvenes para liderar y gerenciar un renovado contrato social ecológico de puertas vaivenes entre sistema político, sociedad y educación.

En segundo lugar, consideramos que la educación superior tendría que asumir un rol más activo e influyente, y de asunción de responsabilidades, en el diseño, desarrollo y evaluación de las políticas públicas. Principalmente nos parece que el radio de acción no puede quedar, en gran medida, acotado a diagnosticar y evidenciar, por ejemplo, situaciones de desigualdad que se consideran inaceptables y ponen en cuestionamiento imaginarios de sociedad inclusivas, sino también “embarrarse” en proponer alternativas en un marco de debate plural y propositivo de ideas y propuestas. Las instituciones de educación superior tendrían que fortalecer su condición de usinas de pensamiento y de acción para contrarrestar, a escalas global y local, las múltiples dimensiones interconectadas y vinculantes de las vulnerabilidades y sus implicancias e impactos. Quizás la pandemia nos advierte, entre otras lecciones aprendidas, sobre la relevancia de contar con redes globales y locales de educación superior con capacidad de anticiparse a los futuros para estar mejor preparados ante disrupciones de diferente tenor.

En tercer lugar, consideramos que la educación superior puede avanzar hacia instituciones de formación a lo largo y ancho de vida munidas de musculatura programática y flexibilidad institucional a efectos de responder a diversidad de expectativas y necesidades de desarrollo de las personas. No se trata solo de asumir que las personas se van a formar varias veces a lo largo de sus ciclos de vida sino también que lo harán combinando diversos tipos de formaciones que podrán desarrollarse dentro y fuera de los confines universitarios. La diferenciación y hasta si se quiere la segmentación entre los ambientes formales, no formales e informales, va a perder fuerza porque, en definitiva, lo que va a importar más es la diversificación de opciones para lograr respuestas personalizadas a medida de las necesidades de cada alumno. Ciertamente esto llevaría a poner en discusión la pertinencia de formatos de larga duración como las principales estrategias de formación.

En cuarto lugar, consideramos que la diversificación del abanico de formaciones y de los ambientes de aprendizaje va a traer consigo cambios en los formatos de organización y funcionamiento de las instituciones. Es de esperar instituciones de educación superior con una composición heterogénea de recursos humanos más apropiada para entender y responder a diversidad de sensibilidades, expectativas y necesidades que desde la propia sociedad puedan surgir. No es cuestión solo que las instituciones de educación superior se abran a la diversidad puertas afuera de sus recintos, sino que reflejen, en su dotación de recursos humanos, la heterogeneidad de visiones y enfoques que permean a la sociedad. Necesitamos instituciones de educación superior que reflejen en mejor medida el crisol de afiliaciones y tradiciones que anidan en la sociedad, así como la multiplicidad de contextos y circunstancias de grupos y personas y con foco en los más vulnerables.

En quinto lugar, consideramos que las instituciones de educación superior tienen que ser decididamente más audaces en la capacidad de idear e implementar renovadas formas de organizar y conectar las piezas de conocimientos para que efectivamente los jóvenes puedan actuar competentemente frente a desafíos que a presente y futuro enfrentan en sus vidas individuales y colectivas. Sin descuidar que toda intencionalidad de avanzar hacia la inter y transdisciplinariedad se funda en una sólida disciplinariedad que visualice a las disciplinas como herramientas fundamentales de pensamiento, la educación superior tendría que avanzar mas decididamente en contribuir a formar a las nuevas generaciones en temas que implican necesariamente integrar conocimientos en las propuestas curriculares y pedagógicas, así como en los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación. En cierta medida el “egoísmo” disciplinar tiene que dejarse de lado para promover encuentros entre disciplinas que abonen a la comprensión profunda y propositiva de los temas.

En sexto lugar, consideramos que las instituciones de educación superior son un actor clave en mapear, jerarquizar y visibilizar los conocimientos locales o nativos – que en ingles se denomina indigenous knowledge - en clave interactiva y complementaria con conocimientos entendidos como globales y comunes a diversidad de culturas, regiones, países y contextos. No es cuestión de contraponer lo local a lo global, superando visiones maximalistas de una educación globalista o localista per se, sino de integrar diversidad de tipos de conocimientos entendidos como comunes a la humanidad para contribuir, tal cual señala el filósofo Achille Mbembe, a la descolonización del currículo, a la descarbonización de la vida y a mantener vivo el planeta (UNESCO, 2022). Asimismo, como asevera la socióloga Arathi Sriprakash, uno de los desafíos mayores a que nos enfrentamos como humanidad, radica en promover la diversidad epistémica, esto es, integrar los archivos de conocimiento de todo el mundo que sea la base para estimular la libertad, cementar la justicia, promover una ética del cuidado y de la responsabilidad planetaria (UNESCO, 2022). 

En séptimo lugar, las instituciones de educación superior tienen que asumir una responsabilidad mayor en ser paladines y guardianes de presentes y futuros democráticos a escalas global y local. No vale la neutralidad ni la indiferencia frente a la necesidad de advocar por estilos de vida asentados en contribuir a formar personas libres y pensantes. En tal sentido, el ex Director General de la UNESCO, Federico Mayor, argumenta en torno a que las universidades desempeñan un rol clave en la promoción de principios democráticos esencialmente entendido como un deber intergeneracional (UNESCO, 2022). Entre otros aspectos fundamentales, Mayor enfatiza el aprender a ser una persona libre, que cultive el pensamiento autónomo, así como la innovación y creación. No se trata solo de inventar el futuro sino también de actuar y hacer hoy para que un futuro mejor resulte posible.

En resumidas cuentas, las instituciones de educación superior tienen una oportunidad formidable de repensarse y reinventarse a la luz del movimiento universal que se está generando a escala global de cara a transformar la educación y los sistemas educativos (UNESCO, 2022). De no hacerlo con audacia y determinación, las mismas corren el riesgo de perder relevancia e incidencia en la sociedad. Entre otras dimensiones que entendemos como fundamentales, la educación superior podría afianzarse como espacio de integración del pensamiento y de la investigación para cimentar la sostenibilidad, ser más influyentes en la calidad de las políticas públicas, asumir la condición de instituciones de formación a lo largo y ancho de toda la vida, diversificar los formatos y las estrategias de formación, integrar piezas de conocimientos para formar en clave de futuros, promover una educación glo-local y contribuir a afianzar la democracia como modus de vida a escala planetaria.

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