Anaís González Díaz en su estudio en Parque Rodó
Ingrid Palacios en el Club Natural y Popular

Estilo de vida > Demoliendo estereotipos

Tinta y poder femenino: las tatuadoras se abren paso en la ciudad

Tienen sus propios locales, manejan sus redes sociales, trabajan solas y las más exitosas tienen la agenda completa para los próximos meses
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19 de agosto de 2018 a las 05:00

Existen diferentes tipos de tatuajes, grandes, chicos, oscuros, delicados o compartidos. Pero algunas personas eligen a hacerse en lugares del cuerpo más personales o menos notorios a simple vista.

Cuando uno piensa en ir a tatuarse suele imaginarse que al llegar al local va a encontrarse con un hombre vestido de oscuro y escuchando metal. Sin embargo, esta situación no representa más que un estereotipo de un tatuador.

Meryfactoryg, Anaistattoo, Sheynanette, Luckystarloren, Epifaniaviva, kamikaze_tatto, Shirubana, Tatti Almeida Tattoo, Checha.f (así se las encuentra en sus redes sociales y así, también, se las conoce), son jóvenes mujeres tatuadoras que –además de romper con el perfil del típico tatuador son dueñas de sus propios negocios. Algunas son tan exitosas que tienen lista de espera para los próximos meses.

En los últimos años, los estudios privados de tatuaje al mando de una mujer empezaron a crecer notoriamente. No debería ser una novedad, pero un tiempo atrás no muchas se animaban a emprender un negocio como este.

Anaís González Díaz, de 23 años, comenzó a tatuar a los 18. Trabajó como empleada en un local dirigido por hombres, donde si bien recibió un buen trato por parte de sus compañeros, los mismos clientes eran quienes marcaban la diferencia. En ocasiones, llegaban personas a tatuarse y preguntaban por "el tatuador", González les explicaba que era ella y le respondían que preferían esperar a su compañero. "Es eso de que te miran y se piensan que sos la chica que alcanza el café", indicó.

Además, ella no tiene tantos tatuajes a la vista –aunque sí tiene muchos en sus piernas– y eso también le llama la atención a los clientes. González dijo que muchos tienen el preconcepto de que si no está llena de tatuajes no puede ser tatuadora.

"Ser tatuadora en Uruguay es muy complicado, sigue estando el estereotipo. Yo muchas veces le pregunto a la gente qué te imaginas cuando vas a un tatuador. Primero siempre es un tatuador. Y todos se imaginan al gordo metalero escuchando metal y cuando llegan acá, me ven a mí con 23 y sin estética punk. La gente sigue pensando que sos una pibita y que no podés tatuar".

Por su parte, Ingrid Palacios, paraguaya de 32 años que vive en Uruguay hace ocho, trabaja con el método japonés hand poked. Ella indicó que nunca vivió una experiencia como la de González, ya que desde un comienzo –hace un poco más de un año– lo hizo de forma independiente. Por tanto, no tuvo la oportunidad de compartirlo con otros colegas. "Sé que existe una estructura de claque de tatuadores, como en todo", indicó al respecto.

Anaís González
Anaís González Díaz en su estudio en Parque Rodó
Anaís González Díaz en su estudio en Parque Rodó

Método tradicional vs Hand poked

Usualmente para hacer un tatuaje se utiliza una máquina; según qué tipo de trazo se quiera hacer aparecen las distintas variedades. Algunas son para las líneas y otras para el relleno. Sin embargo, existen otros métodos para los que no necesariamente se utilizan tantos insumos.

González usa el método tradicional; comprende que hay otras formas de hacerlo pero se obtienen diferentes resultados. "Yo feliz con mi máquina de doble bobina",dijo.

En contraposición, Palacios tatúa con hand poked, que es un método japonés ancestral en el que no se utiliza máquina, sino un aguja a mano. Es habitual, según contó Palacios, en "comunidades aborígenes de todo el mundo y es como el inicio de rituales de embellecimiento y de identidad".

Ella se define como artista multitasker –se desempeña en diferentes ramas artísticas–y no solo como tatuadora. Para Palacios, realizar tatuajes es una forma más de hacer arte, "experimentar con la piel" empezó como un juego en su vida.

Además, indicó que ella siente que es "el vínculo entre lo que uno quiere hacerse y la piel". Más allá de que pueda hacer un diseño, las personas tienen algo que decir y es una forma de generar recuerdos.

Es un método menos agresivo, ya que no desgarra la piel y no hace que sangre. Incluso, en ocasiones si con la máquina se realiza de forma incorrecta puede ser muy dañino.

El proceso de hand poked se basa en marcar el dibujo en la piel –como para cualquier tatuaje– y luego se va repasando punto por punto con una aguja estéril que se moja en la tinta. Si bien no genera tanto impacto en la piel y duele menos, hay que armarse de paciencia porque se repasa muchas veces hasta que quede.

En general, son de pequeños formatos y simples, no muy detallados ni perfeccionistas. "Yo lo veo como recuerditos", opinó. El método apunta a poder hacerlo uno mismo sin buscar la perfección. También requiere de menos cuidados posteriores al tatuaje. Palacios suele recomendar pomadas o aceites naturales para ir hidratándolo para que, luego, a los dos días ya esté curado.

Por el contrario, un tatuaje hecho a máquina, según González debe lavarse por lo menos tres veces al día con jabón neutro, evitando agua caliente directa, y después hay que aplicarle una crema hidratante neutra sin alcohol ni perfume. De todas formas, los procesos de curación varían según el profesional.

González indicó que ella no tiene paciencia para utilizar el otro método. Es consciente de que es mucho menos dañino, porque la máquina no deja de ser un martillo que puede lastimar.

Los tatuajes hechos con el método hand poked son cada vez más habituales en el mundo y en Uruguay ser están instalando de manera paulatina.

Ingrid Palacios
Ingrid Palacios en el Club Natural y Popular
Ingrid Palacios en el Club Natural y Popular

¿Qué se necesita para emprender?

Para tener un negocio de tatuajes, no solo alcanza con tener talento; como en cualquier otro emprendimiento se requiere de una inversión: el local, las tintas, las agujas, los punteros, la máquina, papel hectográfico, líquido de transfer o jabón antibacterial, vaselina, guantes, entre otros.

Según Facundo Craviotto de La Catedral Tattooshop se puede comprar una máquina en un margen de precio entre $1900 y $4200. El precio varía según su función. Las tintas tienen un costo de entre $260 y $420, dependiendo de si es de colores o negra. Esta última es más cara que las otras. Por su parte, las agujas tienen un costo de $280 la caja de 50, sin importar el grosor y los punteros, según el tipo, varían entre $250 y $290.

Los insumos nombrados son necesario si se sigue el método tradicional. En el caso de del Hand poked no se requiere de un estudio, ni de tantos elementos. Es suficiente hacerlo con aguja, tetines y tintas.

Para estar autorizados para tatuar tienen que hacer el curso de Bioseguridad en la Escuela Universitaria de Tecnología Médica de UdelaR. El mismo consiste en aprender a manipular con higiene y esterilización los elementos.

El paso a paso para futuros tatuados


A la hora de tatuar, el tatuador se toma unos minutos para ordenarse. Primero, con el papel y el líquido transfer copia el diseño en la piel del cliente y luego prepara su mesa de trabajo, que la forra con film o con un babero de dentista. Allí se vierten las tintas en los tetines –frascos pequeños– y se coloca la aguja y puntero en la máquina.

El cable que va conectado al enchufe y la máquina pueden llevar una bolsa para evitar contaminar la piel si es que la toca durante la sesión. Además, tanto las agujas como los punteros son descartables y estériles.

Por otra parte, el tatuador debe guantes y tapaboca, pero no todos utilizan este último. Según Craviotto, es necesario contar con estos insumos para evitar contaminar la zona que está siendo trabajada. Durante el proceso de realización, se va limpiando y pasando jabón actibacterial o vaselina arriba del dibujo. Una vez culminado el tatuaje, se limpia, se cubre con vaselina y se envuelve en papel film.

Palacios utiliza como estudio el Club Natural y Popular, un bar ubicado en Bulevar Artigas y Luis de la Torre. Forra la mesa con papel film y luego simplemente tatúa. En el caso de González, cuenta con su estudio privado en un apartamento de Gonzalo Ramírez y Salterain.

Convertirse en tatuadora en Uruguay

Como la mayoría de los tatuadores, González y Palacios aprendieron a hacerlo de manera autodidacta.
Palacios aprendió a prueba y error con su expareja. Primero probó con un alfiler y tinta china y después lo hizo con los insumos correspondientes. Luego siguió con sus amigos y hoy ya lo convirtió en su propio negocio.

González, por su parte, comenzó autotatuándose sola a los 18 años. Recién hace dos años decidió dedicarse plenamente a esto.

Ambas utilizan la red social Instagram para mostrar sus trabajos y atraer más clientes. La cuenta de Palacios es kamikaze_tatto y la de González Anaistattoo. Esto también rompe con la idea típica de ir a consultar al local, las preguntas y agenda se hacen por mensaje directo de la aplicación, por donde incluso acuerdan el diseño.

"Las mujeres se están dando cuenta de que no necesitan a nadie para hacer su emprendimiento", concluyó González.

Anaís tatuaje
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La comodidad de ser mujer (recuadro)

En estos casos, cuando la clienta es mujer, si se tiene que desvestir o quedar en ropa interior es más cómodo si quien tatúa es del mismo género. Esto conlleva a que la mayor cantidad de los clientes de las tatuadoras sean mujeres.

González explicó que tatúa más que nada a mujeres y que cree que también es un factor por el cual aumentaron los estudios de tatuajes de mujeres. "Si tienen que estar desnudas por ejemplo, no es lo mismo estar conmigo que ir a ese lugar con un tatuador o en un lugar lleno de gente. No es por generalizar, pero tenés otro trato entre las mujeres, tenés más tacto".

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