El paso de Television y Tom Verlaine el martes pasado por Montevideo dejó algunos destellos de un guitarrista a contramano del tiempo histórico y de la escena a partir de la cual se hizo famoso –la del punk– de la que pareciera que siempre tiene que desmarcarse y renegar.
Lo de Verlaine, mucho más denso en cuanto a composición y poética incluso en el celebrado disco Marquee Moon de 1977, tiene pocos puntos de comparación con la música de ese género. Ese intelectual disco de rock marcó su carrera y eso se trasladó exactamente al concierto; de ahí que el público esperara esas canciones y –cómo no– también recibiera bien todos los momentos climáticos (salvo algunos desencuentros notorios entre guitarras y sección rítmica) que se dieron en la noche a partir de sus temas menos conocidos.
Su proyecto parte de dos guitarristas espectaculares en el solo (Jimmy Rip pirotécnico toda la noche, Verlaine como siempre en improvisaciones que recuerdan al free jazz) y es totalmente a prueba de reflejos típicos de aquellos colegas del CBGB: el decadente show conmemorativo, la banda tributo, etcétera. Más allá de los mencionados desencuentros y de alguna salida de tono (increpó al iluminador por un juego de luces que debería haber rechazado antes de tocar) Verlaine vino a lo que vino: a tocar y de paso probar por qué es un guitarrista aún reverenciado con un virtuosismo a contramano del concepto más habitual, basado en las escalas bluseras. Evidentemente, Verlaine está convencido de que la música puede hablar por sí sola y que dejándose llevar por ella se puede entrar en un mundo de percepciones mucho más rico que el del Una Que Sepamos Todos.
De cualquier forma, la alternancia entre esos momentos y los de las canciones más conocidas dio un aire un tanto bipolar a la noche. Por momentos, esas improvisaciones que evidentemente eran lo importante del concierto para Verlaine, pedían ser escuchadas con más atención y menos expectativa de euforia rockera; quizá desde un asiento.
Finalmente, Verlaine también probó que la coherencia es un camino posible si el artista persigue objetivos que no son divertir a quien va a verte a una sala. Conviene tener claro que es un lujo que puede darse si el público asiste a festejarlo toque lo que toque, como fue el caso.
El paso de Television es un capítulo más en este intenso par de meses de shows locales e internacionales del que costará desacostumbrarse.
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