Nadie podía prever que el 2020 tendría como protagonista a una pandemia que sigue (y continuará) generando estragos en cientos de países. Como te he comentado en otras entregas el turismo fue el primer gran perdedor. En los últimos días el gobierno se vio obligado a tomar una medida drástica (y necesaria según los expertos) de cerrar las fronteras para la próxima zafra estival, para intentar ganarle la batalla al virus. Las autoridades saben que sus acciones tienen consecuencias y costos, pero se buscó preservar el bienestar general y no poner en riesgo otros motores de la economía. Si hay algo que preocupa y genera incertidumbre, es cuándo vendrá la recuperación. El verano que se avecina dejará gusto a poco y algunos apuntan al 2022 para ver algo de luz. La gran interrogante es qué pasará en el medio, cuántos negocios y empresas vinculadas al turismo podrán aguantar tamaño freno en su nivel de actividad. Habrá un forzoso ajuste de la oferta para una demanda que nadie sabe si volverá a la normalidad ni cómo se comportará luego. No habrá paliativo o apoyo del Estado que pueda salvar a todos. El turismo perderá peso relativo en la economía y el empleo con un lento desangre. Algunos agentes ya se han movido reconvirtiendo sus negocios de hoteles, y otros barajarán si tienen margen para un plan b antes de bajar la cortina, pero no todos podrán hacerlo.
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