Sería catastrófico no solo para Ucrania sino para Occidente, que esta invasión culminara con alguna ventaja para Rusia (foto archivo)

Opinión > CARTA DEL DIRECTOR

Un año y hay que seguir

A un año del comienzo de la guerra en Ucrania. Escribe Ricardo Peirano
Tiempo de lectura: -'
26 de febrero de 2023 a las 05:02

Las guerras son malas. Todas. Las justas y las injustas. Las de agresión y las de legítima defensa. La de Ucrania también debería terminar lo antes posible. Hay por lo menos 8000 civiles muertos más de 100.000 tropas de cada lado muertas o heridas. Hay 5 millones de personas desplazadas dentro de Ucrania. Y hay 8 millones de ucranianos exilados en otros países de Europa. Y a ello hay que añadir la destrucción económica y cultural. Y luego el costo de la reconstrucción de Ucrania. Punto. Pero la guerra de Ucrania, causada por una insólita -aunque anunciada por servicios de inteligencia occidentales- invasión rusa, ya fuera por sentirse amenazada por la expansión de la OTAN o por el afán imperialista que alimentó Putin en su autocrático gobierno de los últimos 20 años, no va puede terminar con la capitulación de Ucrania o con cesión de partes de su territorio.

Las “operaciones especiales” para “desnazificar Ucrania”, como las llamó con singular eufemismo Putin al anunciarlas “urbi et orbi”, no son tales: ni “operaciones” ni “especiales”. Constituyen una invasión en toda la regla, sin justificación alguna, que viola todos los principios básicos del derecho internacional, entre ellos, el de libre determinación de los pueblos y de la seguridad de soberanía territorial, el principio del arreglo pacífico de las controversias, el principio de la prohibición de la amenaza o del uso de la fuerza.

Sería catastrófico no solo para Ucrania sino para Occidente, que esta invasión culminara con alguna ventaja para Rusia.

Ahora bien, de alguna manera tiene que terminar. Y ojalá sea más pronto que tarde. Prácticamente descartada la caída de Ucrania que, hace un año, casi todo el mundo menos un puñado de valientes ucranianos, preveía para pocas semanas y que ahora solo se podría materializar con el retiro del apoyo occidental en armas y en ayuda económica, Un año y hay que seguir se vislumbran tres posibles escenarios. El más lógico sería el retroceso de las tropas rusas a las fronteras anteriores al 24 de febrero de 2022, algo que a Rusia no hará ninguna gracia. El segundo, al que seguramente se abonará Putin (o su sucesor) sería mantener los territorios ucranianos anexados de la zona del Donbas que suman casi 15% del territorio de Ucrania, y que incluyen Donetsk y Lugansk, en el este, y Jersón y Zaporiyia, en el sur. Es un escenario que permitiría a Putin volver con algo entre las manos. El tercer escenario, de preferencia del presidente ucraniano Volodimir Zelensky y de los halcones situados en ámbitos claves de la política exterior norteamericana planean continuar la guerra hasta recuperar la península de Crimea, tomada por Rusia en 2014. Aspiran así a sepultar por largo tiempo las aspiraciones expansionistas de Rusia y sellar un triunfo de la Alianza Atlántica o, mejor dicho, de los Estados Unidos. A esa tesis se ha sumado esta semana con inusual fervor la prestigiosa revista británica The Economist.

Aparte de no considerar si es factible esa victoria militar ni los costos asociados a la misma en vidas humanas y sufrimiento económico para Ucrania y para el mundo que traería consigo una extensión de la guerra de tal magnitud, se ignora el hecho de que un Putin acorralado y humillado podría recurrir al uso de armas nucleares, ya sea de corto o largo alcance, lo cual generaría una catástrofe de proporciones inimaginables. Crimea debe quedar fuera del menú de opciones. Zelensky y los halcones de Washington deben dejar de batir los tambores de guerra. Defenderse de una invasión es una cosa, meterse en terreno ajeno (aunque pueda argumentarse que históricamente es parte de Ucrania) es otra. La guerra en Ucrania es una guerra de todo Occidente aunque nos parezca lejana. No solo por las consecuencias económicas (a las que aluden con ocasión y sin ella muchos gobiernos latinoamericanos para justificar sus errores y falencias) sino porque están en juego principios que hacen a las raíces de la civilización occidental. No es una guerra que nos sea ajena. Por eso da mucha pena la actitud de muchos países de América Latina que, aparte de condenar la invasión rusa en las resoluciones de la Naciones Unidas, se muestran neutrales en el conflicto. En esta actitud de prescindencia es el único punto en el que coinciden Lula y Bolsonaro. América Latina debería ser más asertiva aunque tenga comercio con Rusia y con China, que cada poco tiempo, muestra que puede ayudar con armas a Rusia. Al menos, ya la ha ayudado al no implementar sanciones económicas. China está a otro nivel: juega en la gran batalla por el predominio mundial con Estados Unidos y no le está yendo bien porque el modelo chino ha acentuado cada vez más sus caracteres autocráticos que había mitigado hacia el año 2000.

Se cumplió este viernes 24 de febrero un año de esta guerra absurda. Y habrá que seguir defendiendo a Ucrania hasta que Rusia devuelva el territorio obtenido. Después será la hora de la reconstrucción de Ucrania y de su consolidación democrática. América Latina, tan afectada últimamente por revueltas y autocracias, debería tomar nota de la importancia de cuidar las instituciones republicanas.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...