Al cineasta Luis Buñuel lo conoció por un instante en la Calanda natal de ambos. Tras la Guerra Civil española, el pueblo aragonés se vestía de negro, pero una repentina visita del cineasta surrealista les devolvió el color. "Junto a Buñuel aparecieron unas mujeres con vestidos coloridos y cámaras de fotos. Entonces tuve una revelación. En ese momento me di cuenta de que existía otro mundo, uno distinto al que conocía", recuerda el documentalista Javier Espada, que hoy presentará su filme Tras Nazarín en el festival Cinemateca.
Tras años de dirigir el Centro Buñuel de Calanda, Espada halló cientos de negativos y fotos del rodaje de Nazarín (1959), uno de los filmes de Buñuel rodados durante su exilio en México. "Los pueblos filmados evocaban, de alguna forma, el recuerdo de la Calanda perdida de Buñuel" , señala Espada. Una de casas de adobe y calles de piedra que le generaba nostalgia. En Tras Nazarín, ese es el camino que buscó recrear, imágenes y testimonios mediante.
¿Cómo cambió su percepción de Nazarín ahora, tras el documental, en comparación con cómo la veía antes del proceso?
El proyecto me ha permitido aprender mucho de cine, porque he visto muchos trucos de los que usaba Buñuel. Cómo creaba, cómo iluminaba, cómo movía la cámara. Te permite darte cuenta de cómo trabajaba Buñuel. Que armaba muy bien los guiones, pero que también localizaba y construía previamente la película. Por eso sabía muy bien cómo filmar cada uno de los planos. No hay nada dejado al azar. Es realmente sorprendente porque Buñuel mismo decía que la técnica no le interesaba para nada. Pero sí le interesaba, queda claro. Escribía muy bien sus guiones, usaba la imaginación, pero después era capaz de llevar eso a la práctica de una forma impecable y económica.
Para los testimonios de Tras Nazarín usted eligió tanto a personas que estaban directamente vinculadas con el proyecto como a realizadores como Carlos Saura o Arturo Ripstein ¿Qué definió la inclusión de esas voces?
Creo que no se puede hablar de una película de Buñuel sin hablar de él. Carlos Saura, por ejemplo, habla de elementos técnicos, de cómo a Buñuel le interesaba, por ejemplo, la novela picaresca, que está muy presente en la película. Ripstein, por otra parte, cuenta que él se dedicó al cine por el final de Nazarín. Que cuando vio Nazarín se le abrieron los ojos y pensó que "hay otro tipo de cine, distinto al que estaba acostumbrado a ver". Después hay un cineasta que se ha establecido en uno de los pueblos que fotografió Buñuel, un cinematógrafo e incluso el hijo de Buñuel, que estuvo en la filmación y cuenta anécdotas. Son muchos elementos los que van vertebrando ese viaje.
La preocupación por la fotografía que tenía Buñuel se traduce en su propio interés por cotejar sus encuadres e imágenes con la realidad actual. ¿Cómo planteó esa intención artística e investigativa?
Yo me fui con un álbum de fotos, con todas las imágenes que había tomado Buñuel copiadas y ampliadas y con un equipo de seis personas, a buscar los pueblecitos. Fue un viaje a la aventura, porque no sabía qué íbamos a encontrar y, sin embargo, logramos hallar todos los lugares. Yo llevé una cámara Leica para buscar las mismas imágenes y tirar la fotografía y también buscábamos los encuadres de Buñuel con la cámara de filmación. Ese era el reto, porque es como ofrecerle al espectador un viaje en el tiempo. Partir de una imagen de Buñuel en la que, de repente, pasan unos niños o un coche actuales y que permiten que esa fotografía cobre vida. Encontramos esa magia extraña que tiene el paso del tiempo. Esa era la poética que yo buscaba. Es algo que pasó hace más de 50 años y, sin embargo, queda algo flotando en el ambiente. Es un escenario, un set de rodaje, que sigue estando allí.
Para Buñuel el surrealismo era una forma de ver el mundo. Más allá del lazo emotivo que mantiene con Buñuel y el interés que le despierta como objeto de estudio, ¿siente que su manera de hacer de ver el mundo se ha permeado en cómo usted hace cine?
Siempre me ha interesado el surrealismo como un movimiento creativo, rompedor, que salía de lo convencional y tenía otros postulados. No me considero surrealista, pero creo que a estas alturas del siglo XXI no podemos ignorar todo lo que ha aportado Freud, todo lo que tiene que ver con el azar, con el inconsciente, con el deseo. Yo cuando hago una película la hago con todo, con mi intuición también. Ya no solamente con lo racionalInicio de sesión
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