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Un escape, una historia legendaria, un cómic

El guionista Roy y la dibujante Lauri Fernández desarrollan uno de las más legendarios sucesos de nuestra historia reciente y, a pesar de la falta de tensión, redondean un importante libro objeto
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27 de marzo de 2016 a las 05:00
Dentro de la producción reciente de historieta nacional, este es un libro que interesa y mucho. Ante todo, por ser uno de los primeros acercamientos en materia de ficción a la historia reciente –es curioso lo poco que se ha remitido a la pasada dictadura tanto en formato no documental como en cine o historieta– y por reconstruir especificamente la historia de la fuga del penal de Punta Carretas, una fuga tan única que hasta fue digna de un record Guinness.
 
Como bien se anuncia en el prólogo de Tupamaros: La fuga / 1971, la reconstrucción de la fuga del penal de Punta Carretas solo ha tenido un recuerdo testimonial, alejado de las posibilidades de un género como la historieta. Pero haberle aportado ese desdoble que provee el género historieta no es lo único que la define como una obra interesante. Aporta además lo riguroso de su investigación, un sello del creador Roy ya en trabajos anteriores, como Morir por el Che. Aquí, él y la dibujante Lauri Fernández no solo se basaron en el libro del actual ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro (Fuga de Punta Carretas) sino que, como complemento, entrevistaron a dos de sus protagonistas: Jesús "Vasco" Arguiñarena y Pedro "Lechón" Lopardo, ambos transformados en personajes protagonistas del relato.
Podría decirse entonces que se respeta y se complementa ese relato, que además viene presentado dentro de un género que aún no había abordado el hecho.
 
El encare de Roy permite una reconstrucción de los hechos más cercana al meollo del relato pero vista quizá desde cierta periferia, ajena a los personajes más reconocibles de esta historia. No es que José Mujica, Raúl Sendic (padre) o Fernández Huidobro no estén presentes, pero son personajes secundarios y –con la excepción del expresidente– no tienen siquiera diálogos. Esto favorece al relato, lo acerca al lector y lo empatiza con los –en su gran mayoría– anónimos presos que tratan de escaparse. 
 
Porque más allá de cualquier simpatía política o falta de ella, la ficción de las fugas se basa claramente en eso: en involucrar al lector/espectador en la crónica del escape. Y en ese aspecto, Tupamaros: La Fuga / 1971 lo logra perfectamente.
 

Entre algodones

 
Aunque cargada de significación, también es cierto que esta versión del relato de la fuga pierde algo de intensidad en cuanto a épica o tensión precisamente por seguir al pie de la letra los hechos históricos, dejando de lado en ese camino algunas oportunidades para poder tensionar aún más el relato. Además, el libro no apela nunca a llegar a un clímax final y si bien esto en parte es razonable –después de todo, la gran mayoría de sus potenciales lectores conoce al menos de oídas el resultado de esta historia– se extraña que no se utilice este recurso, dadas las posibilidades que ofrece la historieta como género para hacerlo.
 
Esta decisión, a todas luces consciente, sí favorecerá la lectura de aquellos que pretendan encontrar en esta novela gráfica una recreación casi literal de los hechos. Pero por su lado, aquellos que busquen más ficción probablemente se sientan algo decepcionados. No faltan, claro está, ciertas libertades narrativas que permiten sobre todo hilar los hechos o la invención de algunos personajes cuya función se va revelando a medida que avanza el relato, pero esto está extremadamente cuidado y –como lo marcan las notas finales– justificado en cada punto.
 

La importancia del socio

 
Así como en Morir por El Che Roy se respaldaba en la labor del dibujante Marcos Vergara, aquí repite con colaborador argentino: es la mendocina Lauri Fernández la que se encarga del arte, y realiza su mejor trabajo hasta la fecha. Fernández, una de las más ascendentes artistas de la vecina orilla, ya había colaborado con Roy en dos libros anteriores: Vientre y Regulación 0.75: La dádiva. Aquí, su talento desborda tanto como su uso del color.
 
La edición –una de las últimas financiadas por el Fondo Concursable, algo que cobra más importancia ahora tras su reestructura– es impecable y hasta se permite juegos como el desplegable incluído con todo el túnel de los Tupamaros para su fuga, terminándolo de convertir en un apreciable libro objeto.
 
Por fuera de todo eso, Tupamaros: La Fuga / 1971 es un esfuerzo más por aportar una nueva historia que regrese al tiempo histórico de la dictadura y aledaños, algo que no venía sucediendo, a excepción de obras de teatro como Pedro y el Capitán, de Mario Benedetti; o En honor al mérito, de Margarita Musto; o la reciente nouvelle El combatiente, de Renzo Rossello.

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