Opinión > ANÁLISIS - NELSON FERNÁNDEZ

Un portazo en el MEF que termina haciendo mucho ruido

Mal manejo de una renuncia y de la comunicación empaña una negociación que ya era compleja
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30 de septiembre de 2017 a las 05:00
Qué será lo que el gobierno está entregando a UPM para que la empresa finlandesa haga la fábrica de celulosa en Uruguay, que ha llevado a que un jerarca del Ministerio de Economía renunciara al cargo? Esa es la pregunta que muchos se hicieron cuando trascendió la decisión del economista Andrés Masoller. Y del gobierno hubo mensajes diferentes.

El ministro de Economía, Danilo Astori, dijo que se está "muy lejos de tener un acuerdo respecto de UPM", que "no se resolvió el tema" y que "no es una discusión fácil".

El director de OPP, Álvaro García, dijo que se sigue trabajando "como desde el principio" y que "se está más cerca de acordar".

El ministro de Transporte, Víctor Rossi, dijo que él también alguna vez había "sentido ganas de dejar todo", pero que entiende que un proceso de negociación así, que es tan "reconfortante" como a veces "tan árido".

La ministra de Industria, Carolina Cosse, dijo que la negociación hubiera sido muy corta si el gobierno hubiese dicho que sí a todo lo que pedía la empresa.

La negociación por un emprendimiento de gran magnitud lleva implícita la reserva del caso, lo que complica la comunicación, pero la orquesta debe afinar antes de tocar en público.

El silencio forzado y los mensajes desafinados generan terreno fértil para versiones que circulan en el ámbito político. En ámbitos de frenteamplistas afines al astorismo surgieron justificativos a la ida de Massoller, basados en exigencias de UPM respecto al control de las obras estatales de infraestructura, sobre el precio de la venta de energía generada en la planta, la exoneración de impuesto al Patrimonio a las plantaciones forestales, entre otros.

Obviamente el economista no se fue por las exigencias, sino porque entiende que el gobierno está dispuesto a ceder en planteos de UPM que debería rechazar. Eso puede ser compartido en parte o totalmente por el ministro de Economía, pero el que manda es el presidente. El que fue elegido por los uruguayos para gobernar es Tabaré Vázquez, y los ministros son sus secretarios de Estado.
Astori tiene claro eso.

No hay discrepancias entre Vázquez y Astori sobre la conveniencia de la megainversión, pero el presidente quiere asegurar el plan, y que sea lo antes posible, mientras el ministro quisiera tener más tiempo y poder para hacerlo más beneficioso para el Estado. Y ahí entran a jugar los tiempos.
El ministro sabe que la palabra final la tiene Vázquez. Y Vázquez sabe que su ministro es leal y entiende los roles.

Maquiavelo destacó en su obra El príncipe la importancia de cómo un jefe de Estado elige sus ministros. "La primera opinión que se tiene del juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo rodean: si son capaces y fieles", decía el filósofo florentino. Y agregaba que "para conocer a un ministro hay un modo que no falla nunca", que consiste en observar cómo maneja los intereses personales y generales: "Cuando se ve que un ministro piensa más en él que en uno y que en todo no busca sino su provecho, estamos en presencia de un ministro que nunca será bueno y en quien el príncipe nunca podrá confiar".

Astori podría preocuparse por su imagen y los costos a asumir tanto en el ámbito político como en el entorno de economistas. Pero se debe al presidente y al interés general. No tiene la misma chance que Masoller para dar un portazo.

El ministro asume riesgos con una negociación compleja en la que debe asegurar una inversión necesaria y trascendente para el país. ¿O nadie se da cuenta que el PIB da una cosa con las plantas de celulosa y otro número sin considerar dos fábricas?

El presidente Vázquez siente que el sector de la construcción –que tuvo un boom hace unos años pero no logra despegar últimamente– requiere un impulso que no aparece por otro lado, y que de eso depende la suerte de miles y miles de familias. Y que el Uruguay no será el mismo con o sin esta planta de UPM, el ferrocarril del siglo XXI y un puerto montevideano con salto cualitativo en estructura y operativa.

Astori debe contemplar el impacto fiscal de la inversión pública y el costo de otras exigencias de la
empresa pero, sobre todo, ser leal al presidente.

Esa lealtad debe pagar en la interna política, y no ocurrió así cuando el presidente Vázquez dio la derecha al ministro de Trabajo, en el proyecto de ley para los "cincuentones". Eso fue otro asunto que empujó a Masoller a salir del MEF, y que se vio con frustración en el ministerio, porque Ernesto Murro pudo imponer un texto hecho por el PIT-CNT y no por los técnicos que saben del tema.

Con el proyecto de "cincuentones", ¿cuál de los ministros pensó en sus intereses y cuál en el interés del gobierno en su conjunto?

El presidente es el que manda, pero también debe saber que decisiones como esa son un golpe de desilusión para técnicos serios y comprometidos con el gobierno. Y todo va sumando.

Con ese contexto, el mal manejo de la renuncia de un funcionario terminó empañando una negociación que ya era compleja.

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