Camilo dos Santos

“Uruguay ha avanzado en innovación, pero llegamos como a un tope”

El especialista en innovación cree un error haber “gastado fortunas en proyectos fastuosos e inútiles” y pide más sinergia entre universidad/sistema productivo

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01 de mayo de 2022 a las 05:00

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Hablar de futuro, así como promover discusiones sobre la sustentabilidad de nuestros proyectos individuales y colectivos, resulta simpático. El asunto es ir a fondo con el debate, y allí aparece una nómina de temas pendientes, y otros postergados. En esta entrevista, el contador Bruno Gili pone la lupa en algunos puntos incómodos, como, por ejemplo, cuánto le queda al Estado concebido como en la actualidad, qué debe hacerse para estimular la formación en otras carreras de grado, y cuánto hay del “dime donde naces y te diré qué futuro tienes”.

Parece impopular o está subestimado pensar en el futuro, en el pensamiento estratégico a largo plazo. ¿Estamos demasiado enfocados en el cortoplacismo?

Cuando tomamos cualquier decisión de vida, siempre estamos impactando sobre el futuro. Por lo cual, consciente o inconscientemente siempre estamos evaluando cuál es ese escenario que uno espera que ocurra. Puede ser uno probable, ya yendo más a lo académico; uno posible que ocurra, que me puede gustar o no; y uno deseable o “construible”. El científico inglés Stephen Hawking tiene una frase muy buena. Viste que él es muy ateo, y dice que hasta aquellos que creen en el destino, cuando cruzan la calle miran para un lado y para el otro a ver si viene algún vehículo. Entonces, creo que hay una combinación de todo.

Algo que genera polémica es esa especie de determinismo del “dime dónde naces y te diré qué futuro tienes”, en referencia al lugar y las condiciones en que nacemos y la incidencia en las trayectorias de vida.

Como decía, no creo en los determinismos. Sí creo que hay factores que influyen sobre el desarrollo de una persona, de un Estado, de un país, de una empresa. No es lo mismo nacer en un barrio con carencias que en un barrio sin carencias. No es lo mismo nacer en una familia constituida con un determinado conjunto de capacidades que en una familia con otras dificultades, tanto en la parte afectiva, como cultural y educativa. Pero dejame copiar a mi querido amigo Gastón Labadie, que, en su discurso de cierre de curso de la ORT, recordaba un afiche que su padre le entregó con unas reflexiones del escritor Aldous Huxley, sobre lo que se hereda como persona y lo que uno hace con eso. Para Huxley, lo que alguien es depende de tres factores: de lo que ha heredado, de lo que la circunstancia haya hecho de él y de lo que, eligiendo libremente, haya hecho de su circunstancia y de su herencia. 

Algo de su propia experiencia tiene puntos de contacto con esto.

Yo iba al Liceo 14, y era un estudiante destacado. Luego mis padres se mudaron y en sexto me tuve que ir a Malvín, por lo cual fui al Liceo 10 (que estaba en 18 de Diciembre). La mayoría eran estudiantes de Punta Gorda, Malvín, Carrasco, muchos venían de algunos colegios privados donde habían hecho hasta cuarto del liceo, obviamente todos de familias relativamente sin problemas económicos y sociales, y muchos eran hijos de padres profesionales. Yo tuve dificultades para adaptarme los primeros meses. Pasé de ser un estudiante que era casi abanderado, a uno más, aunque luego fui el segundo o tercero en recibirme en la facultad. Pero esa transición fue relevante. Todos hablaban inglés y francés, y yo no. ¡Las circunstancias claro que juegan!, pero después uno toma decisiones.

Entonces, ¿cuánto uno decide su vida, su trayecto, su futuro?

Yo creo que uno decide su vida. Lo que no puedo es pedirle a todo el mundo lo mismo, si nacen en circunstancias de distinto capital social, o empiezan con distinto capital económico. No es todo negativo lo de la desigualdad. Yo creo que hay que trabajar por cambiar los niveles de desigualdad, pero no creo en la igualdad a rajatabla, donde todo el mundo tiene que tener lo mismo y ganar lo mismo. Eso es una locura, que va contra la condición humana.

Ha mencionado la Cuarta Revolución Industrial y su impacto casi diario sobre nuestras vidas como un eje sobre el que deberá girar el debate del futuro del trabajo.

¿Qué caracteriza a esta Cuarta Revolución, que algunos llaman también la revolución virtual o digital? Varias cosas, porque lo que la innovación ha permitido son dos cambios que para mí son radicales, los que marcan las tendencias: uno es todo el mundo de la revolución digital en el sentido de que todas nuestras actividades productivas, personales, sociales y gubernamentales están cruzadas por el uso de la tecnología, del software. Eso deja una huella digital de lo que hacemos. Se construye un conjunto de datos que hoy se conoce como la Big Data, que es un montón de información que luego, a través de robots, de algoritmos o de acciones humanas interactuando con esos datos, van generando nuevos modelos de empresas, nuevos modelos de negocios, cadenas integradas de valor en la economía global, plataformas digitales, economías descentralizadas y colaborativas.

¿Qué modelo de Estado imagina en estas circunstancias?

Pasamos de un Estado absolutista a un estado burocrático weberiano en el buen sentido de la palabra. Y ahora yo me pregunto: ¿no deberíamos ir a un Estado desconcentrado…, en red?  Y que no piense en el promedio, que no les dé a todos lo mismo, sino que dé a cada uno lo que necesita. Esto lo permitiría la tecnología.

Menciona también los cambios revolucionarios que trae la biotecnología.

Son dos grandes revoluciones: la biotecnológica y la bioeconómica. La revolución biológica ha permitido desarrollar la ciencia de la salud, que supone extender el bienestar de las personas a muchos años de vida. Permite repensar la agricultura para producir nuevos cultivos más productivos y más sanos, y permite también producir nuevos materiales biodegradables, menos contaminantes. Se combinan la revolución digital con la biotecnológica, y juntas es impresionante lo que van a poder hacer. La tecnología va a permitir diseñar procesos biológicos desde la computadora, sin necesidad de hacer experimentos. Estas dos revoluciones irán cambiando nuestros modelos de negocios, de relaciones sociales, de creación de valor.

Para todo habrá distintas velocidades, ¿cuán acoplados podemos estar como personas, como país, como sociedad, a esas revoluciones que en el mundo ya van muy rápido?

Creo que ese es el principal reto y en particular para el mundo del trabajo. Lo que vivimos es una revolución tecnológica y de innovación que va más rápido que la capacidad de las personas, de las empresas y del Estado de comprenderla, adaptarse y adquirir capacidades. Ese es el desafío que abre millones de oportunidades para que el mundo sea mejor, abre muchos retos para muchos países, para las empresas y, lo más importante, para las personas. Y ahí queda un sector de la población muy vulnerable. Va a variar si estoy en Finlandia, en Francia, en Portugal, Guatemala, Uruguay o Chile.

Uruguay padece un dilema demográfico, pero mientras tanto la población del mundo crece. Es un fenómeno que, en este contexto que describe, no puede despreciarse.

En 2050 se estima la población mundial en más de 9.500 millones de habitantes, y en Uruguay se estima que vamos a ser los mismos que ahora, pero más envejecidos. La pregunta que Uruguay debería hacerse es cómo es posible que no tengamos 3 millones y medio de uruguayos formados, capacitados, con modalidades para interactuar con el mundo.

¿Y cuál sería la respuesta?

Bueno, yo creo que Uruguay paga tributo a algunas de sus virtudes. Ahí tomo algunos comentarios y algunas ideas de Gabriel Oddone, que lo señala hace mucho tiempo. El padre de Gabriel era historiador y él, además de economista, tiene una vocación de entender esos aspectos históricos. Y creo que tiene razón cuando dice que Uruguay paga un alto precio por valorar la convivencia y la solidaridad en la sociedad. Como sociedad asumimos que tiene que invertir en la convivencia social, para lo cual existe su sistema de educación pública, de seguros de desempleo, transferencias monetarias…

El legado batllista…

De alguna manera sí, y como decía Luis Eduardo González más o menos así: “Todos somos socialdemócratas en Uruguay”.  De alguna manera eso tiene una virtud, que es  la del Uruguay un poco más amortiguado. Pero en esta economía que crece aceleradamente, que hay una revolución, es un problema, porque los actores políticos no se animan a tomar decisiones. En particular –y en esto quiero ser muy específico–, en los mercados de bienes y servicios no transables en Uruguay, en aquellos que compite, como celulosa, carne o arroz, o servicios de alta calificación, no hay casi regulación, y donde el indicador es el precio del producto, Uruguay se ha adaptado razonablemente bien porque todos han sido inteligentes y todos los que han gobernado dicen “yo no me meto con el sistema de precios, dejo que funcione y sea el que marca”. 

Entonces, ¿cómo se resuelven esas ineficiencias de hoy?

Pasa que esas ineficiencias del mercado de “no transables” le traslada costos al sector “transable” de la economía. Entonces ¿Uruguay podría exportar el doble de software que hoy? Posiblemente sí, pero tendríamos que tener el doble de gente calificada en el tema tecnología, de software. Necesitamos gente que tenga formación tecnológica. Si uno compara lo que Uruguay exporta de productos lácteos con relación a lo que exporta Nueva Zelanda, estamos seis, siete u ocho veces por debajo. Y si miramos los costos, cada vez que viajamos, vemos que Uruguay es un país caro. Es decir, tenemos ineficiencias que impactan sobre tomar decisiones que mejoren la productividad.

Un informe de la Dirección de Cultura del MEC reveló que hay una oferta de casi 300 carreras y más de la mitad de los estudiantes opta por las 15 de siempre. ¿Qué reflexión le merece?

Ahí uno puede plantearse dos preguntas. ¿Qué hacemos? ¿Le decimos a la gente lo que tiene que estudiar? Yo no soy partidario, en principio, de que el Estado tenga que decirle a la gente qué tiene que estudiar. Lo que el Estado sí tiene que hacer es poner incentivos correctos, transformar la educación primaria y secundaria para que más gente tenga interés por estudiar otras cosas, poner mucha información a disposición, desarrollar actividades para que la innovación  y la sinapsis  de las neuronas  de estudiantes y jóvenes vean otras alternativas. No creo que deba decirse que hay cupos, por ejemplo,  para un determinado número de contadores, y como ya no hay mas lugares dedícate a estudiar para ingeniero.

¿De qué forma podrían incentivarse algunas carreras? 

Yo no tengo problema con que pueda haber incentivos de algún tipo para que se premie si vos estudias más allá de las profesiones liberales conocidas. Creo que hay que transformar la función docente radicalmente en Primaria y Secundaria, ya que ahí hay un rol importante de coaching –me van a matar los gremios docentes con esto del coaching–, pero se trata de empoderamiento. Te pongo un ejemplo: mi hijo que está estudiando Economía quería hacer una pasantía. Se presentó en algunas empresas y lo seleccionaron para una pasantía de seis meses. Le dijeron: “vas a entrar dentro de un mes, porque estamos seleccionando a tres más, es un equipo y queremos que el equipo ingrese todo junto”. Primera decisión: estoy armando un equipo que lo voy a ingresar como equipo, no como una persona. Pero mientras lo mandaron a plataformas educativas gratuitas, para que estudiara determinados temas de tecnología que él va a usar cuando ingrese. Él estudió y se preparó solo. ¿Qué pasaría si nosotros en Secundaria dijéramos “las materias básicas son estas siete u ocho que son claves: matemáticas, lenguaje, habilidades afectivo-conductuales, de saber moverse y relacionarse, todo lo que tiene que ver con el trabajo socio educativo, socio cultural, socio conductual... Y luego hay cuatro o cinco materias que elegís vos del curso que quieras en la universidad del mundo que quieras”. Si no hacemos un clic estamos perdiendo una oportunidad grandiosa. 

¿Podría haber una nueva resistencia de los sindicatos? 

Son dos diferencias las que veo. Una es la capacidad de los docentes de asumir este riesgo y este reto. Yo creo que a mucha gente le gustaría hacerlo, y luego tenés las corporaciones que responden a sistemas regulatorios de nuestros mercados internos, que juegan un papel porque estarían perdiendo poder. Después podrá haber más o menos ideologización, que yo creo que la hay y a veces extremas, pero eso también es gestionable. Igual creo que las responsabilidades siempre las tienen, en las democracias, los poderes públicos.

Volviendo sobre la discusión del futuro posible o deseable, ¿qué han hecho los países que lo han hecho bien?

Todos intentaron liberar las fuerzas creativas de las sociedades, todos reformaron sus sistemas educativos, todos reformaron sus sistemas desregulando o regulando mejor, buscando la competencia y la creatividad en la innovación, y todos buscaron insertarse internacionalmente lo más fuerte posible. A su vez modernizaron los mercados para que sean competitivos y que la innovación corra y fluya. Es impensable la revolución tecnológica americana sin entender el rol del Estado de EEUU...

¿Uruguay está avanzando lo suficiente en innovación?

Avanzó, pero tiene que redefinir y potenciar su ecosistema innovador, duplicar o triplicar su capacidad de vender servicios financieros, tecnológicos, servicios de conocimiento, potenciar una industria biotecnológica. Tenemos que pegar un salto de calidad. Vuelvo a algunos ejemplos: Finlandia planta árboles, comercializa celulosa, monta fábricas en otros lugares del mundo y te vende la tecnología de la fábrica. Es como si Uruguay, además de producir carne de calidad y exportar esa carne con el valor agregado de la trazabilidad para que sea de las más caras del mundo, mañana también exportara frigoríficos y tecnología digital, para instalar frigoríficos en otros lugares del mundo. Ese cambio son decisiones que el Estado tiene que tomar.

¿Tenemos un sistema innovador pero aún anémico?

El ecosistema nuestro de universidad/sistema productivo, sigue siendo muy retrasado. Hay una sinergia muy baja en eso, muy baja. Nuestro sistema innovador tiene que cumplir un rol, nuestro sector generador de conocimiento en universidades públicas y privadas , nuestro sector empresarial y las políticas públicas, tienen que  moverse y pegar un salto de calidad. Hicimos muchas cosas, porque Uruguay ha avanzado en innovación pero llegamos como a un tope. De hecho, hemos gastado fortunas en proyectos fastuosos e inútiles. Seguramente, si en lugar de haber puesto mil millones de dólares en Ancap, lo hubiésemos puesto en crear startups, seguramente nos habríamos desarrollado.

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