Opinión > ANÁLISIS / EDUARDO BLASINA

Uruguay, otra vez país de inmigrantes

Una nueva realidad que nos obliga a reflexionar
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14 de abril de 2018 a las 05:00
Él era productor agropecuario, a su manera y de la manera que lo dejaban. Plantaba cebolla, tomate, poroto. Mi papá y mis tíos tenían tambo. Vivía en una zona rural y viajaba una vez por mes al mercado de la ciudad, donde luego de pagar impuestos vendía su producción al precio que el Estado dictaba. "El año que el gobierno tenía un producto, ese año no le interesaba lo que cosecharas. El año que le faltaba estabas obligado a venderle."

Salía a defender su mercancía, sus tomates, pero como en el 1984 de Orwell, el Estado tenía el poder absoluto y si querían decomisarle todo, todo le quitaban. Y eso fue lo que lo decidió a arriesgar la vida con tal de no vivir en la opresión. "Lo que me hizo decidirme es que fui a la capital con mi tomate, me decomisaron todo, pero fue en realidad un robo porque no me dieron nada por mis tomates. Iba a un lugar donde te permitían vender pagando impuestos altos, pero así y todo, ponen inspectores que pagando impuestos y todo, ellos definen a que precio tienes que vender. Y si quieren quitarte todo, te lo quitan".

Uruguay se ha vuelto, como en la primera mitad del siglo pasado, un país de inmigración. Y lo será cada vez más. Por eso es más que oportuna la muestra que empezará la semana próxima y que nos invita a cuestionarnos este nuevo Uruguay colorido y más diverso. Los afiches que circulan ya abundantemente al menos por la capital son bien llamativos e invitan a la reflexión. Porque en las redes sociales ya circulan cuestionamientos a la llegada de cubanos y venezolanos, como una posible invasión totalitaria encubierta. Bien distinta esa impresión del polarizador mundo de las redes, con la que tienen vecinos de Santa Rosa, encantados con la amabilidad, el respeto y la intención de trabajar cordialmente con los empleadores que tienen los cubanos que llegan en cantidades crecientes al pueblo.

"Cuando me decomisaron mis tomates que valían unos US$ 2.000 decidí que no iba a trabajar más, que me iba a ir costase lo que costase. Hicimos una lancha con unos amigos, nos tiramos al agua pero nos agarraron los estadounidenses y nos deportaron de nuevo a Cuba.Entonces fuimos para la Guayana francesa y de ahí a Brasil y de ahí a Uruguay, donde tenía a un amigo, que su cuñado estaba acá hacía dos años y no le iba mal. El estaba hacía ocho meses acá y todos están mucho mejor que en Cuba. Empecé haciendo changas, trabajando todos los días que se podía. Trabajaba tres o cuatro días a la semana".


Hoy trabaja establemente en un establecimiento agropecuario y al hablar tanto con él como con su empleador pareciera que la relación fuera de una amistad solidaria entre el agradecimiento del exiliado que logra un salario que le permite ahorrar y mandar dinero a su familia, y el empleador agradecido por encontrar quien trabaja alegre y con espíritu de equipo. Adaptarse a la agricultura uruguaya tal vez no haya sido fácil. "Yo traía una idea pero allá todo es manual y aquí todo es mecanizado. Soy técnico en cultura física, pero me dediqué al campo que es donde más se puede prosperar, porque en Cuba cualquier empleado gana un salario que no le da para comer, el que más gana trabaja por 600 pesos al mes que son 25 dólares al mes. Aquí gano en un día lo que allá ganaba en un mes así que puedo mandar dinero a mi familia desde que llegué, mi familia ha tenido esa pensión todos los meses".

Tal vez por el contraste con la dura realidad de la que vienen, tal vez porque en el interior rural hay una bonhomía que tal vez aleja a algunos ventajeros para los que siempre un inmigrante es vulnerable, este excampesino cubano y ahora trabajador rural con residencia en Uruguay está agradecido. "Lo que más me gusta es como me ha tratado la gente. Soy un privilegiado porque he conocido muy buenas personas."

Respecto a la gente que tiene el temor de que la llegada de cubanos tenga un fin político, lo ve con escepticismo. "El que venga de Cuba nadie viene con la idea de repetir lo de allá. No extraño la comida porque allá hay que comer hasta piedras y el frío me gusta así que creo que vine a un país que no pensé que me fuera a gustar tanto, acá no hay ningún tipo de problemas, allá sí".

Decía que la muestra es oportuna. Porque Uruguay todavía no ha tomado plena consciencia de su renovada condición de país de inmigración. Lo que conlleva no pocos desafíos. La desocupación va en ascenso, la gente que llega de afuera a trabajar solo quiere trabajar y los salarios que se ofrecen aquí les parecen excelentes. Bares, restaurantes, supermercados, la industria avícola y por qué no las empresas del agro de todo el país, pueden estar encontrando una provisión de trabajadores que significarán un desafío para esa mayoría de uruguayos que no termina la Secundaria. Cada inmigrante que llega, es una persona que recomienda a decenas de compatriotas salir de la miseria de Cuba y Venezuela para venir aquí.


"El tema es salir, Cuba está como Venezuela, se trata de salir para cualquier lado para donde sea". Y por supuesto como cualquier uruguayo atento puede advertir, la inmigración no es solo de estos países. De Haití, India, o Dominicana, una nueva realidad nos obliga a reflexiones varias que serán posibles no solo viendo los llamativos afiches por las calles, sino a través de la muestra que se inaugura este 19 de abril en el Museo de las Migraciones (MUMI) "Nosotros versus. Los otros", del diseñador gráfico Patricio "Pato" Handl, que llega gracias a las gestiones de la fundación Viena/Montevideo, que él mismo, inmigrante, integra. Es que ya ha llenado las calles de Austria con estas reflexiones tan candentes en Europa.

Los afiches ya hace tiempo que me interpelan a mi mismo cuando veo a una mujer musulmana con su velo y algo irreductible en mi interior me dice que no es lo que quiero. Que sí quiero recibir a perseguidos de todo el mundo y a mujeres musulmanas... pero de aquellas que lleguen deseando quitarse el velo opresor. Y que por abierto a la diversidad que sea no quiero a ninguna envuelta en velo intentando convencer a niñas uruguayas que hay algo incorrecto en llevar libre su pelo, sus orejas o sus cachetes al viento. Debates que por unos días podremos tener incluso personalmente con el autor, que llevará adelante distintas charlas y presentaciones, sobre diversos de aspecto de este arte de la reflexión social. La oportunidad uruguaya es un imán para gente de todo el mundo y era urgente poner sobre la mesa como quienes llegan del mundo potencian la oportunidad de esta comarca.

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