Gabriel Pereyra

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Uruguay y sus abuelos egoístas: la venganza será terrible

La movilidad social reclama no solo dinero sino un poco de amor por los niños
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15 de noviembre de 2017 a las 02:00

Suelo escribir casi siempre de lo mismo. De cosas que sé o que creo que sé porque he estudiado; de cosas que sé o que creo que sé porque las he vivido; de cosas que intuyo porque creo tener sentido común.

Una de las cosas sobre las que suelo escribir es sobre los niños y la pobreza, por separados y juntos.Suelo escribir de lo que temo, y antes de que esa parte de mi vida que se llama hijos existiera, a lo que más miedo le tenía, yo que me preciaba de no temerle a nada, era a la pobreza. Al dolor también, pero sobre todo a la pobreza.

Caminé por el pretil en sandalias, y por azar, y por amor, el abismo no me tragó. Porque no es necesario mirar al abismo para que el abismo te mire. El abismo siempre te mira.

Escribo casi siempre de lo mismo y lo hago cuando hay algo que dispara mis obsesiones. Esta semana hubo dos cosas que dispararon mi obsesión sobre los niños y la pobreza. Una fue una frase contenida en el libro La velocidad del entusiasmo, que mi amigo el escritor Alejandro Ferreiro presenta en estos días: "Todas las generaciones son pobres del cariño de las generaciones anteriores".

Lo otro fueron unas preguntas, interpreto yo que retóricas, lanzadas por el director del programa sobre la primera infancia Uruguay crece contigo, Pablo Mazzini: "¿Quién nos va a pagar la jubilación dentro de 20 años? ¿Los gurises que nacen ahora con estos niveles de pobreza?".

Por cada uruguayo adulto pobre hay 10 niños uruguayos pobres. Pero la inversión social es tres veces superior en adultos que en niños. Lo que debería ser 10 veces más, es tres veces menos.

Y esto no pasó porque sí; pasó porque así lo dispusieron unos señores y unas señoras, algunos de los y de las cuales deben tener hijos -así como yo tengo- y que seguramente los consideren pedazos de su vida -así como yo considero a los míos-. Señores y señoras que hablaron con otros señores y otras señoras e hicieron una especie de pacto social en un país que en 20 años se duplicó la cantidad de mayores de 65 años.

En ninguna de esas decisiones políticas que generaron esa ecuación tan injusta obviamente, participaron los niños. Ellos no solo no saben de guerras, no saben lo injustos que están siendo con ellos los mayores.

O quizás no. Algunos de esos niños sí lo saben porque, según datos de Uruguay crece contigo, en el 60% de los hogares hay algún tipo de violencia contra los niños. En algunos lugares la violencia debe ser lo suficientemente violenta como para que los pibes sepan que nada pueden esperar sino es de ellos mismos, o sea, muy poco.

En otros lugares los chiquilines, cuando empiezan a tener capacidad de reflexión, deben pensar que como son nenes los mayores velarán por ellos. Pobres santos inocentes.

Los mayores, sin necesidad de conspirar a oscuras y ocultos, avergonzados de decidir en su favor esta disputa entre la bolsa o la vida, proceden a la luz pública, con el aval de todos y de todas (uso interesadamente el "lenguaje inclusivo" por aquello de que madre hay una sola, aunque aún así hasta las madres han demostrado su frialdad a la hora de pedir por leyes que las consideran primero a ellas como mujeres con un estatus superior a los niños –leer ley de femicidio-)

Parte de la injusticia en esa diferencia en las transferencias a favor de los adultos se dio con la reforma constitucional que ajustó las jubilaciones por el Índice Medio de Salarios. Si eras político y no apoyabas perdías.

Por eso Jorge Batlle, que era ya un viejo, no apoyó y perdió. Porque en política la verdad no importa. Quizás por eso a los niños les enseñamos a no mentir, otra ventaja que les sacamos a la hora de estafarlos.

"Todas las generaciones son pobres del cariño de las generaciones anteriores"

Devolvé algo

No conformes con esa ecuación injusta del reparto de la torta, somos severos con las migajas que les van tocando a los niños. Contrapartidas, les pedimos. Por ejemplo, si le vamos a pagar 300 pesos cada dos meses a un niño por haber nacido, tiene la obligación de ir a la escuela. Si no va, ese dineral no se le pagará. La plata está porque está el niño, pero en realidad la administra el adulto a su cargo, así como es el adulto a su cargo el que decide si manda a ese niño a estudiar o no. Y si decide no mandarlo, entonces esa plata, que estaba destinada a la existencia de un niño, el niño no la recibe. O sea, sancionamos a los niños económicamente por lo que hacen los adultos. Otra que tres veces menos de recursos.

¿Usted realmente piensa que es dándole plata o quitándosela que vamos a cambiar los parámetros culturales que llevan a esos adultos a no obligar a los niños a estudiar?

Yo caminé en sandalias por el pretil, y el azar y el amor me salvaron. Pero legiones se cayeron. Abajo, al fondo del abismo, tienen a sus bisabuelos, a sus abuelos, a sus padres, mientras ellos aún están en el pretil porque el país anda bien económicamente y hay plata para repartir, y mientras haya plata la pobreza medida por ingreso se mantiene a raya. Te comen los piojos y tenés una legión de familiares allá en el fango que nunca laburaron, pero para las estadísticas no sos pobre.

No laburó tu tatarabuelo ni tu bisabuelo ni tu abuelo, ni tu viejo, pero pretenden que vos tengas conducta, que manejes bien las migajas que te dan, que tengas cultura de laburo, porque no puede ser que te estemos dando plata de todos y vos no hagas nada. Quieren cambiar el rumbo de cuatro generaciones por 300 pesos cada dos meses.

Yo caminé por el pretil en ojotas y me salvé por el azar y por el amor, pero hoy el amor está fallando. Suena demodé reclamar un poco de amor aunque lo pidamos para nenes pobres, para lo más frágil entre los frágiles.

Pero pienso en lo que me dijo Mazzzini y si nada cambia, si seguimos robándole la bolsa a los nenes pobres, alejando sus posibilidades de moverse socialmente, entonces llegará un día en que esa legión de pibes de zonas donde sigue floreciendo el embarazo adolescente, quizás no figuren en las estadísticas como pobres, pero nos van a dar un susto de muerte.

Nos la van a cobrar. Algunos a conciencia, quizás pegándonos un tiro en una esquina. O inconscientemente, produciendo tan pero tan poco para la riqueza nacional que las jubilaciones las va a tener que pagar Mandrake y la edad de jubilación se fijará a los 80 años.

Después de todo, parece que forma parte de la cultura de nuestros hombres políticos el querer seguir mandando siendo octogenarios, lo cual es, además, una clara señal del lugar que el poder pretende asignarle a los más jóvenes.

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