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Victoria’s Secret y el gobierno

La compañía llega en medio de la polémica sobre algunas firmas que han cerrado; las empresas mundiales suelen cerrar y abrir en otros lugares, algo que sucede en una economía sin intervención
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03 de marzo de 2019 a las 05:00

Se conoció el pasado jueves la noticia de que el gigante estadounidense de lencería y belleza femenina Victoria’s Secret llega a Uruguay. Así lo confirmó el Grupo David, gestor de la marca en América Latina. Y señaló que la famosa marca abrirá sucursales en los principales centros comerciales de Argentina, Uruguay y Paraguay. Con esta expansión, la marca llegará a diez mercados a América Latina.

¿Qué tiene de raro o de novedoso esto? Nada y todo. Es una marca global de prestigio que acentúa su presencia en el continente. Algo que ocurre con suma frecuencia en el mundo globalizado en el que vivimos y contra el que mucha gente despotrica sin entender qué es lo que pasa ni los beneficios que genera (aunque también genera algunas dislocaciones temporales en otros mercados). La llegada de tiendas y marcas globales ha ocurrido en el pasado, ocurre hoy y seguirá ocurriendo en el futuro, salvo que comiencen a predominar propuestas como la que expuso hace un par de meses en el parlamento el diputado Óscar Groba del Espacio 609, en la que propuso abolir toda la propiedad privada de los medios de producción y en especial la de los medios de comunicación. 

Pero lo importante, en este momento de la vida de Uruguay, de la llegada de Victoria’s Secret es que abona plenamente la tesis del presidente Tabaré Vázquez, del ministro del Trabajo, Ernesto Murro, y de los principales dirigentes del PIT-CNT de que las empresas vienen y van, abren y cierran. Eso fue dicho oportunamente cuando Colgate decidió cerrar su planta de producción y Fleischmann hizo otro tanto, con el consiguiente despido de operarios. 

Y bien dicho que fue, porque eso es lo que ocurre en la vida empresarial: empresas que abren y empresas que cierran, empresas que toman más personal, empresas que disminuyen su personal, según el ritmo de la actividad económica o de la actividad de su sector.

No es, con todo, algo nuevo que hayan descubierto los dirigentes del FA, sino una fenómeno normal de la economía cuando opera sin intervención estatal. Algo que ya viene desde mucho antes de Adam Smith. Algo que ya veía la escolástica tardía en el siglo XV con San Bernardino de Siena y San Antonino de Padua y luego se profundiza con la Escuela de Salamanca en el siglo XVI con Francisco de Vitoria y Juan de Mariana, donde germinan los principios de la libertad política y de la libertad económica y surge la definición de “precio justo” como el que surge de la “común estimación del mercado”.

No hay pues nada nuevo bajo el sol. Lo bueno es que, frente a críticas de la oposición por el cierre de estas empresas, algunas de las cuales pueden estar sufriendo el efecto de un país caro, un gobierno y sindicatos de izquierda reivindiquen que las empresas cierran  y abren, vienen y van. Se fueron dos, pero viene ahora Victoria’s Secret a confirmar que es cierto ese devenir de la economía. Algo en lo que la izquierda no parecía confiar mucho hasta no hace demasiado tiempo, pues siempre se ve con reticencia que una empresa cierre, se vaya o reduzca personal. 

Es algo propio de la vida misma de una sociedad donde no manda el Estado sino el mercado. Y como tal hay que aceptarlo, sin buscar conspiraciones del tipo “¡qué raro estos cierres de empresas en época electoral!”. ¿Alguien puede creer que una empresa multinacional se va a ir a de un país porque es año electoral –salvo que piense que lo que viene será una catástrofe para el clima de negocios– para perjudicar la imagen del gobierno? Y, contrario sensu, ¿alguien piensa que Victoria’s Secret viene a instalarse este año a Uruguay para reforzar la imagen de seriedad del gobierno? Las teorías conspirativas de la historia son las más fáciles de elaborar y frecuentemente las más falsas. Mirar la realidad desde la conspiración es una mala praxis. Va a llevar a sacar malas conclusiones y a tomar malas decisiones.

Las empresas vienen y van, por decisiones de sus casas matrices que no están mirando el calendario electoral de los países sino sus propias estrategias. Si no, habría que concluir que Victoria’s Secret viene a Uruguay para favorecer al Frente Amplio y va a la Argentina para favorecer a Macri. Menuda esquizofrenia.

Los procesos políticos de los países pueden detener inversiones. Pasó en Brasil antes de octubre 2018, pasó en México también el año pasado, pasó en Argentina cuando culminaba el nefasto período K. Pero se trata del “desensillar hasta que aclare”, propio del sentido común. Nadie siente placer de cerrar fábricas o de despedir personal. Son circunstancias de la economía. Y de ellas deberíamos aprovecharnos nosotros para crear un buen clima de negocios que atraiga inversiones, extranjeras pero sobre todo nacionales y con el mismo régimen legal.
Lo importante es que en este proceso sean más los que vienen que los que se van. Entre los empleos que se generan y los que se pierden. Y más en el desafío laboral que trae consigo el siglo XXI. 

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