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Zubía entre el "reiki cristiano" y una carrera política en ciernes

En su cara más desconocida, el fiscal presta "auxilio energético" y se enfoca en la actividad política a la que se dedicará cuando se retire definitivamente en mayo
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24 de marzo de 2018 a las 05:00
Su lugar en el mundo está en una habitación ubicada al fondo de su casa de Colón. Allí se pasa horas encerrado sin que nadie pueda interrumpirlo. Gustavo Zubía no es solo un fiscal mediático y temperamental, que se ha dedicado a aplicar mano dura durante 30 años y en el último tiempo se ha caracterizado por enfrentarse a su jerarca, el fiscal de Corte, Jorge Díaz. Es además, según su propia definición, un hombre profundamente espiritual.
 
La habitación pasa desapercibida en el fondo con árboles, plantas –algunas sembradas por él, como unos ajíes de colores que muestra orgulloso–, y tres ovejeros alemanes que meten miedo. La habitación es amplia y en ella hay varios altares con imágenes religiosas: la virgen María, Jesucristo, Dios y el Espíritu Santo.
 
Pero no se puede decir que practique una religiosidad tradicional.Si bien recibió formación católica –estudió en el colegio Seminario–, admite que toma de la religión lo que le sirve y lo aplica "a su medida". Define lo que hace como "reiki cristiano". Con ello presta "auxilio energético" y en ocasiones han pasado por sus manos algunos colegas, aunque prefiere no revelar nombres.
"Siempre fui mediático, empecé a dar conciertos de piano a los 6 años en el Solís. Actuaba por reflejo del aplauso final, siempre hice el show". Gustavo Zubía
Tampoco quiere contar –por preservar su intimidad– para qué sirven muchos de los objetos rituales que tiene ahí. A juzgar por las imágenes que tapizan las paredes, la mayoría pintadas por él, le interesa especialmente el tema del bien y el mal, Dios y el diablo, y por eso los ha representado juntos en varias obras, aunque también pinta marinas, paisajes y desnudos. Esa habitación es además de su taller, salón de música. Allí está el piano en el que aprendió a tocar a los 6 años, cuando llegó a dar conciertos y conoció la satisfacción por los aplausos del final. En un extremo se adivina una especie de habitáculo pequeño detrás de unas cortinas pero ahí –aclara– no se pude entrar. Dice que es el sancto sanctorum (el recinto más sagrado). No se sabe si bromea o habla en serio.
 
 
Sí se pone serio cuando dice que esta faceta espiritual –menos conocida de su persona– es la que lo ha ayudado a enfrentar tantas cosas por las que le ha tocado pasar, incluido el cáncer de su esposa el año pasado.
 
También le sirvió para tomar impulso una semana atrás y renunciar a la Fiscalía. Como ha expresado hasta el cansancio en las decenas de entrevistas que dio en los últimos días, lo hizo "molesto con un sistema que lo iba a dejar patas para arriba". Como tenía licencia acumulada de años decidió hacer uso de ella hasta el 1° de mayo y el 2 iniciar los trámites jubilatorios.
 
"Llegó la percepción de que iba a cometer errores. Tenía mil y pico de casos acumulados en la bandeja de entrada, cuando en el sistema antiguo lo máximo que tuve eran cuarenta y pico y consideraba que estaba atrasado. De repente encontré por el lugar 900, uno que se caratulaba 'tortura en el INAU'. Podía haber quedado ahí dos meses más, lo descubrí porque estaba caratulado pero si no lo veía y no lo trabajaba me lo iban a cobrar. Si yo cometía un error la bondad del jerarca no iba a ser tan comprensiva conmigo", ironiza.
 
Su mal relacionamiento con Díaz se acentuó con la puesta en marcha del nuevo proceso penal, y desde la Asociación de Fiscales –donde aún ocupa el cargo de vicepresidente– encabezó una férrea movida sindical en contra del sistema de trabajo implementado, que terminó por dividir a los fiscales en dos bandos: los pro Díaz y los pro Zubía. Brenda Puppo, presidenta de la Asociación de Fiscales, dice que Zubía "ha sido un apoyo" porque "tiene mucha experiencia en la parte gremial". Considera que "por su forma de expresarse va a ser insustituible", aunque admite que no comparte sus ideas represivas. "Él es muy represivo y nosotros no lo somos. Pero siempre aclara que en esos temas habla a título personal".
Donde sí hay plena coincidencia es en "que la implementación" del nuevo código "no funciona".
"Es un hecho objetivo y negarlo es querer tapar el sol con una mano", agregó.
"Llegó la percepción de que iba a cometer errores (...) la bondad del jerarca no iba a ser tan comprensiva conmigo", ironiza Zubía
Este miércoles los dos bandos, o parte de ellos, se volvieron a cruzar en el Parlamento, a donde asistió en representación del gremio de fiscales, y Díaz con 12 asesores para informar del tema laboral. Zubía aprovechó el momento para preguntarle a Díaz si ya tenía "la botella de champagne en el freezer" para celebrar su partida. "No me dio pelota", dice.
 
Asegura que las ganas de divertirse son su primer objetivo en la vida y que heredó el humor, la acidez, y el "gracejo" de su tío materno Melinton. "Era un solterón empedernido, al que habían echado del Partido Comunista, había escrito libros de teatro, era insoportable y odiaba el fútbol ("decía que era un ejercicio para los glúteos", recuerda entre risas), pero por ser lo contra ortodoxo a él le resultaba "un referente vital".
 
Esas ganas de diversión lo llevaron a disfrazarse de cuidacoche en una fiesta que organizó el Seminario 30 años después del egreso. Con la cara tiznada, sombrero de lana y ropas harapientas se presentó en la puerta del colegio. Nadie lo reconoció pero se divirtió un rato y juntó "un platal". El problema lo tuvo cuando apareció la mujer que cuidaba la cuadra, pero lo zanjó entregándole todo el dinero.
 
 
Sus compañeros de trabajo –jueces y fiscales– también fueron víctimas de sus humoradas. Guarda recuerdos muy nítidos de los dos destinos del interior por los que pasó: Cerro Largo y Maldonado. En Melo le hizo "la vida imposible" al juez Ricardo Míguez. Vivían en el mismo edificio y le tiraba cartas amenazándolo a él y a su familia por debajo de la puerta en plena madrugada, lo que llevaba a que el magistrado extremadamente nervioso le tocara el timbre para contarle que habían entrado al edificio sin que el portero lo advirtiera.
 
Tanto despliegue de maldad se le volvía en contra a la hora de despedirse para ir a un nuevo destino. "Me hacían fiestas sangrientas", admite. Recuerda especialmente la despedida de Melo. Se enteró que planeaban "robarle el auto" y se propuso arruinarles el plan. Le pidió a una amiga que se hiciera pasar por una amante despechada. La mujer llamó a Míguez furiosa y le dijo que tenía un hijo con Zubía y que pensaba aparecerse en la fiesta con el niño para denunciarlo públicamente. Él le pidió a su esposa que no se separara en ningún momento, y así les dio pena y logró que desestimaran la broma pesada que le iban a hacer.
 
En Maldonado fue víctima de una cámara oculta con un supuesto ladrón de sardinas que lo provocaba en el interrogatorio. Zubía iba subiendo la temperatura ante un ratero que le tomaba el pelo y llegó a decirle cosas irreproducibles. Además sus principios –no pide procesamientos por delitos de poca monta– y su pasado de ladrón de sardinas cuando a los 18 años estudió en Francia y robó para comer, según reveló en una entrevista con Orlando Petinatti, le impedía actuar. Esa cámara oculta fue exhibida en la despedida frente a colegas, la plana mayor de la Policía y el intendente.
 

La muerte de Villanueva y un casino en el Este

Zubía
 
Cuando se le pregunta cuál fue el caso más difícil de su carrera, no duda en responder: la muerte de Villanueva Saravia. Después de ingresar "a dedo, como lo hacía todo el mundo en aquella época" y estar 12 años como fiscal secretario en Montevideo, ejercía su primer destino como fiscal departamental de Melo.
 
Hasta el día de hoy sigue convencido de que Saravia se suicidió. "Yo no archivé la causa (lo hizo otro fiscal) pero fue una indagatoria profunda. Se fue recolectando mucha prueba, muchos testigos hablaron de su situación emocional. Incluso (el obispo de Melo, Nicolás) Cotugno había contado a la prensa que lo veía nervioso y le había prestado una Biblia. Pero luego lo llamé al juzgado a declarar y no aceptó que había dicho lo que había dicho".
 
Fue tan complicado ese caso que junto al juez Míguez andaban armados. "El riesgo era importante. Fue un caso muy visceral" y como fiscal había mantenido varios enfrentamientos con el intendente, como cuando opinó que no tenía fueros ante una denuncia por difamación. "Él era el zar y yo me le plantaba".
Míguez admite las cosas que contó Zubía pero prefiere no comentar del caso y cierra el tema diciendo que "los ánimos estaban enardecidos". Sí menciona que en aquel juzgado de Melo mantuvieron "intercambios permanentes" y aunque no siempre estaban de acuerdo, fueron forjando una amistad. "Amigo es aquel con el que puedo mantener contradicciones. Él además admite que hay gente que no lo quiere y aunque aparece como duro, no es tanto. Es razonable y siempre hemos conciliado".
"El riesgo era importante (en Melo con el caso Villanueva Saravia). Fue un caso muy visceral". Gustavo Zubía
Otro caso judicial que marcó a Zubía fue la indagatoria del gerente general del entonces hotel Conrad, Jorge Serna (suegro del dueño de cambio Nelson, el procesado Francisco Sanabria) a fines de 2004, a quien pidió procesar por estafa. "Lo perdí, lo apelé y no logré que lo procesaran pero estaba convencido de que las pruebas demostraban que a través del casino se pasaban activos de un año al otro para poder cobrar beneficios". Pese a que un testigo fundamental lo incriminaba, y otros tres admitían la maniobra, el indagado, defendido por el penalista Gonzalo Fernández, no fue procesado.
 
Ante la pregunta de si alguna vez recibió una llamada de un jerarca, lo piensa unos segundos y admite que una vez fue consultado por una autoridad si procesaría en un caso por demás mediático que involucraba a una estrella del deporte. Respondió que no. "Después vinieron los seis segundos más largos de mi vida, pero no dijo más nada y se despidió", recuerda.
 
También señala que tuvo tres intentos velados de coima. "Uno me tiró la de 'doctor, ¿lo podemos hablar afuera?'; otro fue una señora muy voluptuosa que me pedía que liberara a un familiar y empezó a manosearse insinuándose, y el último un inimputable que lo intentó veladamente".
 

"Si la patria me lo pide"

Los recuerdos del pasado y de sus 30 años de fiscal van quedando atrás y Zubía ya piensa en clave 2019. "Sería un hipócrita si no dijera que tengo propuestas", admite. A sus colegas no les sorprende que se lance a la política. "A él le encanta hablar y está bien que se dedique", dice Puppo.
 
Míguez asegura que "va a tener éxito. Es muy difícil que él no tenga éxito". Se sorprendió cuando escuchó la noticia de la renuncia porque ese mismo día le había llegado un pedido de Zubía de una orden de allanamiento y no tenía idea de que se alejaría de la función.
 
Al que no le cayeron nada bien las afirmaciones sobre la política fueron a su jerarca. El fiscal de Corte dijo esta semana en la comisión de Constitución, Códigos, Legislación General y Administración de Diputados: "En estos días me pregunto hasta dónde ese artículo (el 77 de la Constitución) no ha sido vulnerado por algunas expresiones públicas de algunos señores fiscales". Díaz se ha negado a polemizar con Zubía o a responder a sus cestionamientos, pero este miércoles no evitó responderle.
 
Lo cierto es que las propuestas llegaron desde todos los partidos políticos, con excepción de Unidad Popular, admite. "Hay gente coherente", bromea teniendo en cuenta que pidió el procesamiento de la militante de Plenaria, Irma Leites allegada a la extrema izquierda, cuando irrumpió en la Suprema Corte en defensa del traslado de la jueza Mariana Mota en 2013.
 
Él afirma que no es militante de ningún partido y ha votado por varios. En su primera elección votó a Wilson Ferreira (Partido Nacional) aunque en su familia "era considerado comunista". Votó a Mariano Arana (Frente Amplio) para la intendencia, votó a Julio María Sanguinetti (Partido Colorado) y votó a Pablo Mieres (Partido Independiente). También le cae muy bien el ministro del Interior, Eduardo Bonomi. "Trata de hacer lo que puede, pero está atado por una legislación absurda", dice.
 
Hasta ahora los acercamientos de los políticos han sido "si en algún momento pensás dedicarte a la política..." La misma propuesta llegó de los blancos del ala de Lacalle Pou, de los colorados, de Edgardo Novick, del Partido Independiente y hasta del sector astorista del Frente Amplio. "Me dijeron que canalizaría una corriente de izquierda que pide más sanciones", cuenta.
 
 
De todos modos, no cree que los sectores mayoritarios del partido oficialista lo quieran por sus raíces. Su padre fue golpista y es algo sabido. El general Eduardo Zubía estaba a cargo de la Región 2 y el general Rodolfo Zubía, su tío, a cargo de la Región 3, por lo que 12 departamentos del país estaban bajo el mando de su familia en la dictadura.
 
"Como hijo sentía gran respeto y gran afecto por mi padre. Él tenía la teoría del bombero: apagar el incendio e irse en 1979", cuenta sobre una charla que mantuvo varias veces con su padre pero "el que quiso continuar fue (Gregorio) Álvarez". De todos modos admite que no es fácil "quitarse ese olor" por más que se considere "un tipo equilibrado".
 
Sea en el partido que sea "se tiene fe" para llegar y lo que le pasa en la calle lo anima a lanzarse. Esta semana se tomó un ómnibus porque se le rompió el auto y comprobó que su popularidad no anda mal. Cuando se subió a la Línea 130, según contó, en contados minutos un señor que iba en el asiento de atrás le tocó el hombro: "¿Usted es Zubía? ¿Y cómo anda en ómnibus?", le preguntó. "Mi mujer está enloquecida con usted", agregó. "Ah! ¿Es usted? Me parecía", dijo otra señora de más atrás –según el testimonio del fiscal–, y otra también se animó a hablarle. Aunque le aclaró que era frenteamplista, dijo que le encantaba escucharlo. De regreso a su casa, también lo pararon varios vecinos: "Estamos de acuerdo con usted", "lo seguimos", afirma Zubía que le decían.
 
"Si la patria me lo pide, ¿quién soy yo para negarme?", dijo el futuro político.

 

Entrenador de perros

Un día se acercó un joven del barrio pidiéndole plata y Zubía le dijo que si se quería ganar unos pesos, se tenía que trepar a un árbol en el fondo de su casa. Con ello se proponía entrenar a uno de sus tres ovejeros alemanes. Le había dado un rebenque para que le pegara con la parte del cuero, pero le asestó por error con la madera y el perro se desmayó. Al ver el resultado, el muchacho se deshizo en disculpas pero antes de que se dieran cuenta el perro se reincorporó y se le tiró arriba.
Otra anécdota ocurrió en el Monte de la Francesa, a pocas cuadras de la casa del fiscal. Como parte del entrenamiento llevaba a los ovejeros al monte y los dejaba a 50 metros, y luego los llamaba con un movimiento. Una tarde, mientras los canes estaban lejos se le acercaron dos jóvenes a meterle la pesada y pedirle cigarros y plata. "Llamé al perro que vino como taponazo y fue tal el susto que me terminó él dando un cigarro a mí".
 

Las modificaciones legales que se propone

Aunque todavía le falta poco más de un mes para meterse de lleno en la política, cree que el lugar que mejor le iría es el Parlamento. "Me tengo fe para convencer a la gente de que hay que cambiar algunas leyes vinculadas a la seguridad" y menciona "tres perlitas" de unas 20 o 30 modificaciones que cree necesarias: "la libertad vigilada intensiva (ponerle una tobillera a un delincuente en lugar de encerrarlo), el proceso abreviado (una reducción de pena para quien se declara culpable del delito) y la suspensión condicional de la pena que se puede aplicar a delitos de hasta tres años de mínima y le parece un disparate. "El Kiki entró a robar un supermercado, si lo agarraban en la puerta era tentativa de rapiña y podía verse beneficiado con la suspensión de la pena. Estamos locos", dice, en referencia al homicida de su pareja y de una cajera.
 
 
 
 
 

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