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20 de enero 2025 - 18:22hs

El tiempo de transición en breve finalizará, y la coalición pasará al rol de oposición.

Hay varias maneras de ser oposición; varios adjetivos pueden ser seleccionados para describir la nueva tarea. Se podrá ser más o menos crítico, más o menos firme.

Suele decirse que la tarea principal del opositor es el ejercicio del contralor. Es parcialmente correcto. Es que hay una función política que es necesariamente insoslayable para cualquier partido que valore y respete a sus adherentes: hay que representar a los uruguayos que confiaron en el proyecto de la coalición y que no sintonizan con lo que representa el Frente Amplio.

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La oposición tiene que representar a quienes sienten una sintonía diferente a la del partido de gobierno. Eso supone que habrá, muchas veces, que decir que “no” a lo que proponga el Frente. Esos “no”, lejos de tener una connotación meramente de negación, estarán, por el contrario, afirmando el proyecto alternativo que hay en el país. No se necesita ser polarizantes para marcar que hay proyectos distintos y sobre algunos temas en particular, distintos y distantes. No se necesita polarizar, pero sí se necesita contrastar.

Hay que representar la diferencia.

En una elección se “plebiscita” el derecho a gobernar, pero no la validez de las ideas. El resultado de noviembre no invalidó el proyecto coalicionista ni supuso una degradación de sus ideas. Las ideas que representan los partidos de la coalición siguen teniendo la misma legitimación y por tanto deben ser defendidas. La coalición se construyó como expresión política de gobierno; esa vocación no la pierde por estar en la oposición. No se trata de partidos “de oposición”, sino de partidos de gobierno que ahora “están” en la oposición.

Seguir representando. Esa será la primera tarea de los partidos de la coalición en la oposición. Y para ello habrá que contraponer un día sí y otro también la narrativa que desde el Frente Amplio se impulsa y que será reforzada con los canales que la posición de gobierno brinda.

Para remarcar la condición de proyecto alternativo, los partidos de la coalición deberán asumir, en asuntos claves, esa condición de bloque, pero, sobre todo, tener un talante desafiante. Es decir, ofrecer al ciudadano, en todo momento, la representación de un proyecto distinto, que fue y puede volver a ser gobierno. Ser alternativa de gobierno pasará por ser desafiante.

Hay que representar a la diferencia y ser desafiantes.

Propositivos sí, sin renunciar a ser celosos vigilantes sí, pero siendo convocantes para un futuro. Ese futuro podrá estar lejano, pero si no se lo convoca desde el origen, desde el día uno de su diseño, luego será trabajoso reconfigurarse. Hay que entender que “la oposición” es un tiempo y no una conducta. Es una situación y no una condición.

Siendo conscientes de ello se puede construir la alternativa.

Por otro lado, La izquierda uruguaya, por su propia matriz internacionalista, vivirá simbólicamente los mismos espasmos que la izquierda internacional. Si bien matizada por la acumulación que el Frente Amplio ha realizado durante décadas y por el diagrama organizativo, igualmente, la articulación en base a reivindicaciones identitarias que ha hecho en el último tiempo, ahogarán la vocación universalista y de ese modo dejará amplios sectores en orfandad e incluso, a algunos sectores, los defraudará. Le ha pasado a todas las izquierdas y le pasará a esta también.

La coalición deberá estar alerta para cuando eso pase, pero deberá estar lista con antelación. Se deberá enfrentar la retórica frentista desde el día uno, con una narrativa propia, que sea opuesta sí, pero además desafiante. Para ser desafiante lo primero que hay que hacer es representar “lo propio”. No hay que desesperar por ampliar las bases representativas, sino que ello conlleva una construcción por acumulación. El peligro siempre latente es, si no se representa a los propios, diluirse y vaciarse.

Es a partir de lo que ya “tiene” la coalición que puede aspirar a crecer. Si deja de lado lo que “tiene”, si renuncia a su representación para saltearse los tiempos de construcción política, cometerá un error.

La coalición por tanto no deberá dejar de vigilar y criticar. Tampoco de generar un palpable imaginario alternativo que la posicione con expectativa de gobierno. Y debe hacerlo siendo fiel a quienes sienten diferente a la actual -y nunca permanente- mayoría.

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