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23 de agosto 2024 - 13:59hs

Por CAMILA GALFIONE

La moda es la tercera industria más contaminante del mundo. Según la UNEP, es responsable por un 10 % de las emisiones de carbono anuales, mientras la Fundación Ellen MacArthur asegura que produce un 20 % de la contaminación global del agua. Esto, sin mencionar su rol protagonista en la ascendente esclavitud moderna. Walk Free's Global Slavery Index estima que actualmente 50 millones de personas en el mundo son explotadas e incapaces de abandonar situaciones de violencia, coerción o abuso de poder. Este mes, la semana de la moda de Copenhague (CPHFW 2024), en lugar de tendencias propuso regulaciones y pisó la pasarela con un potente mensaje que resonó en la industria entera: llegó el momento de un cambio.

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Nueva York, Londres, Milán y París son los cuatro destinos en la agenda de los más prestigiosos editores, compradores y referentes de moda internacionales, cuando florecen las semanas de la moda alrededor del mundo, dos veces al año. Sin embargo, de 2018 hasta la fecha, Copenhague se ha ganado su merecido lugar como un quinto destino en las agendas más ajustadas, por liderar la conversación cuando se trata del tema que más concierne a la industria: la sostenibilidad.

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Cecilie Thorsmark, CEO de CPHFW, es el nombre detrás de este éxito danés. Temporada a temporada, la ambiciosa ejecutiva eleva la vara en términos de sostenibilidad. En su más reciente edición Primavera-Verano 2025, todas las marcas participantes de esta fashion week debían cumplir obligatoriamente con diecinueve requerimientos y, la próxima temporada, serán todavía más. Estas bases no certifican a las firmas como “marcas de moda sostenibles”—porque tal etiqueta no existe—, pero sí demuestran su esfuerzo y compromiso por hacer las cosas cada día mejor. De eso se trata. La visión de Thorsmark no es únicamente exponer el talento danés ante los ojos del mundo, sino promover una revolución en la industria de la moda global.

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Los requerimientos incluyen trabajar con los más altos estándares de calidad para garantizar la durabilidad de las piezas, contar con un destino ético o proceso de reciclaje para los materiales y prendas sobrantes de cada colección, reducir las emisiones de carbono, y que al menos un 60 % de los materiales utilizados estén certificados o sean de procedencia ética, como los materiales reciclados o extraídos amorosamente de la naturaleza. Las pieles vírgenes y las plumas de animales están absolutamente fuera de la conversación en esta rigurosa semana de la moda, e informar al cliente sobre las prácticas sostenibles del diseñador no es opcional.

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El desafío para las marcas implica un gran esfuerzo económico y cierta ansiedad por verse ante una desventaja competitiva en el mercado. En este sentido, el rol de CPHFW como plataforma es crucial, estableciendo un pacto colectivo entre las firmas danesas más importantes. A su vez, CPHFW le indica a las empresas de moda cuáles son los pasos a seguir. Existe una latente ambición entre las marcas —en todo el mundo— por ser cada día más sostenibles. Muchas, y tal vez la mayoría, no carecen de voluntad, pero sí de una guía que les marque el camino.

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La moda en Berlín y Oslo siguen los pasos de Copenhague, estableciendo bases similares. Para estas capitales, no se trata meramente de reducir su impacto, sino de generar un impacto positivo. Replicar el modelo regulatorio de Copenhague implica un serio compromiso financiero por parte de las marcas. Uno que no todos los países pueden asumir. Sin embargo, en diversas escalas, los esfuerzos sostenibles no faltan por parte de las semanas de la moda, lo cual resulta un panorama alentador.

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La moda sostenible en Uruguay

En Uruguay, “las marcas que forman parte de MoWeek, fashion week de Montevideo, no son solo miembros de una plataforma que busca su éxito comercial. MoWeek aspira a apoyarlas, a lo largo del año, en el desarrollo de sus empresas. La semana próxima tenemos a setenta marcas inscriptas en un encuentro del Programa B Conscious, con el fin de ofrecerles conocimientos y ayudarlas a diseñar un plan de acción para que puedan crear una economía orientada hacia un futuro sostenible”, comparte Sofía Inciarte, Directora de MoWeek.

Para Rotunda, marca de moda uruguaya, una de sus tantas guías fue la Fundación Ellen MacArthur, dedicada a ayudar a empresas a construir una economía circular. “En 2020, nos unimos al programa The Jeans Redesign que nos ayudó a sentar los lineamientos sobre cómo diseñar y vender un jean alineado a las lógicas de la moda circular. Hoy nuestros clientes pueden encontrar en nuestros jeans un código QR que les permite ver los materiales y procesos utilizados para la confección de la prenda, los estándares de calidad respetados y las maneras en las que pueden reciclarlo en el futuro. El programa nos dio accionables concretos y abordables para solucionar un problema y escalarlo”, explica Josefina García, Gerente de Cuádruple Impacto en Rotunda.

Si hay algo que demuestran los requerimientos de la CPHFW 2024 es que la sostenibilidad no es un título, sino un camino a elegir y transitar entre las marcas y el consumidor a la par. Un camino que implica un esfuerzo de todas las partes y en gran medida económico. Pero como todo lo que pagamos con un poco más de esfuerzo, la clave es pensarlo como una inversión a futuro. En este caso, para nuestro guardarropas y para el mundo en el que vivimos.

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