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29 de septiembre 2024 - 5:00hs

* Por Belén Castro, Avril Andrés, Julieta Safi, Agustina Riera y Juan Correa.

No son prostitutos. Son hombres que ejercen la prostitución y se autodenominan escorts. Hombres que, en su mayoría, no cuentan con el carné de trabajador sexual porque la ley está casi completamente pensada para amparar mujeres. Hombres que empezaron a ejercer por necesidad, aunque hoy en día tengan otras razones para seguir. Hombres que ven en esto dinero rápido, no fácil. Hombres que entienden que la prostitución es un círculo vicioso.

Advertencia: el contenido a continuación es explícito.

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Hay que tener la pija bien parada. Dura por horas. El tiempo vale. Vale plata, regalos, sexo. El sexo sale plata. También discreción y entusiasmo. Hay que ponerle ganas, sonreír y decir “sí, qué rico, esto me gusta”, aunque no guste, no del todo. O aunque guste, porque no importa, lo que importa es satisfacer. Hay que ser discreto para que los clientes vuelvan. Clientes que pagan para que los acaricien, para que los chupen, para que los escuchen. Encontrarse con que hay hombres grandes, antiguos, gruesos, y algunos más chicos. Que a algunas mujeres solo les gusta coger y a otras les gusta tener un novio. Querer complacer a todos. No parar. Ser una bestia. Coger como bestia. O, al menos, lo suficientemente bien para cobrar.

Hay otras palabras (prostituto, taxi boy, acompañante), pero la mayoría usa escort. En esta investigación hay cinco escorts, cinco hombres que cobran por coger.

Coincidencias

A Dylan (23) no le gustan las lluvias doradas, pero, sacando eso, hace de todo. Anal, vaginal, oral, besos, franeleo. Le encantan los regalos. Usa un conjunto deportivo azul eléctrico de terciopelo falso que parece duro al tacto. Lo es. Antes de sentarse dejó su cartera azul diminuta que combina con la ropa y es una imitación de una Jacquemus. Dice “marica” y “rico” cada dos palabras. Es venezolano aunque vive en Buceo hace cinco años.

La mayoría de los escorts usa un nombre que no es el suyo. Tienen un alter ego, un sobrenombre. Thaylor es Morrissey (28) y Drex es Luca (28). Drex lo tiene tatuado en la costilla. Dylan, Nano dotado (29) y el señor R (35) prefieren usar el seudónimo.

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Ninguno de los cinco va a la calle. Ninguno levanta clientes en un bar. Gula, Púmbate, Skokka y Quiero escort son algunas de las páginas web donde se publican. Estos sitios funcionan como una especie de vitrina donde el cliente puede elegir si quiere mujeres, mujeres trans u hombres. La cola aparece mucho en los perfiles de los hombres: colas bien trabajadas, colas tersas, colas con semen. También hay muchos penes: parados, flácidos, pequeños, enormes. La mayoría aclara cuánto le mide.

Hay distintos tipos de perfiles en las páginas. Hay rangos. No es lo mismo ser un diamond que un basic. En algunas páginas, el escort paga para estar en mejores categorías. En Gula no se paga, pero los dueños administran qué contenido queda en las categorías elite, vip y basic. Esto implica que los que tienen mejores fotos están en las mejores categorías. No es lo mismo sacarse una foto con el celular que contratar a un fotógrafo profesional. Estas últimas aportan un trabajo extra de luces, de background y de lencería. Estas fotos colocan al escort en la élite.

Cuando el señor R se sienta ya está sudado. Tiene una mancha enorme en la espalda y gotas gruesas de sudor le enmarcan la cara. Hace calor y vino apurado. Vive en Delta del Tigre y tuvo que venir a Montevideo para esto. Antes de sentarse saca un rollo de papel higiénico de la mochila y se seca un poco la frente. Aclara que quiere verse bien, salir bien en cámara. De los cinco, es el que tiene más años de vida, y como escort.

Para coger como bestia primero hay que ser una bestia. Hay que ser flaco o, al menos, no ser gordo, no tener panza. No todos van al gimnasio, pero los cinco se preocupan por su cuerpo. Se preocupan por estar limpios, bien vestidos, sanos, perfumados, frescos. Si parecen más jóvenes, a veces, al cliente le gusta más.

Casi todos van a hoteles o a domicilio. Algunos atienden en su propia casa. Casi todos atienden mujeres, hombres y personas trans. Lo más común es que los clientes sean hombres mayores casados, muy solitarios. O parejas. O mujeres que buscan lo que el marido no les da en la casa.

Hay algunas excepciones. Thaylor no atiende hombres. Drex no atiende parejas. El señor R no atiende en su casa. Pero generalmente una regla se mantiene: todos hacen un poco de todo.

Taxiboys 01 Clientes

En algunos sitios los clientes suelen dejar reseñas y comentarios de cómo estuvo el encuentro con el escort. Los describen por lo que hacen, por su cuerpo. Usan palabras como “barato”, “valer”, “contratado”. Lo recomiendan a otros. Discuten tarifas. Este tipo de reseña es más común encontrarla en foros argentinos, pero, con páginas como Gula —que simula una dinámica de red social— cada vez se ve más en Uruguay.

Los escorts hombres no tienen una organización que los vincule. No hay comunidad ni un sindicato, cada uno va por su lado y hace lo que tiene que hacer. Para Karina Núñez, referente de la Organización de Trabajadoras Sexuales de Uruguay, los escorts hombres cobran hasta para hablar. Si es tiempo, vale plata. Y, si no vale plata, hablar le puede dar vida a la competencia.

Tampoco tienen carné de trabajador sexual. En teoría es obligatorio para ejercer el trabajo sexual en cualquier parte del territorio uruguayo, pero en la práctica solo se vuelve un imperativo cuando el trabajador sexual decide operar a través de un establecimiento legal, como una whiskería. Para quien trabaja en negro, en la calle o a través de contacto directo con el cliente, no tener el carné no es un impedimento.

Natalia Guidobono, investigadora social y una de las responsables del informe Diagnóstico sobre trabajo sexual en Montevideo publicado en 2020, menciona que la ley sobre el trabajo sexual está pensada solo para las mujeres.

Algunos de los estudios médicos que pide el carné son generales, como los de enfermedades de transmisión sexual, pero otros, como el papanicolaou, son pensados exclusivamente para las trabajadoras sexuales.

Los escorts masculinos tienen sus propios métodos de cuidado. Dado que es común que los clientes pidan para tener relaciones sin protección, los escorts suelen exigirles un panel venéreo. Normalmente no se oponen.

Según Guidobono, si bien el estudio llevado adelante por la Intendencia Municipal de Montevideo (IM) tiene un carácter “exploratorio”, el estudio se basó en recorridos territoriales y un sondeo básico de publicidades en internet de servicios sexuales. En ningún momento relevaron las secciones de las páginas específicamente para hombres.

Una integrante de la IM, involucrada directamente en la coordinación del Sistema Nacional Integrado de Salud, aclara rotundamente, y de forma anónima, que no cuentan con ningún tipo de base de datos que puedan informar sobre la cantidad de personas que tienen el carné, o la cantidad de estudios que se realizan, o la identidad sexual de las personas que se lo sacan.

De los cinco escorts ninguno tenía el carné. El señor R no cree en la burocracia. Nano se lo sacaría, pero es complicado. Thaylor lo conoce y no le importa. Dylan toma sus propias precauciones. Drex entiende su valor, pero sabe que sería difícil que lo tomen en serio en una policlínica o en un juzgado, así que no se lo saca.

Guidobono también aclara que el estudio se llevó adelante a través de una óptica feminista, dado que el trabajo sexual “es, naturalemente, femenino”, dado que, según ella, las mujeres no consumen sexo.

Drex es alto. Un metro noventa y cuatro. Tiene puesta una camisa con flores, la misma que también usa en varias fotos cuando posa desnudo. Habla despacio y claro. Dice “soy trabajador sexual” con la misma calma con la que dice “yo con 16 años, ella con sus 40 pasados, salíamos a cenar”. Empezó a intercambiar sexo por plata cuando tenía 14. Su madre era modista y él entregaba los arreglos que ella hacía en el barrio. Una clienta que vivía cerca empezó a encargar más costuras y a dejarle una propina por el envío. Si además cumplía con tareas sexuales, la propina pasaba de 20 a 600 pesos. La mujer vivía en un apartamento con su esposo, su hija y su perro. Su esposo no estaba casi nunca. La mujer tenía treinta años más que Drex. Él tenía 14 y ella 44.

“Vivía en una situación, te podría decir que a pesar de vivir en una zona céntrica, me crie y viví en Aguada y en Reducto siempre, en una zona céntrica no hay asentamiento, tenía una extrema pobreza. Entonces, al encontrarme con la liviandad, desde muy chico tenía en claro lo que eran las cuentas de la casa, lo que se podía pagar, lo que no se podía pagar, lo que podía comer, lo que no se podía comer. Entonces, permitirte esa libertad, luego era más como un alivio que una preocupación” “Vivía en una situación, te podría decir que a pesar de vivir en una zona céntrica, me crie y viví en Aguada y en Reducto siempre, en una zona céntrica no hay asentamiento, tenía una extrema pobreza. Entonces, al encontrarme con la liviandad, desde muy chico tenía en claro lo que eran las cuentas de la casa, lo que se podía pagar, lo que no se podía pagar, lo que podía comer, lo que no se podía comer. Entonces, permitirte esa libertad, luego era más como un alivio que una preocupación”

Antes de todo esto había otra cosa.

El señor R estudiaba Gestión Ambiental; Nano vendía ropa en una tienda; Thaylor estaba por recibirse de licenciado en Historia; Dylan vivía en Venezuela con sus dos hermanas menores; Drex trabajaba en un almacén.

Los cinco empezaron porque necesitaban pagar el alquiler o ayudar en casa o comer o darle de comer a otros. La decisión puede no ser fácil, pero sí es rápida.

Un instante.

Taxiboys 02 Inicios Senor R

Diferencias

El trabajo sexual es diversidad. El trabajo sexual es trabajo. El trabajo sexual no es trabajo. Coger por plata es trabajar. Coger por plata no es trabajo. El trabajo sexual no puede ser solo coger por plata. Es un morbo. Es un encuentro. Es algo de lo que hay que hablar más. Es activismo. Es una forma de no quedar en la calle. Es para gozar.

Taxiboys 03 ¿Es un trabajo?

Drex tiene un plan. Trabaja como chofer y además hace esto: tres encuentros por semana en un hotel o en un apartamento. Cobra 3000 pesos la hora, pero a algunos se les puede sacar más. Hay clientes que pueden pagar 50.000, 70.000 y hasta 100.000 pesos por mes. Todo lleva su tiempo. Si el cliente tiene posibilidad de pagar, él le arma una cuponera con descuento; el cliente paga menos por sesión, pero Drex se asegura un mes. Él sabe que lo que hace es trabajo y quiere que el resto lo sepa. A futuro quiere ser él quien pague por sexo.

Taxiboys 05 La familia de Drex

Hay una oración que el señor R dice dos veces, de forma exacta, al comienzo de la entrevista y al final. La dice un poco riendo, un poco serio, como si lo que estuviera diciendo fuera ridículo, absurdo, inverosímil.

Para él no es trabajo, es una dedicación que trae algo de plata. Puede cobrar 100 dólares o 4000 pesos, todo depende de su humor. Cuando empezó cobraba más: 200, 300 dólares; ahora no es tan común. Tuvo que flexibilizar sus tarifas. Es su única fuente de ingresos al momento. Es un círculo vicioso. ¿Por qué? No sabe bien, pero siempre vuelve. No quiere tener 40 años y seguir haciendo esto. Pero tampoco quería tener 30 y seguir. El señor R entiende que él es malo con la plata. A veces borra los anuncios y dice “este mundo va a quedar totalmente atrás”. Es difícil dejar.

Dylan llegó a meterse de todo menos pasta base y heroína. Tenía convulsiones. Un día su compañero de apartamento le avisó que se mudaba de vuelta a Venezuela y que pensaba llevarse todas sus cosas de vuelta para allá. Él, que recién había empezado a publicarse en las páginas, entendió que si quería tener muebles, cocina y tele tenía que usar la plata que ganaba para otra cosa. Hoy dice que la prostitución y el deporte lo sacaron de la droga. Este es un trabajo como cualquier otro. Le permite pagar sus estudios para ser entrenador personal y también mandar algo de plata a su familia en Venezuela.

Su modelo a seguir es La Diabla, un personaje de Sin senos no hay paraíso. En la telenovela La Diabla es proxeneta y recluta mujeres para su negocio de prostitución. Él no quiere seguir haciendo esto por mucho tiempo más. Hasta los 30 años y listo.

A veces hay placer y, si no, hay disociación. Nano es más bajo que el resto y está vestido de negro de pies a cabeza. Tiene una caravana plateada que le ocupa casi toda la oreja izquierda. De ahí le cuelga una llave. Está tatuado en los brazos y las manos. Está buscando trabajo. Un trabajo formal, un trabajo común; algo que no sea esto. Es nuevo, empezó hace ocho meses, pero para él esto es pasajero. Le aburre tener que estar continuamente hablando y contemplando a los clientes. Es tímido. Cuando está con un cliente pone un cronómetro. El servicio va desde el primer beso hasta la última caricia, pero todo queda dentro del tiempo estipulado. Ningún cliente ha vuelto por segunda vez.

“Me falta dinero nomás, pero sí, me gustaría ser músico, cantante. Tengo canciones, compongo canciones, hago la música, escribo la letra, canto, toco el piano, toco la guitarra, estudié pila de música de chico. ese es mi sueño”. “Me falta dinero nomás, pero sí, me gustaría ser músico, cantante. Tengo canciones, compongo canciones, hago la música, escribo la letra, canto, toco el piano, toco la guitarra, estudié pila de música de chico. ese es mi sueño”.

Thaylor no se saca los lentes de sol en ningún momento durante la entrevista. Son dorados, como alguna de sus pulseras y collares. En cada brazo lleva una llave atada a una gomita elástica; son las llaves de su casa, por si las pierde. Le encantan las mujeres, cree que tiene un don para descifrarlas. Si una clienta no la chupa bien, se la baja. Que abra un poco la garganta. Lo dice casi al final de la entrevista porque, en verdad, hay pocas cosas que se la bajen. Su perfume inunda toda la habitación y se queda un rato luego de que él ya no está. No atiende hombres bajo ningún concepto.

Ser escort es algo que hace para juntar plata para pagar sus videos musicales, porque él es músico. Quiere ser una superestrella. También le manda plata a las mamás de sus hijos. Una vive en República Dominicana, de dónde él viene.

Tiene cinco clientas fijas —y algunas más casuales— que le dejan un ingreso de 17.500 pesos por mes. Hace dos años que es escort y para él es divertido. Le encanta coger y, todavía más, coger por plata. Cree que la mayoría de las mujeres son muy morbosas y le hablan porque es negro. Si está disfrutando no cobra la hora extra. A veces hace de novio: se queda a dormir, lava los platos, pone Netflix; no tiene por qué terminar en algo sexual. A veces siente que no trabaja, de lo bien que la pasa, aunque siempre cobra. Le encantaría pagar por sexo para coger toda la noche. Cada vez que habla de coger o de tetas o culos hace un ruido con la boca. Es sutil y hace acordar a un vino que se descorcha con cuidado.

El trabajo sexual es diversidad. Todos tienen otros planes. La música, los estudios, el trabajo formal. La mayoría quiere probar invertir los roles algún día: pagar por sexo. Algunos lo gozan, otros tienen que disociar. Es complicado dejar de ganar tanta plata, tan rápido. Es sencillo pensar que puede haber otra cosa.

Límites

La mayoría de los escorts hombres ofrecen servicios a otros hombres. En los perfiles, muchos también se promocionan como pasivos, activos o versátiles, delimitando ya el rol antes del encuentro sexual. Rubén Camperos, psicólogo y sexólogo especialista en género, erotismo y masculinidades, escribe en Eróticas marginales que, a diferencia de los heterosexuales que ocupan un espacio “respetable” en la vida social, los homosexuales se vieron obligados a desarrollar “culturas subterráneas, secretas e invisibles” para poder vivir su sexualidad sin estigma.

Esto muchas veces choca con el límite de pagar por sexo.

¿Cuándo es una relación consensuada por deseo entre dos hombres y cuándo hay que pagar? ¿Fue claro el escort? ¿Y si está en un cine porno o si es stripper o si usa Grindr o Tinder?

Para todo esto hay códigos. Grindr y Tinder no son solo aplicaciones de citas, sino de trabajo. Y los escorts tienen que ser discretos para usarlas. Un diamante o un taxi en el perfil indican que están ahí para cobrar. Estos mensajes codificados, sin embargo, no son claros para todos.

“Por Grinder se consigue de todo, como droga. Hay prostitucion también. (...) En Uruguay y Argentina se los conoce como taxi boys. Colocas un icono de taxi y saben que estás ejerciendo la prostitucion. Pero otras personas te denuncian por estar ofreciendo servicios sexuales, entonces te eliminan la cuenta” — dice Nano dotado. “Por Grinder se consigue de todo, como droga. Hay prostitucion también. (...) En Uruguay y Argentina se los conoce como taxi boys. Colocas un icono de taxi y saben que estás ejerciendo la prostitucion. Pero otras personas te denuncian por estar ofreciendo servicios sexuales, entonces te eliminan la cuenta” — dice Nano dotado.

No todo lo subterráneo es prostitución. No todo sexo es contractual, aunque se mantenga oculto. Los cines porno, las aplicaciones de citas, los strip clubs, los saunas, son espacios donde puede haber prostitución, pero donde también puede que no.

No hablaron

No. De estas cosas no se hablaron. Nadie las escuchó. Quedaron ahí, pendientes. A pesar de todo lo que se habló en este informe, hay cosas que quedaron por decirse. Cosas de las que ellos eligieron no hablar o, al menos, no hablar en profundidad.

No se habló de las prácticas sexuales que escapan de lo común. No se entró en detalle.

No se habló de los menores de edad que buscan contratar el servicio.

No se habló de los padres que se contactan para que graben videos sexuales con sus hijos (niños o bebés).

Algunos no hablaron en absoluto. No contestaron, o lo hicieron por mensaje, con respuestas cortas. De 60 escorts contactados, solo la mitad respondió y solo cinco hablaron.

¿Por qué no hablar?

Porque son conocidos. Porque recién empiezan. Porque no quieren que se enteren sus parejas. Porque están ocupados. Porque ya no lo hacen más. Porque no hay beneficios a cambio. Porque no hay plata a cambio. Porque no les interesa. Porque no quieren.

¿Por qué sí hablar?

Es importante aclarar que en este informe se eligió trabajar con perfiles de escorts que cuentan con fotografías profesionales o semiprofesionales y que tienen una clientela fiel. Esto también puede implicar que haya voces, historias, de otros escorts masculinos que no se vean reflejadas del todo acá. Sin embargo, se intentó hacer lo posible para reflejar la miríada de experiencias que implica ser escort hombre en Montevideo y partes del Uruguay.

Taxiboys 04 Por que hablaron

Cierre

¿Qué mirás, puto?

Con esa pregunta Ruben Camperos remata la idea de que la mirada del hombre es peculiar. El hombre no sólo mira sino que penetra, desnuda, con la mirada. Es una mirada lasciva, violenta; es una forma de decir “yo no soy la presa”. Cuando es dirigida a ellos y, en especial, desde otros hombres, algo se quiebra. Ellos no son objetos para ser mirados de esa manera. ¿Por qué los miran así? ¿Qué quieren? ¿Qué pueden hacer estos hombres que no puedan hacer ellos? ¿Qué buscan? ¿Qué saben?

Mirar es una cosa y ver es otra. En este informe aparecen cinco voces, cinco escorts. Cinco hombres que no existen porque cuando se habla de prostitución se habla de mujeres. Cinco hombres diferentes. Cinco hombres que hacen lo mismo, de alguna manera. Cinco hombres que son mirados. Cinco hombres que cogen como bestias. Cinco bestias. O quizás una tercera cosa. Algo que permite también la música y el goce y el morbo. Una criatura que entiende la magnitud de lo que hace, y por qué lo hace. Una criatura que sostiene todo lo terrible y todo lo bello, y quizás la esperanza. El anhelo de que las cosas sean un poco diferentes.

*Este trabajo fue realizado en el marco del curso Realización de Proyecto Periodístico de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad Católica del Uruguay.

Temas:

escorts masculinos Uruguay trabajador sexual prostitución

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