La línea está trazada: tras semanas de deriva, LLA vuelve al libreto que la definió. En Buenos Aires, Diego Santilli ya plantó la bandera: “el kirchnerismo tiene miedo” de enfrentarlo y por eso buscó impedir la reimpresión de boletas en la provincia. No es un arranque improvisado: es la apertura de una campaña que será violenta desde lo discursivo, sostenida y sin medias tintas.
Diego Santilli se pone al frente de la campaña anti kirchnerista de La Libertad Avanza
El balance interno del acto en el Movistar Arena fue muy positivo por tres razones. Primero, el oficialismo recuperó el control de la agenda: marcó el tema del día y obligó a jugar al rival de visitante. Segundo, reencendió al núcleo duro, que volvió a sentirse convocado por el lenguaje original. Tercero, mostró al Milei auténtico: gestual, directo, capaz de ordenar al propio con un par de consignas.
Santilli Milei
La Libertad Avanza recalibra la campaña: Diego Santilli versus el kirchnerismo y regreso a las bases.
Javier Milei regresa al manual histórico de la retórica libertaria
Santilli será ariete y traductor. Ariete, porque deberá abrir grietas en distritos esquivos del oeste y sur del Gran Buenos Aires con presencia territorial, recorridas cortas y foco en seguridad y fin de privilegios. Traductor, porque bajará el guion presidencial a escala municipal, con ejemplos concretos, y anclará la denuncia de que el adversario compite con reglas inclinadas. La línea sobre las boletas empalma con esa acusación.
El manual operativo no cambia: intensidad y repetición. Escenarios controlados para fabricar clips virales, fraseos cortos, y un repertorio que privilegie la épica del conflicto. La novedad es el timing: apariciones selectivas de Milei para dar golpes de efecto y evitar la meseta, combinación con la grilla hiperactiva de Santilli y una lógica de “momentos” pensados para prime time y para mensajería.
Milei y Santilli
La Libertad Avanza recalibra la campaña: Diego Santilli versus el kirchnerismo y regreso a las bases.
Una campaña intensa a todo o nada en La Libertad Avanza
En el comando libertario sostienen que el enojo organiza y que el conflicto alimenta. Cada choque es combustible para el algoritmo y una forma de ordenar a los propios. La dicotomía propuesta vuelve a ser binaria: continuidad del cambio versus regreso al pasado. Si el rival denuncia, mejor: la queja certifica que las agujas se movieron. Si se victimiza, más aún: confirma el marco elegido.
El territorio bonaerense se trabajará en dos carriles. Uno, capilaridad local con prensa municipal, radios y portales zonales para instalar el frame de “ellos traban, nosotros empujamos”. Dos, actos con alto impacto visual para reponer la mística de campaña y replicar la escenografía que funcionó: cánticos, cercanía, micrófono en mano, combustible para redes. Todo con un objetivo: que el mensaje del día sobreviva veinticuatro horas.
milei-y-santilli
La Libertad Avanza recalibra la campaña: Diego Santilli versus el kirchnerismo y regreso a las bases.
Buenos Aires el objetivo a conquistar por Javier Milei y Diego Santilli
El entusiasmo que dejó el Arena no es menor. El público respondió al Milei sin tutelas, y la imagen ordenó los hilos de WhatsApp en el conurbano. Para los estrategas, esa escena habilita una réplica potente con Santilli como punta de lanza: recuperar iniciativa, forzar al kirchnerismo a la defensiva y obligarlo a discutir en el terreno elegido por el oficialismo.
El riesgo existe: una campaña tan frontal puede consolidar al núcleo y clausurar puentes con votantes moderados. Pero la conducción libertaria parece haber asumido ese costo. En su lectura, la tibieza mata; la identidad, no. Volver a las bases no es nostalgia, es cálculo: cuando LLA se desplaza del conflicto, pierde volumen; cuando confronta, gana aire.
En síntesis, la estrategia bonaerense será simple de describir y difícil de ignorar: Santilli como vocero de choque, Milei en su versión más reconocible, y una confrontación abierta con el kirchnerismo para reinstalar la épica de 2023. El Movistar Arena operó como punto de inflexión. Desde esa foto, el oficialismo cree haber reencontrado su voz y su ritmo: alto, directo y sin intermediarios.