25 de septiembre 2025 - 20:49hs

Argentina experimentó en la última década la caída de natalidad más abrupta de su historia y se encamina hacia un punto de inflexión demográfico que transformará al país de manera irreversible en 2040. Según un nuevo estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), los próximos 15 años representan la última oportunidad para que el país aproveche su "bono demográfico" antes de convertirse en una sociedad definitivamente envejecida.

La investigación, elaborada por Rafael Rofman, investigador principal de CIPPEC, revela que Argentina tiene una historia demográfica irregular que la diferencia tanto de los países desarrollados como de los de su región. La tasa global de fecundidad cayó de 2,3 a 1,36 hijos por mujer en menos de una década, un descenso del 40% que comprimió en diez años cambios que a otras naciones les tomaron generaciones.

El concepto de bono demográfico describe un período excepcional en el que hay más personas en edad productiva (entre 20 y 64 años) que dependientes (menores de 20 años y mayores de 64). Es una ventana de oportunidad donde la sociedad cuenta con más "motores" económicos que "vagones" que sostener. Argentina vive esta situación favorable desde la década de 1990, pero las proyecciones indican que en 2040 comenzará a revertirse cuando las generaciones numerosas se jubilen y ingresen al mercado laboral las generaciones más pequeñas nacidas después de 2015.

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El despertar demográfico tardío

La trayectoria de Argentina en materia poblacional es única en la región. En 1950, el país lideró la transición demográfica en América Latina junto a Uruguay, con una estructura poblacional similar a la de muchos países europeos. La edad mediana argentina era apenas dos años inferior a la de España y seis años superior al promedio latinoamericano.

Sin embargo, entre 1950 y 2015, Argentina se "durmió" demográficamente. Mientras otras naciones mantuvieron el ritmo de transición, el país experimentó un estancamiento que amplió la brecha con los países más avanzados y redujo la distancia con aquellos que comenzaron su transformación más tarde. Para 2015, Argentina había pasado del segundo lugar en el ranking regional de menor fecundidad al puesto 35, y la diferencia con España se amplió a 12,9 años en edad mediana.

El despertar llegó en 2014 con una intensidad inesperada. La tasa global de fecundidad se desplomó un 34% en apenas seis años, indicando que factores como la pandemia de COVID-19 o la legalización del aborto no fueron centrales en este proceso, sino que respondió a cambios culturales más profundos, mayor cobertura educativa y mejor acceso a métodos anticonceptivos.

Actualmente, ninguna provincia argentina tiene una tasa de fecundidad superior a 1,8 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional estimado en 2,1. Tierra del Fuego se convirtió en 2023 en la primera provincia en registrar una tasa por debajo de 1 hijo por mujer, con una caída del 60% respecto a 2010.

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Las consecuencias ya son visibles

La transformación demográfica no es un fenómeno abstracto: ya impacta en la vida cotidiana de los argentinos. El tamaño promedio de los hogares se redujo de 4,5 integrantes en 1950 a menos de 3 en 2022, reflejando tanto la menor cantidad de hijos como el aumento de hogares unipersonales, especialmente entre adultos mayores.

El sistema educativo experimenta por primera vez una demanda decreciente. Entre 2018 y 2025, el número de niños en edad de ingresar al nivel inicial se redujo un 33%, mientras que los ingresantes al nivel primario disminuyeron un 15% entre 2021 y 2023. Esta nueva realidad representa una oportunidad histórica para descomprimir la presión sobre recursos educativos y mejorar la calidad.

En el extremo opuesto, el sistema previsional enfrenta una presión creciente. Entre 1950 y 2025, la población de varones que cumple 65 años pasó de 40.000 a más de 182.000, un aumento del 360%. En las mujeres, quienes alcanzan los 60 años se incrementaron de 50.000 a 215.000 en el mismo período, un crecimiento del 328%.

La edad promedio de las madres también cambió: de mantenerse estable en 28 años entre 1950 y 2015, saltó a 29 años en 2023. Esta postergación de la maternidad favorece a las mujeres jóvenes, que pueden completar su educación e iniciar trayectorias laborales antes de ser madres.

El futuro: población estable pero envejecida

Las proyecciones demográficas dibujan un escenario de estabilidad en el tamaño poblacional pero cambios radicales en su estructura. Argentina crecerá lentamente hasta alcanzar un máximo apenas 5% superior al actual, para luego iniciar una suave declinación. Se estima que hacia 2070 tendrá una población similar a la actual y para 2100 podría descender a 38 millones de habitantes.

La composición por edades se transformará drásticamente. Los menores de 20 años pasarían de 13,5 millones actuales a 10 millones en 2050 y 6,2 millones en 2100. En contraste, los adultos mayores de 65 años aumentarían de los actuales 5,7 millones a un máximo de 14,6 millones a principios de la década de 2080.

El estudio de CIPPEC advierte que el bono demográfico tiene fecha de vencimiento. Alrededor de 2040, cuando la generación nacida después de 2015 ingrese masivamente al mercado laboral, la tasa de dependencia comenzará a aumentar nuevamente. Este será el momento en que Argentina dejará de ser definitivamente un país joven para convertirse en una sociedad envejecida.

Después de 2040, Argentina enfrentará presiones económicas inéditas. La tasa de dependencia demográfica, que actualmente favorece al país, se invertirá: cada trabajador deberá sostener a más personas que hoy. El sistema previsional, que ya muestra tensiones con los actuales niveles, deberá cubrir a una población de jubilados que crecerá hasta alcanzar 14,6 millones hacia 2080.

Los sectores de salud y cuidados de adultos mayores experimentarán una demanda exponencial. Mientras que hoy hay 5,7 millones de personas de 65 años o más, en tres décadas ese número se habrá duplicado. Simultáneamente, la fuerza laboral se reducirá en términos relativos, lo que implicará menos recursos humanos para atender estas necesidades.

El estudio de Rofman también identifica una consecuencia inesperada: es probable que la población argentina nunca supere los 50 millones de habitantes, un techo demográfico que rompe con las proyecciones históricas de crecimiento sostenido. Para 2100, el país podría tener menos población que la actual, pero con una estructura completamente transformada donde los adultos mayores representarán una proporción sin precedentes en su historia.

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