Milei es un hombre de suerte. Cuando la adhesión a su figura estaba empezando a declinar, apareció la peor versión de Alberto Fernández, la del “autócrata golpeador”. Y de eso pasó un mes. Desde entonces la imagen positiva del presidente se volvió a elevar, y se mantuvo con tendencia alcista.
Nada más y nada menos que ella, la máxima responsable política del desastre de corrupción, salud, educación y pobreza en el que está sumida la Argentina. Tan solo ella: la que “no se equivoca nunca”. La que jamás hizo ni la más mínima autocrítica. La que tuvo la gran idea de poner, para manejar el peor gobierno de la historia reciente de la Argentina, al “borracho de la fiesta”, según la particular apreciación del ex ministro de Seguridad Sergio Berni.
Embed - Berni sobre Alberto: "El que trajo al borracho, que se lo lleve"
Pero a no equivocarse. Cristina reaparece, a nueva meses de gobierno, no por elección, sino por desesperación. Porque quiere evitar que el estiércol que está cubriendo a Alberto Fernández la embadurne también a ella. Y reaparece, en especial, porque el “perokirchnerismo” se está cayendo a pedazos. Y también irrumpe porque ya tomó nota de que el gobernador, “el chiquito”, es decir, Axel Kicillof, se quiere cortar solo. Se la quiere sacar de encima.
De manera que “la condenada” en primera instancia, con un pedido de inhabilitación para ejercer cargos públicos, no tenía alternativa. O intentaba recuperar el liderazgo cuanto antes, posicionándose como la más grande crítica al modelo que propone Milei, o el “chiquito” se la iba a comer, como dicen que cualquiera se puede comer a los elefantes. Es decir: primero en pedazos grandes, y después en trozos pequeños. Por eso Cristina levantó el perfil. Por eso se hizo la "guapa" y usó el verbo “boludear” para acusar al presidente de estar perdiendo tiempo en las redes, mientras ella lo atacaba, precisamente, desde su cuenta de X. Por eso, al mejor estilo compadrito de barrio de Diego Armando Maradona, le dijo que lo esperaba, no en Segurola y Habana, sino en Rodríguez Peña 80, la sede del Instituto Patria.
Y al mismo tiempo: ¿qué mejor escenario para Milei que una buena discusión sobre el tema que domina y que más le apasiona, la macroeconomía? Y no solo para debatir contra alguien que entiende muy poco de la especialidad, como Cristina Kirchner, sino también contra el propio Kicillof. Es decir: el ex ministro de Economía que debía haber ingresado al Libro Guinness de los récords por haber eliminado el índice oficial de pobreza y haber reestatizado YPF con un perjuicio para el Estado que rondaría los 16 mil millones de dólares.
Después de todo, esta pelea, para el oficialismo, es una buena herramienta para correr de la agenda, o disimular, cuestiones como la publicación del decreto para limitar los pedidos de acceso a la información pública -cuya explicación suministró el vocero Manuel Adorni en las últimas horas-, el sincericidio del senador nacional de La Libertad Avanza Bartolomé Abadala, quien confesó que tiene entre 15 y 20 asesores trabajando para su candidatura a gobernador en San Luis (asesores que nos cuestan más de 15 millones de pesos mensuales, “militantes” pagados no de su bolsillo sino con la nuestra: la casta en su máxima expresión, pero dentro de la fuerza supuestamente anticasta); la insistencia con la candidatura para integrar la Corte del discutido Ariel Lijo, cuyos votos en el Senado no están, o se perdieron, o se estarían negociando minuto a minuto.
Hay que decirlo sin vueltas. Cristina, contra Milei, arranca perdiendo por goleada. Porque carece de dos atributos básicos: honestidad intelectual y autocrítica. Y, al contrario, este escenario, de potentes reflectores, lo coloca al presidente en el mejor de los mundos: el de jefe de Estado que, mientras trata de bajar la inflación, con motosierra y licuadora, se da el lujo de contar porqué estamos como estamos.
Pero no solo Cristina y Kicillof parecen trabajar para las Fuerzas del Cielo. También lo vienen haciendo, con gran esmero y dedicación, los sindicatos que dejaron sin volar a 15 mil pasajeros de Aerolíneas Argentinas durante este fin de semana. Y su máximo responsable es el energúmeno de Pablo Biró, secretario general de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas, ultrakirchnerista y albertista, el mismo que propuso voltear a Macri, aunque había sido elegido en elecciones libres.
Los pilotos que responden a Biró ganan entre 3 millones y 10 millones de pesos por mes, dependiendo de las tareas y la antigüedad. Su sueldo promedio supera los 5 millones de pesos. Y además, cuentan con una serie de privilegios que no son habituales en la mayoría de las aerolíneas del mundo, a saber: pasajes garantizados en clase ejecutiva para ellos y su familia; remises que los llevan desde su casa al trabajo y del trabajo a su casa; franco pago el día del cumpleaños y vacaciones más largas que las dispuestas por reglamentación internacional aeronaútica.
En 2023, Aerolíneas Argentinas perdió casi 400 millones de dólares. Mas de un millón de dólares por día. Sin embargo, en lo que va de 2024, la nueva conducción redujo el déficit más del 70% y redujo la planta de casi 12 mil a 10.500 empleados, a través de retiros voluntarios y otros acuerdos laborales. Por eso ahora millones de argentinos se preguntan cuál es el negocio de mantener a Aerolíneas en la órbita de Estado, y con una casta de sindicalistas eternizados en el poder haciendo lo que quieren con los pasajeros.
Lo que Milei denomina el principio de revelación también cabe para Mario Firmenich, cuya irrupción generó tanta inquietud como indignación. Porque también los fantasmas de los setenta le juegan al contra al kirchnerismo y al peronismo y hacen aparecer al nuevo gobierno, de nuevo, por contraste, como lo menos peor. Y ni que hablar del hombre que envió una carta bomba al presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, y que acaba de ser detenido por la Policía Federal. O del ex ministro de Economía, Martín Guzmán, admitiendo que la cuarentena se extendió no por razones sanitarias sino por mezquindad política.
Martín Guzmán sobre la cuarentena
¿Le alcanzará todo el ruido político a Milei para ganar tiempo mientras termina de ordenar la economía? El presidente, Santiago Caputo, pero también el ministro de Economía Luis Caputo, están convencidos de que 2025 será mejor que 2024. Uno de los últimos posteos del ministro de Economía explota de puro optimismo.
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También Milei, Santiago y Luis Caputo pero además Karina Milei, están convencidos de que el kirchnerismo no vuelve más.
Pero el kirchnerismo, nos guste o no nos guste, todavía está. De hecho, ¿cómo va a hacer el gobierno para aprobar el pliego de Ariel Lijo, con los senadores de Cristina pidiendo, para hacerlo, a cambio, una Corte de nueve miembros, el cargo de Procurador y la prerrogativa de nombrar a la mayoría de los 140 jueces federales que faltan nombrar? ¿Cómo va a hacer el presidente, si no lo ayudan los legisladores del PRO y otros dialoguistas para evitar que el Senado le volteé, esta semana, el DNU para los fondos reservados de la SIDE? ¿Y a qué receta mágica apelará para impedir que se sancione, también ésta semana, en la Cámara alta, la Ley de Financiamiento Universitario?
Parece que el propio Milei trabaja para sumar el número mágico de un tercio de los diputados y los senadores con el objetivo que el Parlamento no pueda evitar el veto a leyes tan importantes como la del sistema previsional.
¿Servirán las mil y una cenas del presidente con Macri para llegar al año que viene unidos más fuertes que nunca? ¿Funcionará esta vez la coordinación de la que tanto se viene hablando desde hace semanas?
El estrés de poder acaba de mandar a una clínica al Jefe de gabinete, Guillermo Francos. ¿Habra sido el rechazo de Santiago Caputo a las modificaciones para el pedido de acceso a la información pública lo que lo tuvo a maltraer?
Habrá más informaciones para este boletín. Sin embargo, por ahora, la retórica anti casta, la misma que le sirvió a Milei para ganar la elección, sigue vivita y coleando.