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El Observador | Daniel Supervielle

Por  Daniel Supervielle

Periodista, analista, director de comunicación estratégica y política de CERES
15 de junio 2024 - 5:05hs

En pocas horas terminé de leer El Caso Astesiano la investigación del periodista de La Diaria, Lucas Silva, sobre la trama del ex custodio de seguridad del presidente de la República. Es un trabajo periodístico bien escrito que pone los puntos sobre las íes de un caso mediático que viene marcando la agenda desde hace tiempo en Uruguay.

Tras leerlo, me vino a la memoria un viejo refrán popular de origen anglosajón que dice: Por un clavo se perdió una herradura / por una herradura se perdió un caballo / por un caballo se perdió un jinete / por un jinete se perdió una batalla / por una batalla se perdió un reino / Todo por un clavo de herradura.

El libro publicado por la editorial Sudamericana es el minucioso trabajo de un investigador que maneja los chats recuperados del celular Galaxy de Alejandro Astesiano, excustodio hoy preso y que, complementado con fuentes propias y entrevistas, rearma la trama de un personaje a quien el presidente confió su seguridad y la de su familia.

Lamentablemente para este gobierno, que tiene muchísimos logros para poner sobre la mesa, incluyendo una actitud sabia durante la pandemia sintetizada en la Libertad Responsable, la sombra de esta figura lo perseguirá como el gran malentendido que nunca debió suceder.

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Es un texto que ordena la información ya conocida y aporta algún dato más. En la contraportada se afirma que no se trata de un libro sobre Astesiano, sino que es sobre los usos y abusos de la gestión del poder en Uruguay.

Es cierto, pero es además un libro sobre un funcionario que abusó de la lealtad de un político que confió en él; de un delincuente de poca monta y luces que nunca debió llegar tan lejos, de un presidente que no prestó atención a quienes le avisaron que podía no ser trigo limpio y de un preso cuyo derrotero personal simboliza todo lo que el Estado uruguayo -gobierne el partido que gobierne- tiene que purgar para jugar en primera división.

La lectura genera un retrogusto, por la cantidad de barbaridades y anécdotas que narra. Es la historia de un malhechor a quien el cargo que ocupó le dio una sensación de impunidad que nadie supo detectar ni frenar a tiempo.

Incluso en las conversaciones -reconstruidas- que mantiene con gente que le pide “favores” no hay acciones de envergadura en las que su intervención haya logrado algo sustancioso que cambie el curso de nada realmente grosso. Por ejemplo, le piden averiguar los antecedentes sobre un albañil que estaba haciendo un parrillero en el fondo de una casa (Sic).

Aunque claramente abusó de su posición, queda claro que su participación en el caso de los pasaportes rusos es tan ambigua como real, lo mismo que en el tema Vertical Skies. El comercio de Ciudad Vieja sospechado de boca de venta de drogas, a cuya información accedió ilegalmente para ver si allí concurría el presidente del PIT-CNT, finalmente resulta que no era tal.

Se trata de una investigación que desnudas fragilidades, zonas grises, redes rotas, incongruencias y miserias humanas entre quienes se mueven por los oscuros pasillos de las tan intrincadas como frágiles controles del viejo Estado uruguayo. En particular de una fauna de seres humanos ávidos por contactos, dinero y oportunidades para hacer negocios apelando a influencias, aunque estas sean de peso relativo.

También plantea el derretimiento del paradigma de la comunicación en el siglo XXI, la pulverización de la privacidad de las conversaciones, la influencia de las nuevas tecnologías, la necesidad de discutir sus límites, la función policial y la importancia de cuidar los detalles en el ejercicio del poder.

El libro narra no solo las acciones y el comportamiento de Astesiano, sino también visibiliza las grietas y los males endémicos que anidan y se multiplican en el aparato estatal. Asumirlas y encararlas es un debe del sistema. En este caso le pasó al presidente de la República -ni más ni menos- pero le puede pasar a cualquiera con un cargo político en la función pública. Perdemos todos.

La historia y sus tristes consecuencias no son solo una lección sobre la traición y el abuso de confianza, sino también una advertencia sobre la necesidad de revisar los mecanismos de control y transparencia entre quienes ejercen la función pública.

El libro también pone de relieve cómo la tecnología y la falta de privacidad en la era digital transformaron la naturaleza de lo que se considera transgresión y de la interpretación de algunas acciones.

Finalmente, más allá del sabor amargo que deja esta lectura, emerge la posibilidad de que estos eventos lamentables sirvan como catalizadores para una revisión y regeneración del sistema. Es como un baldazo de agua helada para despabilar que hay formas y estilos que en esta época no corren más.

Ojalá que el episodio Astesiano no sea solo una anécdota que le dé de comer a los carroñeros de la política, sino que sirva para algo en el futuro. Tampoco sirve negarlo o relativizarlo. Sería un error.

Tras la lectura del serio trabajo de Lucas Silva me queda la sensación de que a pesar de las consecuencias que tiene, al final toda la historia de Astesiano vale un par de botellas de whisky Johnnie rojo, una de las monedas de cambio con que le pagaban por los “favores” al excustodio. Nuestra democracia y sus instituciones entre las que incluyo la del presidente de la República valen infinitamente más.

Temas:

Caso Astesiano

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