Palacio Salvo: el arquitecto que busca un faro desde hace 15 años, el sueño de un nuevo mirador y la torre del vigía que se devolverá a Montevideo
La silueta del Palacio Salvo se ha convertido en un símbolo identitario de la ciudad y sus administradores proyectan abrir nuevos espacios al público, incluyendo la construcción de un nuevo remate con un mirador en el punto más alto del edificio
El Palacio Salvo tiene más de 400 apartamentos en los que viven unas 1300 personas, otras 200 que lo habitan de nueve a cinco y se van cuando apagan la luz de la oficina, además de otras tantas que solo lo visitan para conocer qué se esconde detrás de una de las fachadas más icónicas de Montevideo. Es, en palabras de quienes lo viven todos los días, una ciudad vertical.
“Aquí se encuentran personas desde el estudiante que viene del interior a probar suerte en la capital o comenzar la universidad, hasta personas profesionales y personas conocidas en lo que es el ámbito cultural. Desde aquella persona que alquila una noche un apartamento para tener la experiencia de vivir en el ícono de Montevideo hasta aquellas personas que aman el edificio, lo hacen su hogar y su lugar de refugio”, dice Maximiliano Patrón, encargado de la administración del Palacio Salvo.
Patrón tenía “veinti-pocos” años cuando se presentó a un llamado. Un puesto de portero en el edificio más emblemático de Montevideo que, pensó, sería un trabajo como otros. Luego vendría algo más. “Terminó formando parte de mi vida, conquistando mi corazón y terminé amando al edificio. El Salvo forma una muy buena parte de mi vida. En 14 años que trabajo acá, siempre estoy aprendiendo a conocerlo, a respetarlo, a no subestimarlo”.
Maximiliano Patron 02
Maximiliano Patrón, encargado del Palacio Salvo
Carla Colman
“Es la historia de 100 años de la ciudad de Montevideo”, dice Pablo Martínez, vicepresidente de la Comisión Directiva del edificio. “El Salvo ha pasado por todo tipo de situaciones a lo largo de su historia. Arrancó siendo un hotel, locales comerciales, apartamentos y después fue mutando. Hubo un quiebre en los años 60. Y más acá vino la época gris de Montevideo y de Uruguay, la dictadura, el Salvo también lo vivió. El Salvo fue acompañando, a lo largo de sus años, al pueblo uruguayo, al montevideano, porque es un fiel reflejo del país y de la ciudad”.
Martínez señala que desde finales de la década de 1980 y hasta comienzos de los 2000 la vida en el Palacio Salvo era diferente a lo que es ahora. "Es una ciudad dentro de una ciudad y adentro del Salvo pasaba cualquier cosa. Había almacenes, prostíbulos, gente deambulando de afuera que entraba sin tener que entrar. Hasta el día de hoy en los distintos pisos quedan todavía apartamentos con rejas. Eso marcaba la inseguridad que había en ese entonces en El Salvo, que hoy en día es impensado".
Para el propietario, en los últimos 20 años comenzó un proceso de rehabilitación y reforma del edificio, que en 1996 fue declarado Monumento Histórico, hubo una idea de las directivas de hacerlo resurgir. "Distintas directivas han hecho un proceso de levantar el Salvo con distintas herramientas, distintas ideas y distintas obras. Hoy está en un momento único en su historia y ojalá los que vengan después de nosotros le den continuidad. Nosotros somos pasantes, hacemos que siga funcionando lo que dejaron los anteriores", dice Martínez.
Juan Carlos Islas es el secretario del directorio de la sociedad anónima del Palacio Salvo. Un hombre que hace 32 años que está vinculado a el edificio más emblemático de la ciudad de Montevideo y que hasta este día recorre cada uno de sus rincones. "Todas las semanas hago un recorrido por el Palacio, los 32 pisos. Subo en el ascensor, después los voy bajando, hago toda la trayectoria y anoto temas que pueden haber: videos rotos, display de ascensores, basura, detalles de pintura", señala a sus 71 años mientras anota los pormenores edificio donde se utilizó por primera vez a gran escala mármol y granito nacional y, para su carpintería, roble floreado de Eslavonia.
Esa es la parte menos visible del proceso de restauración del Palacio Salvo, que comenzó en 2021. “Después de 100 años es la primera restauración grande que tiene el edificio. Tenía problemas de desprendimientos que, se pudo solucionar rápidamente. Después hubo que seguir por otros cuerpos y la pasiva, que fue lo último que hicimos y creo que fue un shock para el montevideano porque descubrió que había un Salvo distinto, con las columnas limpias y con los arcos restaurados".
drone.00_03_57_17.Imagen fija001
“Es una construcción ecléctica: tenemos gótico, art nouveau, art déco, estilo hindú, tenemos de todo un poco. Pero, en realidad, la gente es la que hace al Palacio Salvo”, dice Islas. Dentro de las ventanitas arqueadas que se ven desde afuera hay habitantes y residentes de múltiples nacionalidades: rusos, polacos, franceses, italianos, brasileros, argentinos, venezolanos que conviven el edificio más icónico de la ciudad.
Islas camina por el edificio y saca datos, referencias y anécdotas de su memoria: detalles de la simbología del enorme vitral de Enrique Albertazzi inspirado en Los barqueros del Volga en homenaje a los inmigrantes que llegaban a Montevideo como a la "tierra prometida", la progresión de los pisos con diferentes colores de granito que simbolizan la transmutación, los detalles de la teoría de la evolución reflejados en los capiteles del bestiario ubicado en los tres primeros pisos, la cruz andina en el centro del pasaje que une Plaza Independencia con la calle Andes. “Han fallecido las personas emblemáticas del edificio. Yo ahora soy un poco el transmisor, soy la bisagra del Palacio Salvo entre aquella época y las épocas actuales", dice Islas y explica que su intención es transmitirle su conocimiento a nuevas generaciones para que continúen con la tradición oral que tiene el edificio.
El secretario recuerda los nombres de las personalidades de la cultura, el deporte o la política que habitaron (y habitan) el edificio. “En este edificio vivió gente de la cultura, de la política, extranjeros, deportistas, periodistas, escritores. Por pensar en alguien especial, podemos pensar en Armonía Somers, escritora, compositora; Idea Vilariño, escritora, investigadora, ensayista; Ricardo Prieto, uno de los más brillantes dramaturgos que tuvo el Uruguay; en la pintura, Raúl Real o Agó Páez Vilaró; en el Carnaval, Tina Ferreira”. Pero la lista es extensa y se hunde en el último siglo de historia. Actualmente, dice Islas, todavía vive en el piso 9 una mujer que llegó a ser habitante del hotel Salvo.
“Más allá de lo que pudo ser cada uno, de los destacados que son estas personas hasta el día de hoy, vivían aquí. Es decir, acá rieron, lloraron, comieron. Es un edificio de apartamentos. Es emblemático, es algo de la cultura, pero aparte de eso lo fundamental es que hay una vida cotidiana que es lo que le da esa calidez al edificio. El contraste entre el eclecticismo que tiene por fuera y el eclecticismo que hay por dentro de la gente, que somos nosotros, los vivientes, los moradores, los que lo frecuentamos, los que le damos esa característica a la vida".
La torre del vigía de Montevideo
Desde el piso 19 del Palacio Salvo Montevideo parece rendida ante él. Los barcos llegan lentamente a la orilla mientras los autos atraviesan como pequeñas piezas de utilería el puente sobre la Rambla Portuaria y apenas algunos unos pequeños humanos atraviesan la Plaza Independencia. Las amplias terrazas que abrazan la torre permiten ver la ciudad desde todos sus perfiles y la brisa que llega desde el río las recorre suavemente.
“Llevó cinco años la construcción de este edificio, que tiene 44 mil metros cuadrados. Eso ha llevado a que sea una magnífica construcción, una mega construcción y como decía alguien vinculado a este edificio, el profesor Abelardo García Viera, una construcción monumental”, dice Islas, sentado en medio del espacio circular rodeado de bibliotecas con tomos antiguos y objetos coleccionables. García Viera fue el propietario de esa torre, donde dejó después de su muerte más de 240 mil libros y un enorme legado patrimonial en el Palacio Salvo.
Una de sus “torretas” y la impresionante vista de la bahía que viene con ella, pronto va a tener acceso al público. “La Torre del Vigía funcionó muchísimos años en la otra torre vecina aquí en el Palacio Salvo: la Torre Sur, que perteneció en exclusividad al Vigía del Puerto de la ciudad de Montevideo. Esa torre era famosa como la Torre del Vigía del Puerto del Palacio Salvo”
Juan Carlos Islas
Juan Carlos Islas, secretario de la Comisión Directiva del Palacio Salvo
Faustina Cingolani
En el libro Historias del Palacio Salvo, escrito por Daniel Elissalde y Mariela García, aseguran que una vez inaugurado en 1928 pasó a establecerse allí, aprovechando la altura y ubicación privilegiadas, el vigía del puerto. "Primero en el piso 25 y luego en una de las torretas que dan hacia el sur en el piso 19”.
El edificio, construido por el arquitecto Mario Palanti a pedido de los hermanos empresarios Ángel, José y Lorenzo Salvo, fue para su construcción el más alto de Sudamérica con 106 metros. Y desde allí el centinela vigilaba el horizonte. “Corría la década del cuarenta o del cincuenta. Podía aparecer el contorno de un carguero programado o un acorazado en llamas, como ocurrió con el Graf Spee”, se lee en el libro.
Y en esa torre que mira hacia el sur trabajaron en línea hereditaria cuatro generaciones de descendientes de Antonio Simonetti, el primer vigia del puerto. “Hubo una familia, que era la familia Simonetti, que se mantuvo durante muchos años, fue tradicionalmente heredando el puesto de vigía del puerto de Montevideo. Este catalejo perteneció a esa torre y la idea que tenemos hoy con la directiva del Palacio Salvo es devolver a la ciudad de Montevideo y al Palacio Salvo la famosa torre del vigía después de muchísimos años”, dice Islas mientras muestra el catalejo que perteneció a los vigilantes de las aguas uruguayas.
Una vez finalizadas las obras de acondicionamiento, será un nuevo espacio disponible para las visitas guiadas que se llevan a cabo todos los días en el Palacio Salvo, además de una profusa biblioteca sobre Naufragios en el Río de la Plata y navegación, junto a los instrumentos que García Viera acumuló durante años en ese mismo lugar. "La idea es devolverla con sextantes y con todos los instrumentos que se usaban, que fueron todos acumulados por el profesor García Viera en estas torres, y devolverle a la ciudad de Montevideo un testimonial de lo que fue el Salvo".
“El Palacio Salvo es el lugar ideal para el Vigía del Puerto, sin dudas: por su ubicación, por su altura. Vigía y en un principio faro, ya que en el proyecto original estaba planificado instalar uno en su cúspide. Puntos que lanzan miradas y a la vez emiten luz, que vigilan y a la vez, guían”, escribieron en el libro.
Un hombre en busca de un faro y un nuevo proyecto para el Palacio Salvo
Fernando Carral tenía tres años cuando se enamoró del Palacio Barolo. “Tengo 74, así que imaginate”, dice el arquitecto con una sonrisa tranquila desde una mesita del café ubicado en la pasiva del Palacio Salvo. Esa mesa con la que, dice, espera volver a encontrarse cada vez que vuelve a Buenos Aires.
Hace casi 25 años compró una oficina y empezó a trabajar en el Palacio Barolo, el hermano mayor del Palacio Salvo construido por el arquitecto Palanti en 1919 a pedido del empresario Luis Barolo, y hace 15 asumió la responsabilidad de restaurar el faro del edificio con motivo del bicentenario de Argentina. “Es algo muy particular, primero porque no es un faro marítimo, es un proyector de luz que se le prendía en ocasiones muy especiales. Era un sistema muy complicado”.
Ahora el Barolo prende todas las noches e incluso le presta su luz a edificios vecinos que han sido restaurados como la famosa confitería El Molino. Pero esa experiencia despertó en Carral una fascinación especial por los faros y los edificios palantianos. “Mi problema no es hablar de Palanti, mi problema es callarme”, dice.
“Acá me trae la locura de volver a poner el faro al Salvo”, dice el arquitecto que desde que rehabilitó el de su hermano argentino empezó una investigación entre documentos que lo llevaron a Montevideo. “Cuando me enteré de que este edificio, el Salvo, también tuvo un faro me vine acá a buscarlo. En algún lado tiene que estar. Recorrimos el sótano a ver si lo encontramos, fuimos a Tristán Narvaja. Lo más probable es que haya estado en el campo ese donde estuvieron estos portones”, dice señalando los enormes portones de hierro fundido que fueron devueltos al Salvo después de estar enterrados en un campo de Río Negro.
El faro, asegura Carral, estuvo. Y es uno de los proyectos de su vida devolverlo al edificio para completar aquella fantasía del arquitecto de que las luces del Salvo y el Brolo brillaran desde cada margen del Río de la Plata. “Si no es el faro original que sea un artefacto nuevo pero que vuelvan a existir los rayos de luz en las dos costas del río de la Plata, es lo que singulariza los dos edificios y lo que hermana los dos países”.
DSC01513 Carla
Fernando Carral, arquitecto del Palacio Barolo y restaurador de su faro
Carla Colman
El faro del Palacio Salvo es un misterio. En eso coincide el arquitecto Federico Lagomarsino, quien en 2017 hizo el remate que actualmente tiene el Palacio Salvo. “Es un misterio, es un gran misterio. En su momento dije ‘bueno, hay que encontrarlo y eventualmente colocarlo’, pero eso no se dio y el proyecto que está ahora es ese resultado”.
Lagomarsino explica que hace ocho años, cuando asumió aquel proyecto, no había un “camino material” para acceder al lugar donde habría estado el faro. “Un poco el diseño también tiene que ver con que lo posible era cerrar la silueta del edificio, pero no tenía una necesidad locativa”, señala el arquitecto y dice que eso habría cambiado: "ahora habría un espacio por donde acceder hacia arriba".
"La idea hoy sería armar una situación en la cual este remate pudiera recibir público. Hice un proyecto, está presentado en Patrimonio, se presentó a los vecinos y a las vecinas del Palacio, ahora está en los Fondos de Incentivo Cultural", explica el arquitecto. En otras palabras, proyectan hacer un mirador en el punto más alto del Palacio Salvo.
“Cuando hice el proyecto de 2017 de cierta forma no había antecedentes porque yo no iba a poner el faro y no iba a ser un lugar para recibir público, entonces la geometría es distinta. Acá parecía haber un antecedente más claro porque Palanti sí había proyectado algo parecido a un recinto. Hay varios dibujos que al final no se hicieron, hay varias opciones, yo tomé uno de esos de esos bosquejos que hizo él y a partir de eso hice esta versión que inevitablemente es contemporánea”.
drone.00_04_49_09.Imagen fija008
Lagomarsino es prudente y señala que el proyecto, que actualmente es una geometría de 16 caras, puede tener ajustes propios de un proyecto que debe ser aprobado en varios niveles. Un proyecto vivo.
Pablo Martínez, vicepresidente de la comisión directiva del Palacio Salvo, lo señala como el “proyecto más ambicioso” que tiene el edificio: un mirador de acceso a todo público. “Mario Palanti tenía su idea loca de que los haces de luz de los dos faros, tanto del Salvo como del Barolo, se comuniquen. Es imposible. Pero hoy en día si nosotros logramos tener ese mirador no vamos a poder juntar los haces de luz, pero por lo menos vamos a estar más cerca de la idea primaria de Palanti: que sean las dos torres del río La Plata”, agrega.
“Tenemos que convencerlos a todos”, dice con entusiasmo Carral, que espera poder apreciar esa vista que lo "emociona" desde un mirador vidriado algún día. "Hay algo mágico en todo esto, yo lo siento allá y lo siento acá. Es como un rompecabezas al que nunca le terminás de poner en la última pieza, una historia que nunca termina".