¿Por qué a pesar de que la humanidad ha mejorado la inmensa mayoría de los indicadores de bienestar y desarrollo, la brecha entre países se ha ampliado? Los países de economías avanzadas lo han hecho a una velocidad extraordinariamente superior a los países de economías emergentes. La distancia parece indescontable.
Unas semanas atrás, se otorgó el Premio Nobel de Economía que distinguió a los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson por sus aportes en el campo del desarrollo de las naciones y crecimiento económico. La tesis central del libro “¿Por qué fracasan los países?” es que las instituciones políticas y económicas son el factor clave que determina si un país prospera o fracasa.
¿Por qué, a pesar de compartir geografía, historia y recursos naturales, algunos países logran un desarrollo sostenido mientras otros se ven atrapados en ciclos de pobreza y crisis?
Uruguay está lejos de ser una economía desarrollada en sentido amplio pero se ha desacoplado de la región. Los últimos 20 años no han sido en vano. Tenemos notorios desafíos, pero si comparamos los niveles de pobreza entre nuestro país con los de Argentina encontraremos pistas de que a pesar de compartir geografía, historia, recursos naturales y cultura, hemos, al menos desde comienzo del siglo XXI, construido otro destino.
Parece ser un notorio diferencial el funcionamiento de las instituciones. Cuando estas son sólidas, creíbles, transparentes, respetuosas y respetadas, incrementan las probabilidades de convivencia humana con sendero de desarrollo.
Los autores profundizan en algunos rasgos concretos:
1. Instituciones inclusivas vs. extractivas
Las instituciones inclusivas fomentan la participación de la sociedad en la economía, protegen los derechos y estimulan la innovación. Países con este tipo de instituciones ofrecen igualdad de oportunidades, lo que lleva a un desarrollo equilibrado. En cambio, las instituciones extractivas concentran el poder en manos de pocos, limitan la movilidad social y frenan el progreso. Son estas últimas las que crean las condiciones para que las naciones fracasen.
2. Momentos clave que definen el futuro
La historia de un país a menudo llega a momentos de bifurcación o de inflexión, en los que una decisión o evento cambia el curso de su desarrollo. Estos momentos, como crisis o reformas, pueden dar lugar a instituciones más inclusivas, si los ciudadanos logran nuevos acuerdos de convivencia social que logren incrementar su bienestar. La salida de la última gran crisis de nuestro país (2002) y sus aprendizajes han sido, a mi entender, un punto de inflexión en nuestra historia reciente. El haber tocado fondo, hizo crujir un cierto orden preestablecido para, desde allí, surgir con uno nuevo. Algunos temas han quedado laudados en Uruguay, como la relevancia de los equilibrios macroeconómicos o la necesaria acción sobre la emergencia social.
3. El círculo vicioso vs. el círculo virtuoso
Las instituciones inclusivas tienden a fortalecerse y a fomentar más crecimiento en un ciclo virtuoso. Al contrario, en los países con instituciones extractivas, las élites usan su poder para evitar cambios que amenacen su posición de statu quo. Este círculo vicioso perpetúa la pobreza y el estancamiento. Acemoglu (y otros) sostienen que esta trampa es difícil de romper sin cambios fundamentales en la estructura de poder.
Oasis de institucionalidad
Nuestro país es un oasis de institucionalidad, en una región inestable, de instituciones débiles o a decir de los autores, extractivas. El funcionamiento de nuestra democracia es un valor distintivo. En los próximos cinco años, el Parlamento deberá recobrar un rol protagónico. Deberá ser un centro relevante de diálogo y entendimiento entre fuerzas republicanas, con independencia de quien triunfe en la segunda vuelta.
20240918 Vista del monumento de Artigas en plaza Independencia, bandera de Uruguay.
Foto: Inés Guimaraens
La primera vuelta de las elecciones ha ratificado en amplia mayoría a partidos políticos de concepción colectiva. Movimientos cuasi unipersonales, de culto a una persona han quedado sin fuerza electoral y con reducida participación parlamentaria. Un resultado sabio en pro del fortalecimiento institucional.
Por ello es tan importante no olvidar la relevancia y el respeto a nuestras instituciones en el marco de las diferencias habituales que una democracia madura dispone. Estamos aún muy lejos del desarrollo, pero no tengo dudas de que el camino es el fortalecimiento institucional con un enfoque “inclusivo”, mejorando su funcionamiento, modernizando sus procesos, purgando sus desvíos, incentivando la innovación, investigación y el desarrollo.
Fomentando el diálogo, el acuerdo, y sobre todo, promoviendo convivencia.