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5 de mayo 2024 - 20:56hs

Noelia Etcheverry llegó a La mañana en casa con la intención de quedarse para siempre. Y sin embargo, acá estamos, siete años después: la movilera y conductora acaba de decirle adiós al ciclo de Canal 10, poniéndole fin a una etapa profesional que le cambió la vida en distintos sentidos.

No solo fue el programa que la expuso ante un público más grande y la convirtió en una cara conocida de la pantalla, sino que también fue una experiencia formativa y hasta el lugar donde conoció a su pareja, su antiguo camarógrafo, Fabricio Fernández.

Pero Etcheverry sintió que era el momento adecuado para el adiós. “Tiene que ver con un crecimiento profesional, cerrar una etapa de mi vida en el canal, que otra persona tenga la oportunidad que yo tuve en este programa, que haya espacio para todos”, dice ahora, días después de su despedida. “Y bueno, yo tengo ganas de otras cosas también. Soy una persona muy inquieta laboralmente, siempre tengo proyectos. Fue duro, pero fue lindo y me siento con mucha fuerza, me dio mucha fuerza para seguir adelante aunque algún lagrimón me cayó, obvio”, revela sobre su despedida, la conclusión de un proceso que empezó a fines del año pasado.

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A veces, por la inestabilidad del medio y por la inseguridad que eso te genera, uno tiende a agarrarse a un lugar. Yo hasta ahora en todos los lugares en los que trabajé no me había ido, salvo que me surgiera algo mejor. En este caso, no. Quise cerrar la etapa”, explica la comunicadora, que de todas formas sigue vinculada a Canal 10 como conductora de Sonríe, te estamos grabando.

Además, en los próximos meses se estrenará como conductora de La voz, luego de que Natalia Oreiro se despidiera del programa de talentos. De ese nuevo desafío, de su despedida de La mañana y de su recorrido en la pantalla, va esta charla de la conductora con El Observador.

¿Cómo fue el proceso para llegar a la decisión de despedirte de La mañana en casa?

No fue fácil. Fueron muchos meses de hablar con el canal, con mi familia, porque fueron 7 años, y porque es un programa en el que yo pensé que iba a estar siempre. Yo entré a La mañana en casa pensando que iba a ser movilera eterna, porque amaba los móviles. Después me fui encontrando con otras oportunidades que me las dieron dentro del programa, me formó como conductora, me hizo conocer a mi pareja que era el cámara de los móviles, nació mi hija, el vínculo va más allá de lo profesional. Entonces me costó tomar la decisión. Lo hablé con el canal a fines del año pasado, y ahí empezamos a conversar cómo concretar esta despedida. La idea era que fuera a fines del año pasado, pero me dijeron que me quedara un tiempo más. En el medio me fui a hacer La Voz, y cuando volví sentí que era el momento. Ellos lo respetaron y lo aceptaron, y eso me parece que está bueno. En siete años estuve en todos los lugares que el canal me pidió, pero esta es la primera vez que yo tomo una decisión profesional y dije “necesito que lo respeten y me parece que está bueno para el canal, para el programa y para mí”. Fue un proceso largo, me removió un montón de cosas, pero fue precioso hacerlo y también es un privilegio para mí en esta situación laboral, poder elegir qué quiero hacer y qué caminos quiero tomar.

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¿En qué momento te diste cuenta de que era el final del ciclo?

El año pasado. Lo sentí. No es que lo pensé, sino que sentí que le había dado todo lo que le podía dar a La mañana en casa, y que La mañana en casa me había dado todo lo que podía. Como una relación de pareja (risas). Terminamos bien y seguimos siendo amigos, pero ya no nos vamos a ver, ya no vamos a ser más novios. Lo sentí y me escuché, obviamente que tenía el apoyo de mi familia por esto que te decía de la inestabilidad, pero también necesitaba confiar en mí y creer en que es sano cerrar un ciclo, que está bueno hacer otras cosas, que está bueno el lugar para todos en los medios. Además de que todos tenemos aspiraciones personales. Yo siempre he estado en roles de conducción en equipo, que para mí está de más porque te potencia, vos potenciás al otro y es la mejor forma de crecer, pero también está bueno atender tus inquietudes, porque como cualquier persona en cualquier trabajo también tenés objetivos propios, ganas de hacer otras cosas. Entonces me dije “si no es ahora, ¿cuándo lo voy a hacer?”

¿Y cómo te llevas con lo nuevo, con los cambios?

Los cambios me cuestan por naturaleza. De hecho, cuando fui a comunicarle al canal mi decisión tuve que ensayar frente al espejo porque no podía decir la frase “renuncio a La mañana en casa”. No podía decirlo. Pero creo que los cambios están buenos porque nos sacan de la zona de confort, porque está bueno hacer otras cosas, dentro y fuera del canal. Lo importante es qué haces con ese miedo que tenés, con esa inseguridad que te genera. Me llevo ahí con los cambios, pero creo que siempre son para mejor. De hecho eso se lo dije a mis compañeros: esto me va a hacer bien a mí y les va a hacer bien a ustedes, al programa, a la persona que venga, a todos.

Cuando fui a comunicarle al canal mi decisión tuve que ensayar frente al espejo porque no podía decir la frase “renuncio a La mañana en casa”. No podía decirlo. Cuando fui a comunicarle al canal mi decisión tuve que ensayar frente al espejo porque no podía decir la frase “renuncio a La mañana en casa”. No podía decirlo.

Son circunstancias diferentes, pero ¿fue algo parecido a venir de Trinidad a Montevideo?

Ese es un cambio (risas). Bueno, pero ¿sabes qué? Hay un paralelismo ahí, en que yo dejo una casa que sentía que era mía. Es como que dejo a papá y a mamá. Lo de dejar Trinidad fue bastante más complejo, pero también tuve gente que me acompañó, gente que me recibió, sobre todo mi familia. Se lo debo hasta el día de hoy porque nunca me dejaron abandonar la capital, que era lo que yo quería durante el primer año y medio, me quería ir de acá.

La mañana en casa además, como me decías, fue una escuela. Más siendo movilera, que implica salir todos los días a la calle a hacer algo distinto e ir dibujando sobre lo que suceda.

Salir en vivo todos los días es una cosa increíble. Hay que salir adelante, y eso también hace que saques lo mejor de vos. Lo mismo en los móviles, una persona que no te habla, una entrevista que se te cae a último momento, conocer lugares e historias todos los días, eso te enriquece y es tremendo regalo el trabajo que nosotros tenemos. Aprendés muchísimo. Pero es agotador, llega un momento que la cabeza no te para, pero a mí me encanta lo que hago y el vivo me parece maravilloso.

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También es un rol que de alguna forma te acerca muchísimo al público, te expone mucho, ¿no?

El programa diario tiene eso, tiene cercanía. Petru me apodó “la Trini”, y la gente me dice así en la calle y me pregunta “¿cómo está tu nena?”, porque saben tu vida y siguen todo a través de la pantalla, eso es cercanía, eso es lo que te dan esos programas. Y además te permiten ser vos. Es como que en un momento te olvidás que está la cámara, y le estás hablando a la persona que está del otro lado. Cuando lográs eso y conectar con la gente, para mí, es lo mejor que te puede pasar.

En tu despedida del programa dijiste que trabajar en La mañana era tu sueño, ¿por qué?

Yo veía los programas de la mañana y decía “quiero ser movilera de un programa de estos”. En aquel momento estaba trabajando en TV Ciudad, y una compañera que hacía gráficos trabajaba en Canal 10, y me avisó que estaban buscando movilera para La mañana en casa. Mandé mi currículum, me llamaron, hice el casting, y me terminaron votando mis compañeros, y la gerencia del canal para entrar. Y ahí dije “de acá no me voy más”. Me mandaban a piso y yo pedía que no, porque quería eso, que me dejaran en la calle. Pero el otro día cuando me fui agradecí a esas productoras, porque me mostraron que había otro camino, y me dieron la oportunidad de conducir cuando María Inés (Obaldía) se fue. En realidad yo no iba a quedar, ellos iban a buscar a otra persona, pero al final les terminó gustando y me quedé. Pero ahí también hubo una oportunidad y eso me llevó a otros programas, por eso yo digo que a La mañana en casa le debo todo.

Sentí que le había dado todo lo que le podía dar a La mañana en casa, y que La mañana en casa me había dado todo lo que podía. Como una relación de pareja. Sentí que le había dado todo lo que le podía dar a La mañana en casa, y que La mañana en casa me había dado todo lo que podía. Como una relación de pareja.

Uno de esos “otros programas” fue Amamos el talento, el programa satélite de Got talent y el primero que condujiste en horario central. ¿Lo considerás como una plataforma para lo que vino después?

Sí, lo fue. Y en realidad también se lo debo a La mañana en casa, porque para ahí y Subrayado hicimos la gira de Got Talent cuando recorrieron seis departamentos con las audiciones. Se lo pedí al canal, y primero me mandaron solo a Maldonado. Después fue “¿me dejás ir a Canelones? Bueno, dale”, y así con todo. Nunca más se hizo una gira como esa, y era divino lo que pasaba en cada departamento con la gente. Y era algo que no se veía en el programa. Fue precioso mostrarlo, y terminó teniendo como un coletazo que surgiera lo de Amamos el talento, y ahí quedé vinculada a esos formatos.

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La voz kids primero y ahora La voz. ¿Cómo fue asumir ese rol?

Tremendo desafío, porque es la primera vez que voy a conducir un programa sola. Hasta ahora siempre estuve acompañada de alguien. Eso significa una responsabilidad y también una gran oportunidad. Lo acepté enseguida el desafío, pero no es fácil, más viniendo atrás de una gran conductora como Natalia Oreiro, que para mí la rompió. Para mí es una oportunidad, era lo que quería y por suerte estuve apoyada por un gran equipo de producción, de trabajo. Estoy recontra feliz, para mí es un sueño. Vos dirás, esta es la chiquilina de los sueños, pero la verdad es que vivo cumpliendo sueños, y me parece lindo decirlo. Hace unos años entré al estudio de La Voz a hacer una nota para Subrayado, miré el escenario y quedé impactada. Y dije, “me encantaría un día estar en ese lugar”. Y el otro día, grabando, me dije, “estoy acá”. Y me parece bueno decirlo, que queramos ocupar ciertos roles en la conducción, en programas, en lo que sea. No está mal decir como uno se proyecta, que cosas tiene ganas de hacer. Porque en realidad uno trabaja para que las cosas sucedan y quiere hacerlo lo mejor posible.

Hablando de voces y talento, tenés un pasado como cantante.

“Cantar” queda grande, pero bueno (risas). Le debo todo al canto, igual. Cuando cantaba fui telonera de Los Nocheros, después de pasar un casting. Y de ahí me empezaron a llamar para hacer fiestas. En uno de esos eventos me vio una persona, Jorge Cabrera, y me llevó a hacer televisión en Trinidad, y ahí empezó todo. Yo cantaba y no decía ni “gracias” porque era muy tímida, y cuando me llamaron para la tele le dije “¿vos qué me ves?”. Y Jorge creyó que yo podía, y me hizo descubrir mi vocación. Hasta ese momento ni se me pasaba por la cabeza estar en la tele, era solo espectadora.

No está mal decir como uno se proyecta, que cosas tiene ganas de hacer. Porque en realidad uno trabaja para que las cosas sucedan y quiere hacerlo lo mejor posible. No está mal decir como uno se proyecta, que cosas tiene ganas de hacer. Porque en realidad uno trabaja para que las cosas sucedan y quiere hacerlo lo mejor posible.

¿Ahora mirás tele?

Sí, miro todo, picoteo en todos los programas de la televisión uruguaya. Me encanta saber lo que se hace, lo que pasa, cómo se hace. Celebro los programas que se estrenan en otros canales en los que yo no trabajo porque me parece que eso fomenta la competencia sana. Deseo más que nadie que haya producción uruguaya de nivel. Me encanta que se estén haciendo estos shows televisivos, porque está de más, porque hay trabajo para todos en medio de una crisis, de un contexto complicado de los medios al que Canal 10 no es ajeno. Así que veo todo como espectadora y lo celebro, me escribo mucho con colegas de otros medios para felicitarlos, porque hay competencia pero también está bueno potenciarnos, no hay nada mejor que un colega te diga que está bueno lo que estás haciendo.

¿Qué hacías en aquél programa en la tele de Trinidad?

Es un programa que sigue existiendo hasta el día de hoy, Sin fronteras. Conducía con Jorge Cabrera, y hacía algunos móviles, notas. Pasaba unos nervios…bueno, como hasta ahora. Me siguen dando nervios, esa cosquillita en la panza. Pero me parece que está bueno, porque quiere decir que me sigue importando, conlleva una responsabilidad. En el vivo o en las grabaciones, yo ahí tengo el chip del vivo y no me gusta cortar para que sea lo más genuino posible.

Más allá de La voz y Sonríe, ¿hay algún otro proyecto en el canal en carpeta?

Ganas de hacer cosas hay, de ambas partes. Es la intención y desde ese lugar también fue que hablamos para dejar La mañana: seguir con los dos programas y también con las ganas de hacer otras cosas. Ahora en mayo volvemos con Mucho, el programa de streaming que hacemos con Leo Pacella y Germán Medina, donde hacemos lo que tenemos ganas. Eso no tiene precio. Somos nuestros propios jefes, lo que es medio caótico porque ninguno es buen jefe (risas), pero la pasamos bien. Y trabajo en las redes, que es un proyecto familiar. Están esas cositas ahí, pero la prioridad siempre es la tele. Que se venga lo que tenga que venir.

Si tuvieras que decirme en qué momento sentís que estás dentro de tu carrera, ¿qué dirías?

Para mí es el mejor momento de mi carrera. En el que más estoy disfrutando. Soñé con este presente laboral, trabajé mucho para llegar a este presente, que significa hacer cosas que me gustan, estar en un lugar que siento que es mi lugar. Vivo todos los días de lo que amo, que es algo que en un momento no me pasé, opté por otras cosas, por otras carreras, traté de cambiar porque no me salían las cosas, no se me daba en los medios la oportunidad que estaba buscando, y ahora sí. No quiero que se termine este presente. Pero creo que para eso hay que seguir trabajando. Y estoy logrando el equilibrio que todos buscamos entre disfrutar de la vida familiar, la personal y la profesional. Así que estoy súper feliz.

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