¿Te costó volver al personaje de Iris Play tantos años después?
No. Al contrario, me gustó porque ese personaje siempre va a tener cosas que decir. Además yo tenía justo esas historias en la cabeza, esa crítica y esa mirada un poco cínica sobre el mundo de las relaciones que se construyen por internet. Aproveché y dije: 'esta es la oportunidad, lo meto acá'.
En esos capítulos hay algo de desintoxicación de Iris de haber estado con un psicópata. Y uno como lector de Mercedes Estramil también se desintoxica de ese personaje inolvidable que fue Christian de Mordida. Mordida tuvo una vida larga, como no publicaste nada más en unos años y recibió el Premio Nacional de Literatura recién en 2021. ¿Cómo evaluás la novela cinco años después?
Sí, Mordida tuvo una vida larga. Es una novela que me gustó escribir. Es decir, los episodios que de alguna manera la motivaron costó vivirlos. Pero después hubo como una suerte de placer al escribirla. Pasa con muchas cosas que cuando las llevás a escritura, hacés ese proceso de traslación y lográs redimensionarlo de otra manera, verlo distinto, como si le hubiera ocurrido a otro. Además cambiás cosas y le pegás a través de los personajes a algunas personas.
Y yendo a Espinos blancos, fiestas privadas está el cuento Presentación. Ahí un crítico que detestó un libro, acepta hablar en su presentación y miente dando un discurso donde destaca su calidad. ¿Para vos eso es representativo de cómo una parte de la crítica se refiere a la literatura nacional?
Iris Play era una cosa. Estaba concebida como una serie de notas donde había un espíritu crítico con una veta social, como para criticar lo que se veía. Pero estos libros no parten de ahí. No estoy tratando de ilustrar ni lo que es la cultura nacional ni lo que son las presentaciones, porque hay de mil maneras presentaciones. Algunos críticos irán y falsearán en su presentación lo que están diciendo y otros dirán la verdad y otros rechazarán hacer presentaciones. Lo que traté de hacer acá fue divertirme con esos personajes que creé. Por ahí en cada uno de ellos hay fracciones sí de personas reales. No es que me haya inspirado, es que las conocés y te van formando. Están dentro tuyo.
Más allá del caso uruguayo, ¿qué tan importante es que haya buena crítica para que sea buena la literatura nacional?
No sé lo que influye en los demás escritores. Sé lo que influye en mí: no mucho. Uno tiene una meta y un diálogo con su propia escritura y no sé si la crítica logra influir demasiado. He tenido críticas buenas y críticas no tan buenas. Y he tratado de no darles demasiada relevancia. Creo que la crítica influye más de pronto para el lector. Que una crítica se ensañe con un texto revelando sus no virtudes puede herir la susceptibilidad del escritor, sin ninguna duda, y alejar a algunos lectores de ese libro. Pero no sé qué tanto mejora la labor del escritor. Me parece que no, que no va por ese lado. Si la crítica se enfoca en señalar las virtudes del texto y de alguna manera, pero no hiriente, en señalar lo que el crítico entiende que son defectos del libro, por ahí capaz que en algún escritor lo hace pensar, pero el tema es que el camino de la escritura es algo tan solitario y tan imprevisible.
Hace poco le dijiste a LatidoBEAT que con Álvaro Ojeda habían empezado una secuela de Lennon & McCartney (Civiles Iletrados, 2019), el libro de poesía que sacaron en 2019. ¿La están preparando?
En intención sí. En realización todavía estamos un poco lejos. Somos amigos de hace muchos años y nos encantó realizar la escritura de Lennon & McCartney en conjunto. Para Ojeda, que es un poeta, supongo que fue como un disfrute donde se mezcló la poesía con la amistad. Y para mí fue como un reforzamiento de la amistad en el sentido de tocar también la actividad poética, que alguna vez la tuve, pero que no es mi fuerte. Y ahora la idea es continuarlo porque realmente disfrutamos la hechura de ese trabajo.
¿Ya tienen algunos poemas escritos?
No necesariamente va a ser poesía. Es un proyecto de continuidad. Así como el primero fue Lennon & McCartney, este ya tiene nombre y también es de una dupla.
¿Querés decir cuál es?
(Se ríe). No, es un misterio.
Si no son poemas, puede ser narrativa o prosa poética.
No andamos mucho por el lado de la prosa poética, capaz que algo narrativo.
¿Y vos poesía fuera de ese proyecto ya no escribís más?
Yo no publico poesía. A mí la poesía me gusta mucho, pero entiendo que no me nace escribirla y entonces la disfruto leyéndola. Eso es lo único de poesía que yo publiqué. Había participado en concursos de poesía, pero fue hace mucho tiempo y después no lo seguí. Pero no estoy cerrada a eso, si la vida es larga suficientemente, quién sabe...
"Espinos blancos, fiestas privadas" de Mercedes Estramil
Foto: Casa editorial HUM
Volviendo a los cuentos: ¿de dónde sacaste el nombre Iloveny para la hija del protagonista del cuento I Love NY?
Una exalumna de un lugar donde doy clases es maestra y a su vez tenía una alumna que se llamaba Iloveny. Yo dije 'qué copado poner ese nombre a una niña'. Por supuesto el relato no tiene nada que ver con ella. En los disparadores de los relatos hay un millón de cosas y a veces es una palabra el disparador.
Hay algo muy inquietante en ese cuento y es que el protagonista deja a su hija todo el tiempo en situaciones de peligro porque está concentrado en algo más. Es algo presente en otros cuentos. ¿Te parece interesante el tema de los niños que quedan sin cuidado?
Yo no escribo partiendo de temas. Escribo partiendo de una situación o de un personaje. Es a la inversa: después te chocás con el tema, pero como no lo hago con una motivación ni de denuncia, ni de expresión social, ni de nada de eso, se ve después. Y a veces, no digo que me sorprendo, pero reconozco que hay temáticas que se repiten.
El cuento Temporada de descanso tiene a un niño también en situación de peligro, aunque el foco no está en la ausencia de los padres. Está narrado desde el punto de vista de un pedófilo a la espera de "pescar" un niño solo. ¿Lo dejaste como último cuento porque te parecía el más fuerte?
Lo puse al final porque los libros de cuentos siempre son desparejos. Hay algunos cuentos que te impresionan más que otros y el escritor también es un lector de su propia narrativa. Dije: 'voy a tratar de colocar un cuento con gancho y no demasiado largo al comienzo (Hipocampo limitado) y un cuento fuerte al final'. Y eso fue lo que hice.
Respecto a los padres, está el cuento Caribe oriental en tu anterior colección de cuentos Caja Negra (HUM, 2014) donde hay una mujer que está cansada de ser madre. Decías que no escribís por tema, ¿pero te interesa encarar algo como la maternidad por un lado desde el que generalmente no se la ve o no se la quiere ver?
En mí hay una fuerte idea de desidealización de ciertas cosas que están muy idealizadas. Una de las cosas que a mí me hace pensar es cuán idealizada está por ejemplo la maternidad o cuán idealizado está el amor o cuán idealizada está la libertad.
O sea, ¿ya estaba en tu base de datos esto de desidealizar la maternidad, es algo que a vos te preocupa y que salió en ese cuento, pero no porque estabas buscando?
Me gustó lo de la base de datos. Uno tiene una base de datos fuerte cuando escribe y en algún momento se manifiesta. A veces porque la vida te pone delante de determinadas situaciones. Eso me pasa más en las novelas que en los cuentos. Las novelas están más vinculadas a situaciones personales; capaz para las situaciones personales requiero una dimensión mayor y una concentración mayor a lo largo del tiempo. En los cuentos es más material ajeno que reformulo.
En una entrevista con LatidoBEAT contabas que tenés un sueño recurrente donde volvés a la casa de tu padre en Nuevo París y cuando estás yendo te acordás que estaba muerto. Hay tres cuentos en este libro que tienen algo similar: Lastimados, Milagro alemán y Portones. ¿Hay un nudo emocional? ¿O algo ahí que te interesa y a lo que volvés una y otra vez?
En lo de los nudos emocionales sí. Me interesa presentarlos en la literatura. Porque creo que lo emocional conecta con un rincón muy honesto de la escritura. Es decir, ahí no podés mentir. Y creo que el material que resulta de eso tiene una fuerza que otros materiales inventados no tienen. Entonces, insertar esas... Son como fotos. Esa foto, por ejemplo, de la mujer que vuelve a la casa de sus padres en un sueño y que vuelve como si estuvieran vivos pero resulta que no, es muy fuerte. Revela, no el sueño, cosas más fuertes, más profundas de la vida: la imposibilidad de volver a verlos, los remordimientos que puedan quedarte.
En Washed Tombs (HUM, 2017) también está presente eso: la protagonista vuelve a New Paris.
Washed Tombs fue escrito después de la muerte de mis padres, aunque esa sensación viene antes de que ellos mueran. Murieron con muy poca diferencia de tiempo entre ellos. Y esa novela está atravesada por la cuestión de la muerte. Igual yo no hago biografía en los textos de ficción y trato siempre de reformular las cosas. Capaz que meto alguna imagen, como mi madre cosiendo en la máquina. Mi mamá era modista y esa es una imagen que siempre vuelve y que cada tanto a mí me gusta ponerla en otros personajes. Pero no estoy hablando en realidad de la vida de mis padres. Ni los estoy retratando a ellos como personajes completos nunca.
¿La idea de la muerte de tus padres estaba presente antes de que se murieran? ¿En qué momento apareció?
No apareció en Rojo (Premio Narradores de la Banda Oriental, 1996). Pero entre Rojo e Hispania Help (HUM, 2009) hay 11 años de diferencia y en Hispania sí apareció. Esa especie de premonición, esa cosa intuitiva y temerosa ya estaba. También está la muerte propia. Capaz que no bajo la forma del miedo. Capaz que bajo la forma de una cierta tensión, un cierto malestar.
¿Y eso te parece que ya se expresó en tu literatura?
En estos cuentos, por ejemplo en Portones, ya está. Además, la presencia de la muerte no es solo la presencia de la muerte de que te moriste. Es la idea de la decadencia, del deterioro, del físico al que ya no responden a algunas cosas. Todo eso es de alguna manera el acercamiento a un final y eso me parece que está presente en distintos personajes, en distintos deterioros.
En 2018 publicaste en Lento un cuento llamado Bidé y ahí la introducción de la revista decía que estabas preparando una colección de cuentos que tenían como escenario el barrio de tu infancia y adolescencia. ¿En qué quedó ese proyecto?
Eso es lo malo de preguntarle al escritor qué es lo que está preparando. Porque uno en ese momento capaz que está preparando eso, pero después deja de prepararlo y hace otra cosa. (Se ríe). Y eso fue lo que pasó. Mordida se impuso. Y de alguna manera estos cuentos (Espinos blancos, fiestas privadas) son como un puente también para otra novela que la tengo en preparación ya desde hace un tiempo. A veces las novelas salen de un tirón, otras veces cuesta tiempo llegar a ellas. Las vas escribiendo, pero no literalmente. Las estás escribiendo en tu cabeza o las estás trabajando. Porque todavía no sabés hacia qué lado vas a disparar con esos personajes que tenés pensados. Y eso es lo que está pasando con la novela que tengo en manos.
De La modista infame ya publicaste en noviembre de 2021 un capítulo en la revista digital del Instituto Nacional de Letras.
Ese capítulo ya salió del libro. Ya no tiene nada que ver el libro con ese capítulo. Y La modista infame ya no va a ser el título del libro, va a ser una parte, como una sección de la novela.
¿Sabés más o menos cuándo va a salir?
El escritor requiere tiempo. Yo no puedo escribir a los saltos. Necesito tener un espacio, ese cuarto propio que no es un cuarto físico, sino que es un momento en el que no tenga que corregir, que no tenga que preparar clases, que no tenga que estar escribiendo notas o haciendo cosas que forman parte de la disciplina del escribir para vivir. Generalmente eso ocurre en las vacaciones. Casi todas mis novelas fueron escritas en vacaciones. En el tiempo del trabajo es medio complicado. Capaz que ese es un tiempo de pensar mucho la escritura, pero no es un tiempo de sentarte y escribir. Espero los momentos de relax, porque ahí me siento cómoda.
¿Tenías la idea de este verano dedicarte a la novela y aparecieron estos cuentos?
No, porque la novela todavía no está madura en mi cabeza. Mientras yo no tenga más o menos perfilados a los personajes, cómo los quiero hacer y lo que quiero contar, es difícil sentarse a escribir. En cambio los cuentos me venían, me venían toneladas de ideas. En mis talleres pongo muchas consignas. Se me ocurren ideas todo el tiempo de escribir relatos. Obviamente los que pongo como consigna para los alumnos no los voy a escribir, pero igual se me siguen ocurriendo, entonces dije: 'voy a aprovechar todas estas ideas que tengo y voy a escribir'.