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30 de junio 2024 - 21:21hs

Este domingo de elecciones internas fue como el de la quinceañera a la que le llega la noche de fiesta, y los invitados se demoran. En el vals sonríe, la sacan a bailar algunos, pero al momento de abrir la pista nadie se termina de animar. Y, aunque acarree, el baile no se arma.

Los quinceañeros de esta fiesta se lucieron desde temprano. Es el momento en que a los precandidatos los iluminan los focos, las cámaras los muestran, los periodistas los rodean.

Ellos se lucen.

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Orsi habló en su casa de Salinas, visitó la tumba de su padre, fue a saludar a su padre político, Marcos Carámbula. Álvaro Delgado fue a votar con su esposa, se mostró con su familia. Cosse mostró su casa, se armó un mate en cámara y contó qué desayuna, lo mismo hizo Andrés Ojeda, y Laura Raffo lució unos bucles profesionales peinados especialmente para la ocasión.

Van al circuito temprano, se detienen frente a la urna con el sobre en la mano, se freezan con una sonrisa que muestre la mayor cantidad de dientes. Después del ruido de los flashes, dejan caer el sobre que les sumará para su propósito. Pero, claro: necesitan muchísimo más que eso.

Más que advertencias —casi que amenazas— se escucharon de algunos protagonistas del día. “Después no se quejen”, dijo el expresidente Luis Alberto Lacalle, por aquellos que no estaban yendo a votar. Para reforzar, había dicho antes: "Hay países en los que no se puede ejercer ese derecho" como "Venezuela, Cuba" y en otros países como México "mataron a varias personas" durante distintas elecciones.

Más temprano, Lucía Topolansky había ido en la misma línea: "Al que no viene, a llorar al cuartito".

El presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, lanzó un ruego: “Necesitamos que cientos de miles de uruguayos participen de esta elección y fortalezcan en primer lugar el sistema democrático, pero en segundo lugar nuestra fuerza política”.

La vicepresidenta, Beatriz Argimón, dio la orden: “Vengan y voten”.

Ninguna de las arengas funcionó: en la pista de baile solo tiró pasos el 35,3% de los invitados, el porcentaje más bajo de la historia de las elecciones internas. Como quien dice, algo más que la tercera parte de los habilitados.

Desde las primeras elecciones internas, en 1999, el porcentaje de participación siempre había ido bajando, salvo en 2019, que tenía algunos atractivos particulares que incentivaron a los uruguayos a salir un domingo de invierno a cumplir con eso que les enorgullece tanto: “el deber cívico”, “la fiesta de la democracia”. En fin: votar, elegir.

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En un país que disfruta y se vanagloria de su voto obligatorio, porque la fortaleza de la democracia, porque los uruguayos eligen a sus representantes y son responsables por las consecuencias, la baja votación puede terminar torciendo resultados que no necesariamente representan a todos.

Por ejemplo: si votan pocos, el peso de las estructuras partidarias, “el voto militante”, el “votante fiel”, tendrá mayor incidencia. Los precandidatos que tengan más apoyo estructural, entonces, tendrán mejores resultados. Ahí pierden pie los incipientes. ¿Es realmente un voto representativo? ¿Se puede decir que es lo que los uruguayos querían?

Otro ejemplo: las encuestas mostraban que, entre los votantes más politizados, la diferencia entre Orsi y Cosse se achicaba. Si no votan todos y solo votan los militantes, el panorama sería mucho más competitivo. Una baja votación, entonces, tendía a favorecer a la exintendenta de Montevideo.

Lo mismo en el Partido Colorado: con tantos precandidatos y un electorado ya pequeño, bastaba con que hubiera frío o calor para decidir quién sería el candidato de los colorados.

A principios de este mes, solo cuatro de cada diez uruguayos sabía cuándo eran las elecciones internas, había mostrado una encuesta de Factum.

En definitiva, a los candidatos los están eligiendo variables tan volátiles como el propio viento, la temperatura, si hay nubes o si sale el sol. Porque el 64,7% de los uruguayos habilitados quiso que así fuera. Eligió no elegir: que elija el otro, que elija el clima.

“Para mí tienen que ser obligatorias”, dijo Mujica: “Me obligan a votar por alguien que no me obligaron a elegir”. Al final, “esto no es ni chicha ni limonada”. Delgado dijo que no es obligatorio, pero es obligatorio. “Es obligatorio ir a votar, me parece que es clave porque empezás a definir cómo sigue el proceso para adelante”. Ojeda marcó lo contradictorio de todo esto: “Solamente en Uruguay votar en el BPS, en la facultad, es obligatorio, pero elegir presidente uno elige si va o no va”.

Una encuesta que El Observador hizo con los legisladores mostró que algo más de la mitad del Parlamento no quiere que las internas sean obligatorias.

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“No tenemos actualmente un ciclo electoral coherente internamente”, dijo el politólogo Eduardo Bottinelli, de la consultora Factum, en la cobertura de VTV de este domingo.

Además, describió que “no ha entrado en la ciudadanía lo que se pone realmente sobre la mesa en una elección de este tipo”.

Para muestra, la respuesta de esta chica, Florencia, que tiene 20 años y que le dijo a El Observador que votar este domingo era una buena oportunidad para elegir senadores y diputados.

Los que votan tienen que poner dos hojas en el sobre: una es el candidato que quieren, y la otra corresponde a sus convencionales departamentales. Pero, ¿cuántos tienen claro eso que están votando?

“¿Con qué legitimidad se quiere que esas candidaturas lleguen a ser candidaturas únicas”?, se preguntó Bottinelli.

El analista Ignacio Zuasnabar, de Equipos, había dicho en una entrevista con Búsqueda el año pasado que el hecho de que las elecciones internas no fueran obligatorias terminaba haciendo que los partidos le hablaran estrictamente a los más radicales, se olvidaran del centro, y eso hacía que el debate se radicalizara, perdiera calidad. Eso “lleva a una dinámica política de un exceso de confrontación que termina siendo nociva para el conjunto”. Así argumentaba que el sistema debería ser coherente y hacer que las elecciones internas también fueran obligatorias.

"Es un tema para charlar. Hay muchas circunstancias exógenas: el futbol, el clima, y quizás haya otras que tengan que ver con la política", dijo el politólogo Adolfo Garcé a Telemundo. "¿Qué está pasando con la ciudadanía? ¿Hasta qué punto esta votación muestra cierta apatía? (...). Es tiempo de mirarnos en el espejo para ver las explicación de esta baja participación", reflexionó.

Pero del otro lado están los que sostienen que, en realidad, con está interna ya se está abriendo una oportunidad de elegir sobre una decisión que antes tomaban estrictamente unos pocos, dentro de cada partido.

"No hay que obligar a la gente a que vote en partidos de los que no se siente parte", opinó, por ejemplo, el candidato del Partido Independiente, Pablo Mieres.

"Es tarde para dar vuelta eso ahora”, dijo Orsi. Los delegados en los circuitos se acodaban en la mesa, miraban con ilusión cuando alguien entraba a sacudirles la modorra. En los circuitos había, durante varias horas, silencio. Una anciana de 83 años, que llegó en andador a un circuito de Villa Dolores, rompió con la monotonía de unos cuantos que miraban la hora. Todavía quedaban dos horas para cerrar las urnas.

La “fiesta cívica” será, según muestra la historia, cada vez con menos baile, salvo que haya expectativas por que algún invitado sorpresa la rompa en la pista.

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