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24 de octubre 2024 - 5:00hs

Cuando Álvaro Delgado convocó a la militancia a redoblar esfuerzos en el final de la campaña sabía que todavía le quedaba una última jugada. Una simbólica, de esas que no se precisan explicar porque es lo suficientemente potente como para ser entendida por todo el mundo.

Tenía previsto almorzar con Luis Lacalle Pou. Dejarse ver públicamente, abrazarse, “sorprenderse” por la cantidad de cámaras que los estaban esperando y pasar un rato mano a mano con su líder.

Era una forma de cerrar el círculo de una campaña que tuvo al presidente de la República en el centro, omnipresente. Sin poner el cuerpo para participar oficialmente porque la Constitución se lo prohíbe, pero con su silueta estructurando toda la orientación.

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En diciembre de 2023, cuando Delgado dejó el despacho que tenía al lado de Lacalle Pou en el piso 11 de la Torre Ejecutiva, lo hizo activando la imagen de continuidad. De que era el delfín, el heredero y el elegido. Puso un doble tic celeste como logo y se llevó prestados a Nicolás Martínez y Roberto Lafluf, dos de los integrantes de su mesa chica, para repetir roles en la campaña.

Unos meses después, cuando más del 70% de los blancos le habían dado su apoyo en las urnas, el exsecretario de la Presidencia recurrió a Lacalle Pou para lograr la mayor ovación en la última noche de junio. Tras anunciar a Valeria Ripoll como compañera de fórmula, lo que despertó silbidos y rechazos, el candidato único del Partido Nacional dio a conocer que el presidente había aceptado encabezar las listas al Senado.

Y algunas semanas más tarde, cuando el mensaje de continuidad ya estaba instalado, incorporó el “reelegir un buen gobierno” como el eslogan que lo acompañaría a recorrer -en total- siete veces el Uruguay.

Números más, números menos

Esa gélida noche de junio, como se sabe, Delgado había tomado una decisión riesgosa: la de elegir a una exsindicalista recién llegada a los blancos por encima de Laura Raffo como vicepresidenta.

Justificaría la elección en la necesidad de abrir las tranqueras y diría que debían incorporar una “nueva mirada”: la de una mujer trabajadora que paga alquiler y tiene en el desencanto con la izquierda uno de los motores de su militancia.

Esos días, en el raid mediático para explicar la decisión, diría también que no le molestaba que los blancos perdieran algunos puntos siempre que la coalición votara mejor que el Frente Amplio.

Esa idea, la de renunciar para apuntalar a los socios, lo acompañaría durante toda la campaña generándole algunos dolores de cabeza cuando sus propios dirigentes reclamaron que no era lo mejor explicitarla, pero también sobre el final, cuando los colorados envalentonados por el aparente crecimiento de Andrés Ojeda dejaron de asumirse como “primeros socios” para encabezar una disputa por el liderazgo.

Acto cierre de campaña Álvaro Delgado Valeria Ripoll, elecciones octubre 2024.

Como todo, las urnas dirán si esa imagen llegó a ser real o si -como están mostrando las últimas encuestas- fue más una cuestión de vaivenes temporales. Los números dan el Frente Amplio un promedio de 44%, al Partido Nacional un 24% y al Partido Colorado un 15%.

Aunque hay algunos puntos de distancia, la diferencia es bastante menor a la proyectada al comienzo de la campaña cuando los blancos se ilusionaban con superar los guarismos de Lacalle Pou y pronosticaban una coalición en la que siguieran duplicando en tamaño a su principal socio.

Ahora, a la espera del domingo, los nacionalistas descuentan que perderán algún senador (calculan que tendrá siete u ocho) y se preparan para una época signada por el liderazgo de la 404 y la 40.

El talón de Aquiles y la competencia

Una de las incógnitas sobre la que politólogos y dirigentes ensayan respuestas refiere a los motivos de la baja. Delgado se asumió como un candidato que “no entusiasma a las masas” pero los especialistas también indagan en si Ripoll logró “recuperar votos” en la zona metropolitana, uno de los objetivos detrás de su designación.

La encuesta de El Observador y la academia arroja dudas sobre este último punto, ya que ubica a los blancos como la tercera fuerza política con 13,7% de los votos, mientras los colorados registran 17,7% y el Frente Amplio 53,2%. En 2019, los nacionalistas estuvieron más de doce puntos por encima de los colorados en la capital.

La posibilidad de que Montevideo esté siendo el talón de Aquiles fue mencionada por Opción en un trabajo contratado por Alianza País (la lista 40) semanas atrás, según supo El Observador por fuentes políticas. La consultora informó que podrían cosechar unos 190 mil votos, 40 mil menos que hace cinco años.

Una de las preguntas es si los “muros bajos” entre blancos y colorados se profundizaron, ya que el Frente Amplio se mantuvo estable todo el período y los que oscilaron su votación fueron los socios de la coalición.

Más allá de Delgado y Ripoll, diversos dirigentes mencionaron entre las razones que explicarían la caída en la capital que el Herrerismo, el grupo que mejor trabajaba en los barrios, perdió fuerza y que Juan Sartori casi no hizo campaña.

Voto a voto

Como contrapartida a este bajón, los nacionalistas apuntan que la competencia por las bancas en el interior tiene a la militancia movilizada aunque los caudillos no se están postulando: Carmelo Vidalín, Enrique Antía y Carlos Moreira dejaron los lugares a sus delfines.

En Artigas, por ejemplo, algunas encuestas dan a la 40 disputando el diputado a la 2525 aunque esta lista es favorita y corre con el “caballo del comisario” porque tiene como líderes en las sombras a Valentina Dos Santos y Pablo Caram.

La situación se repite en Paysandú, donde Jorge Larrañaga Vidal, el Guapito, está compitiendo con Fermín Farinha, el candidato del intendente Nicolás Olivera; en Colonia con María de Lima disputando contra Mario Colman, cercano a Moreira, y en Durazno con Jorge Reyna (y los “cuarentones”) frente a Domingo Rielli y Juan Straneo que heredan el trono de Vidalín.

En Flores, en las internas la 40 dio el batacazo y venció a la lista del intendente, una disputa que volverá a repetirse con Andrés Grezzi como candidato mientras que por la 404 lleva al jerarca comunal Fernando Echeverría. En Florida, en tanto, quien busca dar la sorpresa es el alcalde de Sarandí Grande, Cayetano Stopingi que va por la lista 36 frente al actual diputado Álvaro “Chacho” Rodríguez de la 62 de Carlos “Pájaro” Enciso.

Foto el 27 y proyección de “presidente”

Aunque la energía está concentrada en repartir las listas, Delgado y su comando miran de reojo la noche del 27 y proyectan una “foto” de todos los socios de la coalición juntos.

Para esto, ya iniciaron los contactos con los demás candidatos y evalúan si reunirse en la sede de Bulevar Artigas y Chaná, donde los blancos esperarán los resultados, o moverse todos hacia un terreno neutral. Aún no está cerrado y se definirá en la veda.

La intención del candidato, como manifestó en el cierre en Las Piedras, es mostrar a la coalición unida desde esa noche y que los técnicos de cada partido se reúnan el lunes para empezar a armar el nuevo Compromiso por el país.

En entrevista con El Observador, Delgado dijo que lo que voten los partidos en octubre será el “piso para noviembre”, desafiando la estadística que indica que hasta ahora la coalición siempre perdió votos entre la primera vuelta y el balotaje.

A su vez, expresó que será un “barajar y dar de nuevo” ya que cuando queden mano a mano con Yamandú Orsi el frenteamplista deberá participar de los debates obligatorios fijados por ley, algo que hasta ahora no aceptó.

A su entender, en esos encuentros se expondrán las diferencias entre ambos, sintetizadas en la última imagen que intentó instalar su campaña: la de mostrarlo más como “presidente” que “candidato”.

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Álvaro Delgado Luis Lacalle Pou campaña electoral

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