En una jaula, una tortuga se recupera de una pata lesionada, cerca hay una ardilla huérfana y una gaviota con un ala rota: en Washington DC, los animales salvajes heridos en el medio urbano cuentan con una clínica para recuperarse antes de ser liberados.
"Llegó helada y toda mojada", dice a la agencia AFP Alicia DeMay frente a la jaula en la que salta una pequeña ardilla hembra, recogida de muy pequeña al pie del árbol donde se había caído.
Esta ex asistente en medicina veterinaria es la directora de
City Wildlife, la primera clínica abierta en Washington, hace un año, para tratar a animales salvajes heridos o abandonados en un entorno urbano, sea por un coche, una caída o la pérdida de su madre.
El centro de atención, una asociación privada, tiene capacidad para 1.500 animales al año y en ciertas épocas llegó a tener 300 al mismo tiempo, dice DeMay.
Porque, paradójicamente, la capital de Estados Unidos, donde se encuentran los prestigiosos edificios de la Casa Blanca, el Congreso o el Banco Mundial, también está repleta de ardillas, ciervos, aves rapaces, zarigüeyas, e incluso hay algún que otro oso que hace incursiones periódicas.
La ciudad de Washington "está rodeada de un ecosistema de pantanos y la atraviesan numerosos caminos forestales", y por eso alberga una vasta población de animales salvajes, explica Raymond Noll, uno de los directivos de la Washington Humane Society.
La filial local de la mayor asociación estadounidense de protección animal patrulla día y noche las calles y responde en forma gratuita a llamadas de quienes encuentran animales en peligro.
Una compañera de equipo, Cindy Velásquez, acaba de salir hacia una casa donde una ardilla, que entró por la chimenea, quedó encerrada en una habitación.
Con las manos protegidas con guantes, la joven atrapa en diez minutos al animalito asustado que será luego soltado en el jardín. "Ayer fue un murciélago que tenía las alas congeladas pegadas a una pared", contó Velásquez. Una vez liberado, pudo volar.
En caso de hospitalización
Si el animal salvaje está lesionado, es llevado a City Wildlife, al noroeste de la ciudad. El edificio, retirado de la ruta y abierto todos los días, cuenta con una enfermería e incubadoras, una farmacia, dos habitaciones llenas de jaulas y una sala para exámenes, en la que los recién llegados son depositados solo "30 minutos para eliminar el estrés" provocado por su captura, dice DeMay.
Luego, el animal recibe alimentación y cuidados durante días, incluso meses, antes de ser liberado lo más cerca posible de su hábitat original.
El centro acogió a un pichón de colibrí atacado por un gato, que es apenas más grande que una moneda y "debe ser alimentado cada 15 minutos", cuenta DeMay, y agrega que también hay ahora un águila pescadora, un ave rapaz grande.
En cambio, cualquier animal de mayor tamaño, como un ciervo, o de una raza probablemente portadora de rabia, como un mapache, es sacrificado.
Hacia mediados de diciembre, una veintena de animales recibían cuidados: una gaviota con un ala rota, un cuervo atropellado por un auto, varias tortugas con las patas o el caparazón heridos, muchas ardillas huérfanas.
En una jaula, dos zarigüeyas se apelotonaban una contra otra. Llegaron a la clínica cuando eran crías de apenas 60 gramos cada una. "Algo le debe haber sucedido a la madre", dice la bióloga Abby Hehmeyer, una de los tres empleados del centro.
Las jaulas suelen estar cubiertas por un paño negro, se recomienda hablar lo menos posible en la habitación, y en voz baja, para evitar cualquier proximidad entre los humanos y estos animales salvajes, una cercanía que los perjudicaría al ser devueltos a su hábitat, dice DeMay.
En una jaula, una nota advierte: "Se debe usar guantes. La ardilla que está enferma ataca cuando se abre la puerta". "Esto es muy bueno, queremos que sean hoscos", agrega. Y nada de ponerles nombres: "Estos son animales salvajes, no mascotas", aclara.