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¿Cuánto cuesta hospedarse en la suite en la que vivió Coco Chanel?

La empresaria convirtió al Ritz de Paris en su hogar durante 34 años
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13 de septiembre de 2018 a las 15:34

Por Vicky Vilches
Expansión - RIPE

"Las mejores cosas de la vida son gratis, las segundas mejores son caras, muy caras". En esta frase pienso mientras miro a mi alrededor y recorro la corta distancia que separa el número 31 de la rue Cambon de la puerta principal del Ritz de París. Este breve trayecto lo hizo cientos, miles de veces Gabrielle Chanel (1883-1971). Tal vez en estas idas y venidas entre su famoso atelier y su hogar, como ella acostumbraba a llamar a uno de los mejores y más famosos hoteles del mundo, fue revolucionando la moda. Estrechando faldas y perpetrando frases ingeniosas. Agrandando su propio mito, en definitiva.


Los pasos me alejan de todo aquello que es gratis, el olor a primavera, el sol de la mañana, y me adentran en ese otro universo de lo caro, muy caro. Llevo dos días alojada en el Ritz y es como si todos los empleados me conocieran. "Bonjour madame Vilches". Sin ser nadie, saben cómo hacer que nos sintamos casi tan importantes como su más célebre huésped. "Oír nuestro propio nombre es la música que mejor resuena en nuestros oídos". El servicio del hotel es excepcional. Una de sus señas de identidad, marca de la casa, la gran revolución de César Ritz. Dos nombres visionarios, dos personas que sentaron las bases del lujo tal y como hoy lo entendemos se entrecruzan en este magnífico palacete de 1705 de la espléndida Place Vendôme. Junto a la gran escalinata de entrada, en la propia pared del lobby, está escrito el nombre de César Ritz. Bajo una placa en bronce con su busto en relieve. Dos pisos más arriba, en una doble puerta lacada en blanco roto, la suite 202, se lee el de Coco Chanel, en letras doradas en tipografía cursiva. Tras estas palabras, una de las suites más hermosas y solicitadas de París. Y es cara, muy cara: 18.000 euros (US$ 20.889) la noche más económica, cifra que trepa hasta los 28.000 euros (US$ 32.500) en fechas señaladas. Su alto nivel de ocupación medio al año indica que el precio no es el principal escollo para ciertos bolsillos. "No es precisamente la clase de cliente que se lleva los jaboncitos del baño", explica con cierta sorna el afable y caballeroso Christian Boyens, director del Ritz. No hay más comentarios. Absoluta discreción. Marca de la casa también.

 

Norteamericanos y rusos son las dos nacionalidades mayoritarias entre la privilegiada clientela de la emblemática suite. Tampoco faltan apasionados de la moda llegados de aquí y de allá. Nada demasiado sorprendente dado el poderoso magnetismo que sigue ejerciendo Coco. Ahora bien, los verdaderamente mitómanos tal vez deban dirigir sus pasos un piso más arriba. Concretamente a las suites 301/302/303. Aunque no hay nada escrito en estas puertas, ninguna indicación, fue tras ellas donde en realidad la diseñadora pasó 34 años de su vida. Donde se instaló un buen día de 1937, quejosa del servicio de su casa, de las libranzas de los días festivos. No era de fácil carácter, no. "Estoy harta, me instalo en el Ritz tres días", dijo en un arrebato.


Huésped Vitalicio

Nunca volvería a tener casa propia en París. A estas habitaciones regresó tras su estancia de nueve años en Suiza y en una de ellas falleció el 10 de enero de 1971 a la edad de 87 años. A ellas fue trayendo sus muebles favoritos de la vecina Faubourg Saint-Honoré, donde vivía con anterioridad. Los biombos lacados de Coromandel, espejos bañados en oro, banquetas de terciopelo, libros, hasta terminar redecorando todo el espacio. "El Ritz es mi hogar", diría a los invitados que entraban en ellas y admiraban sus objetos y obras de arte. Fue en estas habitaciones donde recibió a ilustres amigos como Picasso, Dalí o Cocteau y compartió secretos y placeres con sus compañeros sentimentales, como el duque de Westminster. Y pasó mucho tiempo sola. Como otros legendarios huéspedes vitalicios de grandes hoteles, Coco Chanel es el arquetipo de esas personas solitarias a quienes les gusta vivir rodeadas de gente. En una de estas suites es donde es fotografiada en 1937 por Francois Kollar, para un reportaje de la revista Harper's Bazaar. Una de esas fotos será utilizada posteriormente en la única campaña de publicidad que mademoiselle protagonizó, precisamente del Chanel Nº 5. La primera en hacerlo. Después vendrían Yves Saint-Laurent, Giorgio Armani...

 

Curiosamente, la diseñadora le debe de algún modo a sus perfumes el haber seguido viviendo tan espléndidamente en el hotel sin pagar ni una sola factura. En 1924, Pierre Wertheimer, dueño de los cosméticos Bourjois, se citó con Gabrielle Chanel en un hipódromo parisiense. De esa reunión nació Les Perfumes Chanel, una sociedad con porcentaje mayoritario de Wertheimer fundada para comercializar los perfumes de la casa de costura. Tras la II Guerra Mundial, una enemistad creciente y toda clase de peripecias no sólo legales, Chanel vendió su firma en 1954 a la saga Wertheimer, todavía hoy discretísimos y multimillonarios dueños. A cambio, la familia de judíos alemanes acordó respetar su control creativo. Al final de la tensa negociación, la diseñadora consiguió que la familia Wertheimer cubriera cualquier tipo de gasto en los que incurriera la diseñadora hasta su muerte, incluidas las abultadas facturas del Hotel Ritz. Las segundas mejores cosas de la vida también fueron gratis para ella.

Ocho años después de la muerte de Chanel, el Ritz escribe un nuevo capítulo de su historia. En 1979, los herederos de César Ritz venden el hotel a Mohamed Al-Fayed y en 2012 este decide cerrar las puertas del icónico hotel durante cuatro años para acometer una ambiciosísima y costosa reforma para que el icono siga brillando a la altura de su propia leyenda. La puesta al día costó unos 400 millones de euros ( más de US$ 464 millones). Y es en este "nuevo" Ritz donde nace la actual Suite Coco Chanel, junto con otras verdaderamente extraordinarias. Se optó para ella por un nuevo emplazamiento, más amplio, mejor situado, más luminoso, en un piso con los techos más altos y soberbios, seis ventanales de techo a suelo con vistas a la Plaza Vendôme. No resucitar, sino recrear. Un trabajo conjunto en el que se involucró estrechamente la firma Chanel y el responsable de toda la reforma del hotel, el prestigioso Thierry W Despont. No es precisamente un novato. Arquitecto de cabecera de Bill Gates y Calvin Klein, entre otros, su nombre está detrás de la puesta al día de otros hoteles igualmente míticos, como el Plaza y el Carlyle, ambos en Nueva York.

 

Con acierto, la suite fue planteada como el espacio en el que hoy viviría Coco Chanel, y no como un revival nostálgico de un universo que podría parecerse peligrosamente a un museo. Decorada en blancos, negros y cremas, es elegantísima, se respira en ella un espíritu muy de la maison. Objetos de su pertenencia, muebles originales de la diseñadora, lámparas, espejos de su querida forma octogonal, libros, biombos lacados e incluso dibujos hechos ex profeso por Karl Lagerfeld con escenas de la vida de Chanel en el Ritz. Una delicia. "Es, sin duda, una suite especial, por su luz, sus antigüedades y piezas de arte, la magia de su estilo atemporal, sus vistas a la Place Vendôme", resume Boyens.

 

Alojarse en esta suite otorga un salvoconducto para el inaccesible apartamento de trabajo de la diseñadora en la rue Cambon, su otro sanctasanctórum, que sí se mantiene tal cual ella lo dejó. Dos micromundos que se complementan a la perfección.

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